Atentado contra el presidente de todos los canarios
No hay mejor forma de hacer periodismo de calidad que manteniendo la prudencia y la cordura en aquellos asuntos que requieren del sosiego necesario para no meter la pata. Precisamente esto es lo que les ha faltado a muchos medios que se lanzaron a la piscina intentando ver al presidente de todos los canarios, Adán Martín, como a un delincuente juzgado y condenado. En lugar de esperar a que los tribunales de justicia se pronunciaran sobre lo que simplemente era la posibilidad de que pudiera haber participado en un posible delito, medios evidentemente no alineados con el pensamiento y la ejecutoria del político tinerfeño y en muchos casos hostiles al partido que representa, Coalición Canaria (CC), se metieron en una cruzada despiadada para despellejar la imagen pública de un hombre que ya ha anunciado que se retira y que va a pasar en breve a ser un ciudadano más.
Esta actitud, como la de los propios tribunales de justicia que se dedican a airear estas cuestiones sin pararse a pensar en sus consecuencias, tiene que ser calificada de lamentable. Lamentable es que se filtre de forma interesada que nada menos que el presidente de una Comunidad Autónoma ha sido escuchado telefónicamente e investigado por si pudiera estar relacionado con una trama de corrupción que todavía está por dilucidar. Lamentable es que se ponga en entredicho la honorabilidad de una persona que en tres décadas de dedicación a la vida pública jamás se ha visto golpeado por la sombra de la sospecha. No estamos en contra de que se investigue a la clase política, todo lo contrario, estamos en contra de que se haga un uso partidista y partidario de determinadas actuaciones judiciales y de determinadas investigaciones.
Exactamente lo mismo que estamos publicando ahora en nuestro artículo editorial lo publicamos en su día sobre el caso del alcalde de Santa Cruz de Tenerife, Miguel Zerolo, y lo publicamos en su día sobre el alcalde de Antigua, Juan José Cazorla. Exactamente lo mismo lo publicaríamos sobre cualquier político al que se le saque esposado de su casa -como fue el caso del edil majorero- sin que esté demostrado que es culpable de haber cometido un delito, o simplemente se le intente vilipendiar utilizando un juego sucio con el que los medios honestos no deberían comulgar.
Porque, no olvidemos lo más importante, ¿quién resarce ahora a Adán Martín y a su consejero Domingo Berriel, cómo se les compensa a ellos y a su familia por el mal rato que han pasado, cómo se restituye la parte de credibilidad e imagen pública que pueden haber perdido simplemente por ver sus nombres en grandes titulares vinculados con un presunto caso de corrupción? Nadie, claro que no, nadie puede compensar una cosa así ni ponerle remedio.
El presidente del Gobierno pidió este jueves una aclaración pública a quienes le acusaron de connivencia con intereses empresariales y espera que el Juzgado de Instrucción o bien la Jefatura Superior de Policía ofrezcan “explicaciones sobre hechos y filtraciones que dañan gravemente la imagen y el honor de la Presidencia y de miembros del Gobierno”. No es para menos, es lo mínimo que podía pedir, sobre todo después de que el Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) dictara un auto por el que se archiva la pieza separada que le afectaba a él y al consejero regional de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, como una “insostenible e increíble historia” y como “uno de los más graves infundios” sobre su persona en sus 28 años de vida pública.
De los cuatro años de gobierno de Adán Martín se ha escrito mucho. Aquí, como medio independiente, hemos aplaudido las actuaciones que debíamos aplaudir y hemos criticado aquellas que entendíamos que no estaban bien. También hemos manifestado en varias ocasiones que ha sido con diferencia el presidente de la Comunidad que más de cerca ha vivido el insularismo, tal vez por los años que fue presidente del Cabildo de Tenerife, que más veces ha visitado Lanzarote y que más se ha interesado por sus problemas.
Independientemente de sus aciertos y errores como mandatario, aquí siempre hemos creído en su inocencia, en su honestidad y en su rectitud. Por esa razón nos hemos mantenido prudentes hasta que los tribunales de justicia se han pronunciado. Ahora es tiempo de que algunos, muchos, pidan disculpas. Es lo mínimo que se puede hacer.