Aeropuerto 2006

Aunque lo pudiera parecer, no es el de hoy el título de ninguna película de catástrofes aéreas, como las que se pusieron de moda en las décadas de los años 70 y 80 del siglo pasado en todas las pantallas cinematográficas de medio mundo. Lo cual no obsta para decir que, en hablando de aeropuertos, los dos de Lanzarote (en puridad sólo hay uno, aunque con dos terminales) han rozado en ocasiones lo catastrófico: desde las repetidas inundaciones que sufriera años atrás (que hizo que nuestra imagen turística cayera por los suelos, e incluso más abajo a la altura de las alcantarillas: las mismas que no funcionaron entonces ante la incredulidad de los turistas que sacaron más fotos en Guacimeta que en las Montañas del Fuego); el mal gusto y la clamorosa falta de servicios de la todavía recién inaugurada Terminal 2; o las huelgas laborales crónicas a las que tan habituados estamos ya todos los usuarios. Sin duda, una pesadilla que parece no tener fin.

En estos días se han conmemorado los 60 años del primer aterrizaje de un avión en Guacimeta (ahora rebautizado por algunos, incluso por las instituciones oficiales, como Guasimeta, con esa “S” de tanta guasa justo a la mitad del topónimo). Aquel episodio se produjo en 1941, y está claro que desde entonces hasta hoy el Aeropuerto conejero ha sufrido una evolución cuasi meteórica (aunque con muchos fallos o errores de bulto que pudieron ser perfectamente evitables, caso de la mencionada T-2, esa terminal que termina con la paciencia de cualquiera). Hoy, el de Guacimeta es el octavo (8º) aeropuerto de España por lo que respecta al tráfico aéreo. Esa evolución vertiginosa queda reflejada con un solo dato: en su primer mes de funcionamiento se registraron ocho operaciones, frente a las 4.125 que se dieron sólo en el pasado mes de abril del año en curso.

El aeropuerto sigue situado en San Bartolomé (no en Arrecife, por más y por mucho que se empeñen en decir lo contrario las azafatas de las distintas compañías aéreas, que parecen estar todas "en las nubes" por partida doble) y genera noticias a diario, así sean éstas buenas o malas, gratas o fastidiosas: que si el nuevo radar de aproximación aérea, que si la pista cruzada, que si el incremento de vuelos durante el período estival, que si las movilizaciones laborales ya mencionadas y suma y sigue. De último, algunas voces hablan y no paran de la posibilidad de ampliar la pista (para que aterricen aviones de mayor recorrido) y los horarios de apertura u operativos, aunque resulta cuando menos curioso que ninguna compañía aérea haya sugerido siquiera esa doble ampliación.

Pero a muchos conejeros, en cualquier caso, no nos llama tanto la atención todo ese ruido en torno al Aeropuerto de Guacimeta, sino la imagen que el mismo nos devuelve, que viene siendo nuestro propio y fiel retrato actual: el de una isla que se ha desbordado a sí misma, a la que se le ha ido el baifo de la cordura. Eso por no hablar de la parte "artística" de este Aeropuerto de la moratoria que viene demorada. Ya no queda nada de aquel "espíritu manriqueño" que se respiraba hasta la década de los ochenta en el recinto aeroportuario gracias, precisamente, a la magistral mano y al buen gusto artístico de César. Lo de ahora no es más feo ni más frío porque tamaña empresa resulta ya imposible. Por ese lado, avanzamos hacia el mal gusto.