Vamos a contar mentiras tralará

Si hay algo que caracteriza últimamente a la política patria, no es el hecho de que cometan actos de dudosa legalidad, que los cometen, sino su innata capacidad de complicarse la existencia a la hora de explicar la chapuza cometida.

Tendríamos que acuñar una nueva expresión al, ya de por sí, extenso catalogo de justificaciones injustificables que utilizan nuestros sesudos políticos cuando de explicar sus actuaciones se trata.

Podría nominarse como “MENTIRAS MADE IN PP”, en el que incluiríamos, para no ser muy injustos, las expresiones que otros partidos utilizan, aunque estos en menor medida y con menor trascendencia para los ciudadanos, excepción hecha de los de PODEMOS y sus manidas justificaciones financieras, los cuales merecen una enciclopedia aparte.

Creo sinceramente que, como humanos que somos casi todos, errores los podemos cometer y de hecho los cometemos a lo largo de nuestra vida, con mayor o menor relevancia para nosotros o los que nos rodean.

Pero los políticos se han encargado de rizar el rizo de lo imposible y han puesto el listón muy alto en lo que a chapuzas y justificaciones se refiere.

Jose Manuel Soria ha pasado de ser el posible Delfín de Mariano al más profundo ostracismo, fruto, no solo de sus devaneos con paraísos fiscales de dudoso proceder, sino, lo que es más grave, a las mentiras que utilizo para justificarse. Malo es hacerla, pero peor es mentir para justificarla.

Joel Delgado, Senador impectore por Lanzarote, ha sufrido el duro transito que lleva desde la gloria palaciega de amplias estancias al más profundo desprecio por sus últimas actuaciones, fruto más de una incipiente madurez que no ha explotado que de una mentalidad corrupta, propia de muchos de sus mayores. No es que llevar a cabo actuaciones ilícitas para su cargo y otras lindezas sean algo para pasar por alto, que no lo son ni mucho menos, pero mentir para justificarse, al más puro estilo soriano, es para mí mucho más grave.

Y por último, en lo que a cronología del disparate se refiere, el tan traído y llevado NO-MASTER de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, culmina la, de momento, trilogía del disparate.

No voy a entrar, porque eso ya lo han hecho los expertos que cobran por tal labor, en si el trabajo se ha hecho o si se lo han regalado por mor de su posición. Lo tengo muy claro.

Que Cristina no ha pasado por la Universidad Juan Carlos I, para hacer el Máster, es un hecho que está demasiado contrastado como para que yo incida mas en el. Estoy convencido que no sabe ni donde está la cafetería.

Que la Presidenta justiciera tome por tontos a los parlamentarios de la oposición que se apoltronan en los cómodos sillones del paraninfo autonómico será un problema exclusivamente de ellos. Que los abrazafarolas acólitos de su propia bancada le aplaudan, cual reconocimiento de un golazo de chilena al más puro estilo Cristiano, será un problema del regidor popular que levanta el cartelito que pone “APLAUSO”, o en cualquier caso, de los dirigentes de su secta para los que nada es intrínsecamente malo si no es lo de los demás.

Pero que a mí, que ni soy de unos ni de otros, intente vacilarme es algo que no se lo tolero, ni a ella ni al Sumsum Corda. Hasta aquí podíamos llegar.

Para desgracia de Cristina y sus incondicionales, habemos muchos que hemos pasado por la Universidad y no precisamente para matar el tiempo jugando al mus en la cafetería, aunque tengo que reconocer, ahora que nadie me oye, que yo aprendí a jugar al mus en el Baserri que estaba a unos metros de la Facultad de Leioa, errores de juventud que le vamos a hacer.

Hay otro hecho incuestionable que certifica la chapuza presidencial y no es otro que el apoyo manifiesto de Mariano a su honestidad. Cada vez que el Presidente de todos los españoles ha apoyado a algún chapucero de este calibre, el resultado ha sido incuestionable, CULPABLE. Recordemos su apoyo a Soria, “confío plenamente en las explicaciones sobre su paraíso particular”, a Bárcenas, “Luis se fuerte”, a la Cospedal en aquel patético intento de justificar el famoso despido en diferido, “sus explicaciones son concordantes con lo sucedido y de acuerdo a las directrices del Partido”, etc. Vamos que no hay como buscar el apoyo incondicional del Jefe, para que se demuestre su culpabilidad.

En toda esta truculenta historia de papeles falsificados, exámenes sin asistencia, correos borrados por seguridad nacional y títulos impresos por TOYSRUS, lo que me ha quedado claro es que los políticos nacionales no espabilan, ni para evitar hacer de las suyas, que no de las nuestras, ni para explicarse cuando lo mejor que pueden hacer es callarse y dimitir.

Al final todo se resume en más de lo mismo, no hay como llegar al poder para poder hacer lo que a los ciudadanos de a pie nos cuesta un riñón. No hay como acceder, gracias al voto de los españolitos, a un cargo público demasiado bien pagado y muy poco exigido, para instalarse en esa clase social a la que todo o casi todo le está permitido.

Ah, por cierto, y si me pillan con el carrito del helado, siempre poder decir que es una operación de la oposición para ganar en los despachos lo que no han ganado en las urnas, o es una operación de acoso y derribo porque no soporta lo bien que lo estoy haciendo, o, y esta es la última moda instalada en los pasillos palaciegos, se trata de fuego amigo ya que yo me he encargado de limpiar mi propio partido de la corrupción que nos asola y nos diezma en las elecciones.

El caso es no reconocer nunca que la han metido hasta el fondo y, como siempre pasa en estos casos, la culpa nunca es de ellos, aunque en este caso tienen un punto re razón ya que la culpa es nuestra por votarles, cuando lo que deberíamos hacer cada cuatro años es botarles.

Y como colofón, cada día entiendo menos de política y el día que vaya a votar meteré en mí sobre una foto de Elsa Pataki, que a falta de conocimientos políticos le da alegría al hemiciclo.