Mi vida por un Corvette

Por Carmen Prieto Ferraro

¿Qué nos motiva a seguir, día a día, en esta vida, a veces grata y en ocasiones dura o cruel? Hay afortunados que lo saben, atesoran la respuesta y viven tranquilos y equilibrados. Hay quienes buscan y rebuscan, pero no aciertan. Otros, dependiendo de la etapa en la que se encuentren, van cambiando de solución a este acertijo. Algunos no necesitan siquiera hacerse la pregunta, porque no es un tema que se les pase por la cabeza (¿vivirán más tranquilos?) o porque están tan centrados en otras materias, como llegar con los dineros a fin de mes, que ya está.

Entonces, ¿es una pregunta de gente rica y ociosa?, ¿o de almas que pasan por este planeta con más profundidad?

En la viña del Señor hay de todo. Desde los más filosóficos o sentimentales, hasta los más prácticos. Un excelente representante de este último grupo es el señor Thomas Stackiewicz. Y su hijo Jason, claro; ambos de La Grange, Nueva York, Estados Unidos.

Sucedió que el chico, de 21 años, sufrió severos daños cerebrales cuando fue atropellado por un enorme todo terreno. Había asistido a un importante partido de fútbol de su universidad, en Boston. El accidente le dejó en estado de coma.

Su padre Thomas, desesperado por el dolor y por el miedo a perderlo, le dijo: “Jason, si te despiertas y vives, te compraré un Corvette”. No está nada claro si el joven -vaya a saber uno adónde viaja la gente que está en estado de coma- escuchó o no la promesa del padre. Pero el hecho milagroso, es que este hijo único despertó tres meses después y se recuperó rápidamente. Tanto, como para cobrarle la palabra a su padre y encargar su automóvil, de 75 mil dólares: color rojo, con TV de pantalla plana, radio satelital, reproductor de DVD y llantas cromadas. Para encandilar a cualquiera. Tanto, como para continuar con sus estudios universitarios. Thomas, el padre, quedó convencido: “Jason tuvo una buena motivación para ponerse mejor”.

De esta historia podemos volar hacia un mundo de preguntas: por qué y para qué vivimos, cómo hacer que alguien despierte del coma, cómo motivar a una persona que está hundida, confundida o atravesando por un mal momento o, tal vez, qué es lo que mejor podemos aportar los padres a nuestros hijos y cómo debemos enseñarles, para que lo integren dentro de sí, que la vida es bella, a pesar de tanto...

Lo único que sé es que cuando yo tuve una crisis fuerte en los últimos meses de mi carrera universitaria, dejé todo tirado. Así, de un día para otro. Sinceramente no podía aguantar ni dar de mí ni un minuto más.

Dejé la capital y volví a la casa de mis padres. Estuve paralizada unos tres meses. Sin ser capaz de tomar una sola decisión, como en un estado de coma voluntario. De él no me sacó la promesa de un Corvette. Fue una bicicleta romántica que vi en el escaparate de una tienda. Blanca y azul, con una cesta de mimbre delante. Como para llevar flores silvestres y recorrer en ella la campiña francesa. La quise. Y mi padre me dio un crédito para comprarla y me ayudó a buscar un trabajo para devolverle su dinero. Con tres meses de sueldo miserable, pagué la bicicleta soñada.

Iba en ella a trabajar, feliz. Entonces descubrí que la única forma de ganar más dinero, para poder independizarme, era volviendo a la universidad a terminar mis estudios. Tuve la suerte de encontrar nuevas facetas insospechadas para mi profesión, el periodismo, y de disfrutar de un maestro iluminado, el de fotografía, que más que mirar a través del objetivo de una cámara fotográfica, me enseño a ver la vida de otra manera.

Tal vez don Thomas Stackiewicz no estaba tan equivocado. Probablemente algo desproporcionado, pero creo que acertó. A veces salimos de la confusión, de las malas rachas, partiendo de algo muy sencillo y, fundamentalmente, práctico, que sin saber bien cómo, nos lleva a la solución que buscábamos para seguir nuestro camino. Yo volví a terminar la universidad, después de una crisis vocacional, bicicleta romántica mediante. Jason Stackiewicz, gracias a la promesa del Corvette. En lugar de haber quedado con severas discapacidades, de seguir en coma o, incluso, de haber muerto, en contra de todos los pronósticos, Jason lleva una vida normal a bordo de su Corvette. Y por si fuera poco, retomó sus estudios de derecho en la universidad norteamericana de Northeastern, con sede en Boston.