Los nuevos cancerberos

Por J. Lavín Alonso

Como podemos leer en el Decamerón de Bocaccio - el escritor humanista, no la sala de fiestas - algunas circunstancias resultan tan deliciosamente insólitas que corremos el serio peligro de resultar " encima de cornudos, apaleados"; administrativamente hablando, por supuesto, y para tranquilidad de los espíritus sensibles. Cornudos porque, en este eterno paraíso de la precariedad que es España, los estamentos que se supone deberían defender nuestros intereses nos la pegan continuamente con quienes tienen por objetivo precisamente la vulneración de los mismos... y entre unos y otros acabamos apaleados. Con una sutileza parangonadle a la del vuelo de un avestruz, el gobierno, por boca de persona interpuesta - y a lo que parece, muy poco competente - ha hecho saber al respetable, ya saben: al de Bocaccio, que seria conveniente que este se costease su propia seguridad. En ese caso, la pregunta inmediata sería ¿Entonces, que pintan ellos en todo esto?. La cosa no es coña, no, y las empresas de seguridad estarán, sin lugar a dudas, de enhorabuena. No solo habrán de vigilar los establecimientos militares, honrosísima misión que antes competía al soldado de reemplazo, sino que están formalmente propuestas - con la bendición del Defensor del Pueblo - para asumir la inestimable salvaguarda de nuestros lares. Bueno, de los lares de quienes puedan costeárselo; los demás, a escupir a la marea. En el primer caso una duda asalta y conturba mi ánimo ¿Estarán obligados los "securitas" en cuestión a jurar la Bandera, por aquello de la Patria y su sacrosanta integridad?. En cuanto a lo segundo, la cosa iría redonda si quienes tan alegremente hacen dejación de sus obligaciones, cobrando impuestos por ello, permitiesen el 100 de desgravación fiscal de los gastos acaecidos por tal concepto. De no ser así, estarían incurriendo en doble exacción, lo cual no solo en punible sino que demuestra un exceso de cinismo institucional... con perdón.