Lógica Difusa
Por J. Lavín Alonso
Es una de las disciplinas matemáticas más en boga en la actualidad. En ella se utilizan expresiones que no son ni ciertas ni falsas en su totalidad, muy semejantes a las que utilizamos en nuestra comunicación cotidiana con los demás. Decimos, por ejemplo, “fulano de tal es alto” o “hace frio”, expresiones que resultan fácilmente comprensibles por cualquiera. Pero cuando se intenta que estos conceptos sean entendidos por un ordenador la cosa cambia, ya que en realidad se trata de conceptos bastante relativos. ¿Cuándo se empieza a ser alto o a hacer frio? ¿Comparando estos conceptos con que unidades de medida? ¿Qué es más gordo, un galgo gordo o un cochino flaco? Originalmente, el ingeniero que la estudió y aplicó a sistemas complejos, Lofti Zafeh, la llamo “fuzzy logic”, pero hay que recalcar que lo “borroso” no es la lógica en sí, sino aquello que se estudia, dando a entender su falta de concreción .
Empero, ahondar en la casuística, metodología y praxis de la citada “lógica difusa” no es el objeto primordial de esta líneas. Los tiros van más bien por otro lado - incluido el doble sentido. Van por algo que, de un tiempo, demasiado quizá, a esta parte, tiene un alto grado de desorden. Porque una cosa es moverse en el campo de la informática o la cibernética, y otra muy distinta hacerlo en el terreno de la política, el talante y/o la existencia o carencia de talento ligados a ella, circunstancia esta última que suele ser bastante común, a juzgar por los hechos y los resultados que de ellos se derivan. Tan es así las más de las veces que casi, casi convendría hablar de “política confusa” y de su rara perfección difusa, si se me permite el oxímoron, en lo acontecido a lo largo de las tres décadas transcurridas desde la desaparición del personaje que incardinó y fue la razón de la dictadura, hasta la actual situación de máxima entropía conceptual.
No obstante, en medio de tanta distorsión como hay actualmente en las altas esferas, bien que existe una claridad diáfana en el doblete lingüístico de la retorica puesta en juego, que consiste en utilizar dos lenguajes, casi nunca convergentes: el utilizado para auparse el poder, con toda su parafernalia cautivadora y falaz, a la busca y captura de la papeleta mágica, y el utilizado una vez situados en la cresta de la ola. En cuanto al primero, estamos en pleno fragor de su despliegue mediático. En el reverso de la moneda, hemos tenido y tenemos, por ejemplo, la divulgación pertinaz de éxitos, que la prosaica realidad revela mayormente incorpóreos, habitualmente proclamados con verborrea inconexa. Uno de los personajes más siniestros de la Historia, Hitler, afirmaba en sus habituales charlas-monólogos de sobremesa, que cuanto más numeroso fuese el grupo a quien discursear, más simple debía ser en contenido de la soflama. Y no parece haberle faltado parte de razón, basta con analizar - salvando las distancias, claro está - el contenido y sintaxis de las peroratas que nos infligen la mayoría de las veces los eventuales de turno en la poltrona, o los conspicuos aspirantes a tal pieza mobiliaria, directamente conectada a la ubre ubérrima del erario ¡Ahí es nada...!. Y es que, en cuestiones de política, como ya decían los clásicos, no hay nada nuevo bajo el sol, incluidos los plagios - copiaderas, en el lenguaje coloquial isleño - confusos. Ello induce a pensar que no hay forma de salir del actual marasmo, ni siquiera recurriendo a la lógica difua. “Existen dos cosas ilimitadas, el Universo y la estupidez humana (A. Einstein)