Lanzarote versión 2006

Por José Manuel Rodríguez Sánchez

Uno tras otro han ido pasando estos catorce años que llevo fuera. No muy fuera, sólo al lado, pero lo suficientemente fuera como para tener esa sensación de emigrante, de no pertenencia completa a donde resido y con el tiempo, tampoco de donde me fui.

Cómo tantos otros estudiantes un día me vine a Tenerife buscando una mezcla de futuro y emancipación y cómo otros tantos al final decidí que no me importaba seguir viviendo aquí. Recuerdo que esa decisión la tomé a los pocos años de estar en Tenerife cuando un día al regresar de unas cortas vacaciones en Lanzarote noté como ese sobrecogimiento que me daba cada vez que aterrizaba en Guacimeta se había trasladado ahora a los Rodeos. Desde entonces la sensación de no pertenencia a ningún lugar se fue haciendo cada vez más notoria hasta tener este sentimiento de apátrida que supongo será común a la mayoría de los que viven fuera. Qué contradicción, fuera de dónde.

Soy natural de la Tiñosa, del pueblo de pescadores, de familia de pescadores, hijo de un pescador y de una gallega que, de alguna manera, huyó a Lanzarote en los años sesenta. Recuerdo las salinas de Matagorda y cuando los militares desembarcaban en los Pocillos. Recuerdo que después del hotel Fariones casi no había nada hasta llegar al Hotel San Antonio y luego menos aún. Recuerdo que entre La Tiñosa y Macher había un abismo donde a veces nos adentrábamos a buscar aquellas chozas de piedra de los cabreros. Recuerdo las curvas de la Tegala y lo lejos que quedaba Tías. Recuerdo los vientos del Sur y las gaviotas volando en lo alto sin dejar de decir aquello que sonaba según mi hermano a "cagao". Recuerdo que una vez vino un pariente y le dimos una vuelta a la isla. Y así muchísimas otras cosas que ahora se han alojado en mi mente confundiéndolo todo y haciendo que cuando se acercan estas fechas en las que regreso a mi Isla natal me siga entristeciendo ver cómo ha cambiado todo. Salí de ella a principio de los noventa y ya era casi como es ahora pero en mi mente sigo comparándola con cómo era cuando yo era un "chinijo".

Supongo que como un acto reflejo iré al puerto, enfilaré la Calle Real desde lo que fue el Cabildo y haré el paseo hasta el final para comprobar, sobre todo, cuantas caras me siguen sonando.