La receta
Por Mare Cabrera
Ingredientes: una pizca de memoria selectiva, dos cucharadas de rencor histórico, tres cucharones de guerra civil y dictadura de un enano con voz de pito. Una pizca de gobiernos socialistas que dejan las arcas temblando, un cucharón repleto de recortes y austeridad en plena crisis económica mundial, cuatro tazones de terroristas independentistas asesinos y cobardes, un terrón de prensa politizada y subjetividad, estómagos agradecidos y poca profesionalidad. Medio litro de televisión basura y chusca. Tres tazas de impunidad y oscurantismo en lo que respecta a la realeza casera, una pizca de manía persecutoria por parte de la derecha, que ve grupúsculos izquierdistas radicales y judeo-masónicos por doquier. Una mijita de fracaso escolar aderezado con recortes en Educación. Diez litros de corrupción a mansalva, en todos y cada uno de los partidos habidos y por haber. Una justicia lenta e ineficaz acompañada de venganzas y lucimientos personales, cinco cl. de agresividad policial y promesas incumplidas, nueve cucharadas de control externo (franco-alemán) y listas de espera.
Con todo lo anterior, bien mezcladito, obtenemos: cargas de policías contra estudiantes desarmados alegando la presencia de grupos izquierdistas radicales, alentados a su vez por sus superiores, que ven "enemigos" por todas partes. Un yerno del rey presuntamente sinvergüenza que debió creer que estaba por encima del bien y del mal y al que la avaricia le ha roto la imagen de duque intachable y ejemplar. Con seguridad, una situación que deviene de la impunidad y oscurantismo del que venía disfrutando una institución ahora en entredicho. Un gobierno socialista que nos deja con los calzones bajados ante una crisis que se hace cada vez menos llevadera por no haber sido hormigas y preferir a la cigarra. Un gobierno recién estrenado que ya está incumpliendo las promesas que le llevaron al poder y muestra ese talante casposo que tanto intentan, sin lograrlo, disimular. Recortes en Sanidad y Educación realmente preocupantes, que tambalean nuestro quizá mal entendido estado del bienestar. Prensa desinformadora o desinformante en pro de la defensa a ultranza que debe hacer de los intereses de su respectivo grupo, una subjetividad pasmosa y peleas internas que poco nos importan a los que intentamos enterarnos de algo. Una dinámica corrupta que salpica a cada una de las comunidades, que afecta a prácticamente todos los partidos y nos aleja de la figura del político, nos enfrenta a nuestros representantes, a los que pasamos a ver como trincones de guante blanco, golfos corrompidos y aprovechados. Una Marbella nacional y global en la que trinca hasta el apuntador. Un juez que defiende derechos de unos atacando los de otros por un supuesto interés personal y que acaba degradado ante los aplausos de unos y el llanto de otros, un tema recurrente que pone de manifiesto el rencor, el escollo sin superar de la guerra civil y las dos Españas. La justicia dejando en la calle a los asesinos de Marta del Castillo y juzgando a deshoras a unos etarras que ahora nos vienen con perdones que no se cree nadie, y el que lo hace es porque no estará, aún, cansado de que lo engañen. Los voceros de ETA sentados en el Parlamento de un país que no reconocen como propio, cobrando sueldos de diputado por un lado y aplaudiendo actos criminales en sus ratos libres. Una televisión de pandereta, de república bananera que fomenta el éxito sin esfuerzo o sacrificio, que ridiculiza al estudioso y lo convierte en insensato y "friki", estudiantes armados con libros ante las porras de los camorristas disfrazados de policías (por eso de que es carnaval), la sensación de que nos gobiernan desde fuera, de que realmente no decidimos ni dirigen los que han sido votados, sino que son otros, lejos de aquí, los que ponen las normas y requisitos a cumplir. La ruptura con nuestro pasaporte por el descontento general pese a los esfuerzos porque nos reconciliáramos con él durante el primer gobierno de Felipe González. Lo único que nos da alegrías es el deporte, y hasta eso queda en entredicho, por la vía cómica, sumiéndonos en una indignación general y provocando la pataleta nacional.
Este es, a grandes rasgos, el panorama actual, la receta que debemos comernos entre todos aunque atragante en la mayoría de los casos, el plato agridulce que nos queda mezclando con agitador la complejidad nacional. Desde luego, y por seguir con el símil gastronómico, el horno no está para bollos.