La ley del embudo
Por J.Lavín Alonso
Hace apenas tres años que los furiosos embates de un Atlántico embravecido acabaron quebrando la estructura de un viejo cascarón, mas digno del desguace que de navegar con cargas peligros, y provocando su hundimiento y el que miles de toneladas del crudo que transportaba fuesen vertidas al mar y empujadas hacia las costas gallegas. La contaminación del chapapote provocó un grito colectivo de angustia, la exigencia de responsabilidades al gobierno de entonces así como una repulsa casi unánime a su desempeño.
Tuvo lugar entonces la desinteresada ayuda de cientos de voluntarios a los que nadie requirió nivel alguno de conocimiento en lo de “falar galego”. El grito generalizado de los damnificados por el chapapote fue el de nunca mais, que acabó siendo acallado a golpe de generosas ayudas y subvenciones pecuniarias por parte del denostado gobierno.
No obstante, y como reza el viejo aforismo, ligeramente retocado: El hombre propone y los pirómanos disponen. De esta amanera, el viejo intento de exorcizar el mal fario y las circunstancias aciagas se ha visto lamentablemente substituido por un ominoso y destructor “ainda mais”, en forma de una serie de voraces incendios que ya han calcinado centenares de hectáreas de verdes y hermosos parajes.
La diferencia estriba en que en, en medio de esta vorágine de fuego, se ha recurrido a la supina sandez, al despropósito cum laude de exigir conocimientos de gallego a quines tenían experiencia en combatir este tipo de siniestros, llevando así el prurito soberanista de lo lingüístico lugareño a extremos de alucine. Como si para combatir las llamas fuese necesario dialogar con ellas. Y es que, como decía Unamuno: lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta.
Otro aspecto, no menos curioso y mas que significativo, que se echa en falta, es no oír a las multitudes de aquella sufriente región, enragés ante tanta inoperancia oficial, salir a gritar el consabido sonsonete de nunca mais. ¿Dónde están las críticas a los gobiernos autónomos y no autónomos? ¿Es que en este país las berreas callejeras solo funcionan en una dirección? ¿Es que ya no se piden responsabilidades a quienes las tienen? ¿A que obedece este extraño manto de silencio que ha caído sobre una catástrofe de tales dimensiones? El Sr. presidente del Gobierno deja brevemente su retiro de la Martea para una fugar viaje a la Galicia ardiente, foto y vuelta al paraíso conejero. No quiero no pensar en la que se hubiese liado de haber estado el hombre de Las Azores, o alguno de sus epígonos, en la poltrona. Y lo digo como mera suposición. Escribo esto el día 10 de los corrientes y hasta ahora nadie ha resollado, ni ha habido SMS masivos, ni ná de ná. Extraño comportamiento este, que parece obedecer a una tácita aplicación de la Ley del Embudo. Como ya dijo el clásico, o el vulgar, que para el caso da lo mismo: nihil novum sub solem.