La conejera te lo explica
Por Mare Cabrera
Es común que cuando aludo a mi procedencia en la isla que ahora ocupo y de paso disfruto (yo me adapto a todo), surja el tema político en la conversación. Después de escucharme hablar durante unos segundos, es más, si en la frase por un casual uso la palabra "chinijo" me relacionan sobre la marcha con la isla volcánica y ya quedo bautizada como la conejera del grupo, lo cual me enorgullece casi tontamente, no me pregunten por qué. Una vez escuchados los típicos “!qué desastre hay por allí!", “¡Dios mío, fuerte descaro!", "¡vaya panda de golfos!" o "¡bien de chorizos!" -que ahí yo aprovecho para darle un toque de humor y suelto el chiste de que Chacón va a cerrar porque los chorizos están todos en la cárcel-, luego me acuerdo de que aquí, en Gran Canaria, no saben de la existencia de Chacón y los pongo en el caso de grandes superficies comerciales que venden el de Teror, que repite igual, y ya me entienden todos.
Pues lo dicho, después de escuchar los comentarios sobre lo mal que va la cosa por mi isla en el terreno político, los hay que se solidarizan conmigo añadiendo que ocurre lo mismo en todas las islas, pero que ahora toca que la actualidad informativa se centre en el escándalo conejero. Los hay que, casi en tono de reproche, me comentan que cómo es posible que toda una isla haya sido sometida a los mandatos de un dirigente-líder de masas con capacidad para envenenar y reproducir en los demás partidos su original y corrupta forma del quehacer político.
No es cosa de dos días, les contesto yo invariablemente. Es muy difícil de explicar, añado. Son los partidos, la gente que los conforma y el viejo dicho de que todo se pega menos la hermosura. Son los medios de comunicación. Es la actitud del resto de las islas, mirando hacia otro lado cuando interesó su voto. Es la singularidad de los isleños, nuestra actitud poco reivindicativa, las alternativas que surgieron después del despertar social y que fracasaron dejando el amargo sabor de la derrota a los que se ilusionaron con el nuevo proyecto y que al final optaron por la retirada y la resignación. Es la isla, su ritmo y sus matices, el conformismo y los estómagos agradecidos, el radicalismo social de algunos sectores entregados a una causa putrefacta. Es el silencio y la complicidad temosa del conejero, el no hagas, no digas, no vayas que aún hoy rige en la vida de muchos. Es el "este asunto no es mío mientras no me afecte".
Quizá todo esto que les digo a mis amigos canariones se resume en una frase de Aristóteles: "Comprende mejor las cosas quien las ha visto nacer desde el principio". Muy largo y complicado de explicar para quien lo vive dentro. Muy extraño, curioso y enrevesado para quien escucha su eco desde fuera.