La juventud popular o chiquillajes con fósforos
Por Manuel N. González Díaz
La penúltima del ex alcalde de Arrecife, Cándido Reguera, luego del saco de documentación oficial en el despacho de la Secretaria del Ayuntamiento, ha sido su rocambolesca dimisión para tratar de frenar la moción de censura que la oposición iba a presentar. Y la inestabilidad municipal, que ahí sí podemos hablar de “inestabilidad”, deriva de la crisis -que es sólo cambio- en el Cabildo el día anterior al Entierro de la Sardina, cuando el Presidente San Ginés resolvió cambiar su alianza de gobierno sustituyendo al Partido Popular por el Socialista.
No fue posible inicialmente, cuando empezó esta legislatura, que Coalición Canaria pactara con el grupo socialista porque no se daban las condiciones, por la beligerancia insultante de Carlos Espino y sus talibán en ofensiva de descrédito al presidente San Ginés, y por su falsaria posición respecto a la legalidad de las licencias hoteleras. Falsaria por cuanto eran ellos los que iban a resolver esa cuestión, y sin derribos, pero al desalojarlos de la escena gubernamental ejemplificaron una oposición torticera, y el enfrentamiento cobró tal tinte que fue imposible cuando entonces arreglo alguno.
La victoria electoral del Partido Popular en las generales supuso una embriaguez sin precedentes a su dirigencia, y a su poca leal participación en el gobierno del Cabildo desde el inicio, que se manifestó en una calculada ambigüedad en el apoyo a la política cabildicia, y en un continuo intento de minar la acción de Presidencia, transmitiendo una imagen de gobierno de departamentos estancos que en muchos casos parecía más una bandería de Pancho Villa que el gobierno insular de Lanzarote, por la inmadurez y consecuente impericia de la banda del PP en Lanzarote. La responsable de esa lamentable imagen pública es la máxima responsable de los Populares en la Isla, Astrid Pérez, que un día sí y otro también sucumbía a los falsos halagos parlamentarios del Partido de Independientes de Lanzarote, esperanzado en que los socialistas, malheridos, se unieran en confabulación contra Pedro San Ginés, hacia el que los “Independientes”, casi de hasta ellos mismos, profesan un odio furibundo y gratuito, celos irrefrenables e insana envidia, lo que hacen extensible a Coalición Canaria y resto de su dirigencia, a pesar del insistente y sin sentido llamado de Jesús Machín, presidente de C.C., a la unidad “nacionalista”, unidad que menos que nadie desean los insularistas, empeñados en mantener el partido como un club privativo, e imposibilitados para hacer una alianza con Coalición Canaria, a la que tienen por enemigo mayor que a los partidos españoles, de los que son adversarios cuando no socios, alternativa e inescrupulosamente.
La engreída Sra. Astrid Pérez pensó que podría, creadas las circunstancias adecuadas, minar de tal manera a San Ginés que se impusiera una inevitable moción que la llevara a presidir el Cabildo de la Isla, sólo tenía que continuar algunas semanas con el sainete de corrala para que los agraviados, más ella, asestaran el golpe a C.C., pero el presidente San Ginés, más inteligente, y harto de deslealtad se vio obligado a actuar, tendió puentes hacia los socialistas y sustituyó a los populares sin quebranto e inestabilidad alguna, de la mañana a la noche, cerrando toda posibilidad inmediata, y a medio plazo, esto es, hasta final de legislatura, para que la alucinada chiquilla Pérez se hiciera con el poder con el inexplicable apoyo socialista, que el del PIL se entiende, mero apéndice de los populares por inconfesables necesidades del guión.
Y ese inexplicable apoyo se dio en la capital, Arrecife, donde el joven Montelongo, y sus concejales socialistas, en otro manifiesto alarde de inescrupulosidad apoyaron al candidato popular con prescindencia de los intereses políticos de los socialistas, de clase y de partido, y de la alianza en el gobierno “autonómico”, uniéndose la españolera contra los nacionalistas, contando ésta, inequívocamente, con el apoyo de los dos concejales del PIL, que votarán nuevamente a Montelongo como alcalde si éste se prestara e hiciera falta, apoyando la estrategia de la derecha española, en su intento de impedir que Fajardo Feo, C.C., sea el alcalde de Arrecife.
Esta política enfermiza, que ya tildó acertadamente de “perversa” el candidato de Coalición Canaria en Arrecife, es gamberra, por incendiaria, y dado los precedentes, sólo la actuación, esta vez sí, de Fajardo Palarea y los órganos supra insulares del PSOE, harán de cortafuegos imponiendo lo lógico y deseable, que sea Manuel Fajardo Feo el nuevo alcalde de Arrecife. El Partido Popular, afortunadamente, tiene los días contados en el escenario insular, independientemente del ánimo petrolífero del ministro Soria, que es “lo que da la parra“, y en este caso, ni una hoja para taparse las vergüenzas.
De la participación de Alternativa Ciudadana espero racionalidad y no resentimiento, cosa que puede hacer perfectamente Blanca Blancas con la asistencia de Andrés Barreto, ahí por lo menos hay ideología, y su objetivo explícito es desalojar a la derecha españolista. Creo que se van a dar el gusto.
En el Cabildo, el presidente Pedro San Ginés tiene la difícil tarea de devolver al gobierno el carácter presidencial del mismo, lo que puede hacer sólo con la colaboración de sus socios, porque el presidente del Cabildo es primus inter pares, pero primero, esto es uno y principal, y no dos, como pretendió la confundida Astrid Pérez, por advenediza. En política es esencial que cada uno sepa su rol y conozca el escenario, y la presidencia requiere mando en jerarquía, eso lo supieron y ejercieron los presidentes popularmente electos que han sido, Nicolás de Páiz, Enrique Pérez y Dimas Martín, que el resto, hasta la llegada de Pedro San Ginés, ha sido todo accidente y contingencia. De resto, respecto a la representación lanzaroteña, y tan popular, en las Cortes españolas, lo único que se sacará en claro es que a poco que se aplique el nuevo senador terminará hablando peninsular perfecto, que es lo que pasa cuando se llega a la asimilación desde el complejo. Por lo demás, sólo sorprende el nuevo protagonismo de Torres Stinga, alcalde de Haría, derivado de la inepcia de Jesús Machín, que por mucho tiempo a su bonhomía la bañó de ingenuidad, dejándose cautivar por cantos de sirena insularista, cuando sólo lo esperaba un estanque bien colmado de cocodrilos, y es que ya se sabe, en el país de los ciegos, el tuerto es rey, y de ahí las eufóricas soflamas de Torres Stinga.
Y ahora el petróleo. Petróleo es una magnífica novela de Pier Paolo Passolini, probablemente una de las mejores novelas del siglo XX, junto a Ulises, Bomarzo y Eumeswil, pero no les voy a hablar de literatura, que sé que interesa a muy pocos lectores, y nuestra Isla, como muy bien dijo Santiago Blancas, es ágrafa, sino de piche, vamos a hablar del piche, que los asimilados llaman “chapapote”.
El petróleo es una fuente de riqueza casi inagotable, a pesar de la demanda china. Y tener petróleo una suerte mayúscula, y si no que se lo digan a Guinea Ecuatorial. Su extracción entraña riesgos, que son impresionantes, por eso, porque impresionan. Pero subsanables, como se sabe, aquí, en el Golfo Pérsico y en las costas norteamericanas, desde México a Alaska. Cualquier país del mundo desea tener ese recurso energético, pero en tanto Canarias seas una colonia de un país europeo no es deseable que se proceda a un expolio, y tratar de impedirlo es lo propio. La campaña contra la extracción del petróleo de las Islas va contra los intereses de España, en tanto Estado, y todo lo que vaya contra sus intereses en puridad resulta funcional, y si el petróleo se convierte, como ahora, en un elemento que explote el conflicto de intereses económicos, sociales y políticos, doblemente bienvenido sea. Por muchísimo menos, como es el caso del “Florero de Llorente“, se independizó Colombia. Ahora bien, sería deseable que se articulara una oposición lo menos folclórica posible, y si bien es de manual que hasta los miserables se impliquen en la lucha, la imagen es muy importante para presentar una propaganda lo más efectiva posible, de ahí que sea exigible que los activistas sean, o parezcan, pulcros y se evite en lo posible una imagen marginal. Un curso de Protocolo vendría bien, sólo los idiotas desprecian el protocolo. Que sean y parezcan serios sería ideal.