Hipotéticas hipotecas

Por J. Lavín Alonso

El batacazo sufrido días atrás por las hipotecas norteamericanas conocidas como subprime, fue de campeonato con medalla de oro. Subrpime es una expresión que hace referencia a las hipotecas de alto riego, concedidas a clientes de bajo perfil económico y con alto índice de morosidad; exactamente lo contrario de las llamada prime, concedidas a clientes de buena solvencia. Llegaron a proliferar tanto estas hipotecas basura que en 2006 se calcula que había circulando por ese concepto la bonita cifra de 600 mil millones de dólares, cantidad esta que rebasa con mucho los presupuestos generales de bastantes países.

La quiebra inmobiliaria ha provocado que la AHM, la agencia financiera norteamericana especializada en préstamos para viviendas del tipo descrito, haya sufrido una caída de sus acciones de hasta un 88 por ciento, y ya no pueda financiar más créditos hipotecarios. Subsecuentemente, algunos de los bancos que cubrían estas operaciones han cerrado sus líneas de financiación y han solicitado la devolución de los créditos. Lo mismo ha ocurrido con entidades bancarias europeas y japonesas que tenían inversiones en el mercado hipotecario useño. El resultado global ha sido una inmediata falta de liquidez con el consiguiente riesgo de colapso financiero. Ello ha obligado a la Reserva Federal, al Banco de Japón y al BCE a inyectar en sus respectivos mercados financieros fuertes sumas en efectivo. En lo que respecta al BCE, desde el inicio de la crisis hasta hoy, este ha aportado más de 200 mil millones de euros, siendo uno de los fines de dicha operación el evitar el aumento del Euribor. Al parecer, en España no hay oficialmente hipotecas subprime, pero las hipotecas sobre la vivienda han venido experimentando un aumento de hasta el 12%, lo cual significa un gravamen sobre las economías domésticas medias que dificulta, o incluso impide, la adquisición de la misma.

En 1979, un piso costaba de promedio unas 14 mensualidades de entonces. En 2006, los que tenían la suerte de ganar 1200 euros debían aportar a dicha compra 175 mensualidades. ¿Podrían explicar nuestros doctos gobernantes esta diferencia tan abismal? Mucho lo dudo. Según el Banco de España, durante el segundo trimestre del año en curso, las familias españolas tuvieron que destinar casi un 45 por ciento de su renta a financiar la adquisición de su vivienda. Ante esta tesitura, la pregunta que surge de inmediato es ¿Qué ha sido de las “soluciones habitacionales” tan cacareadas por la ya ex ministra Trujillo? Dejando a un lado el hecho de que regalase chancletas deportivas para estimular la búsqueda a pie o de que para sí misma se hiciese preparar un despacho de 77 m2, o de que propusiese “palomares” de 25 o 30 m² como la panacea de la morada, aquí, ni ha habido tales soluciones al problema de la vivienda y sus astronómicos costos, ni la habrá a un plazo más o menos largo. A pesar de la retahíla de grotescos ditirambos autoaplicados - Derrida sostenía que la sociedad actual vive inmersa en la mentira absoluta - por parte de los responsables del ramo, la cuestión hipotecaria no está solucionada. Mientras los políticos, sin detrimento de autoasignaciones salariales de verdadero escándalo, se tiran a degüello entre sí por cuestiones de pertenencia a derechas o izquierdas; de inmersiones lingüísticas rayando en lo ridículo; de separatismos irredentos e insolidarios; de inverosímiles alianzas de civilizaciones o de memorias históricas bastante sectarias y hemipléjicas, cuestiones todas ellas que sospecho son de escaso o nulo interés para la gran mayoría de la población que aspira a asegurarse un techo propio para el futuro, la adquisición de tal cobertura “habitacional” sigue siendo una cuestión harto hipotética.