El otoño del patriarca

Por J. Lavín Alonso

Solo que de un patriarca, no como el descrito por García Márquez como arquetipo del dictador caribeño del siglo XX, sino de otro, igualmente caribeño y dictador, que ha abandonado el uniforme verde oliva, que parecía ser su segunda piel, para enfundarse en uno de esos chándales horteras, tan en boga en una época como la actual, en la que el estilo y la elegancia parecen haber quedado reducidos a un escaso número de ámbitos.

En el firmamento de la infamia dictatorial que de cien años a esta parte ha sufrido el mundo, Fidel Castro Ruz brilla con luz propia, si bien su maligno resplandor no llega a la altura de los grandes como Hitler, Mussolini, Stalin, Mao o Pol Pot. Mas bien se le podría comparar con otras mediocridades del ramo: Franco, Pinochet, Videla, Salazar o Trujillo.

El mozo de Birán, de familia acomodad y buenos estudios, pronto le cogió manía al por entonces títere de los yanquis, Fulgencio Batista, y no paró hasta desbancarlo, liberando así al pueblo cubano de los horrores del capitalismo y de sus burguesas y decadentes libertades. Tras la caída de Batista y su asunción del poder vino lo del pacto secreto de Cojimar con la URSS, lo que le significó un gran respiro en lo económico. Le aseguró petróleo, armamento y otros suministros con los que mantener al pueblo de Cuba en su recién adquirido “paraíso”. A cambio, puso la sangre de muchos en las aventuras africanas del imperialismo soviético, y así fue transcurriendo la cosa, a trancas y barrancas, a pesar de la ley Helms-Burton, hasta el estruendoso y más que previsible derrumbe del padrinaje moscovita, llevándose con él la llave de la despensa y dejando a Fidel y su nomenklatura en la mas profunda orfandad.

Ahora, tras casi medio siglo ejerciendo de “comandante”, y al cabo de casi dos años de oscurantismo informativo, de incertidumbre y especulaciones sobra su mala salud y tras una delicada intervención quirúrgica, ha entrado en la fase que algunos llaman irónicamente de “coma andante”, y ha decidido - o han decidido por él, que es lo mas probable - hacer un extraño gambito de si mismo, traspasando las tareas de gobierno, pero no el poder, a su hermano y alter ego, Raúl Castro, en un ejercicio de supremo nepotismo.

En diciembre de 1962, JFK hizo un contundente resumen de la política de Castro en Cuba.

Decía así: La revolución prometió al pueblo cubano libertad política, justicia social, libertad de pensamiento, tierras para los campesinos y el fin de la explotación económica. Pero los cubanos se han encontrado con un Estado policial, con la destrucción de la libertad de expresión y de prensa y con la total subyugación del individuo.

Nadie se llame a engaño o a falsas esperanzas. Mientras uno de los dos Castro siga vivo, la transición a la democracia en Cuba no pasa de se un desideratum o una vana ilusión. Y a todo esto, Hugo Chávez, en un arranque de ingenuidad, pretende ser el émulo y sucesor internacional de Fidel. Vana pretensión, ya que aquel no pasa de ser un caudillo bufón, mientras que Castro, guste o no y a pesar de su abominable dictadura, tan cara a la bobalicona progresía de cartón piedra y notable miopía, es un político inteligente y de gran talla, solo que, como un Dart Vader redivivo, en el lado oscuro de la fuerza.