El LHC y sus enigmas
Por J. Lavín Alonso
Hadrones, bosones, quarks, gluones, mesones y otras denominaciones utilizadas en la Física Cuántica son poco o nada conocidas por muchas personas, sin embargo son los constituyentes básicos del mundo que nos rodea, incluidos nosotros mismos. Nada en el Universo carece de ellos; incluso puede que la tan controvertida “materia oscura” que parece formar la mayor parte de él también los contenga. Siempre me han subyugado estas extrañas palabras que parecen extraídas de las más fantasiosas aventuras de la literatura infantil. Intuyo en ellas algo transcendental, cuyo significado se me escapa, pero que debe ser de importancia capital para el conocimiento de nuestra propia esencia y de la del mundo en que habitamos.
Al Igual que los alquimistas medievales, encerrados en sus tenebrosos habitáculos de trabajo, mas semejantes a mazmorras que a lugares de incipiente sabiduría, trataban de reproducir los viejos conocimiento y magias orientales, a la vez que perseguían con ahínco el logro de la “piedra filosofal”, hipotética sustancia a la que se le suponían valiosas virtudes tales como la obtención de oro, la cura de diversas enfermedades e incluso el logro de la inmortalidad, los modernos físicos, desde el siglo pasado hasta nuestros días, no han dejado de escudriñar en lo mas íntimo de la materia, tratando de llegar a sus componentes mas elementales. Pioneros de estos intentos fueros los físicos Enrico Fermi y Otto Hahn, allá por la década de 1930, logrando este ultimo la fisión del átomo en su laboratorio de Berlín.
A unos y a otros, alquimistas medievales o físicos modernos, parece envolverles, a mi modo de ver, un aura de misticismo que los aísla del común de las gentes y los sumerge en lo más intrincado de la materia elemental, valga la contradicción, y a la vez del espíritu que como humanos poseen: lo físico y lo metafísico en un solo ente. Tal vez sea por eso que una de las metas que persiguen con el LHC, o tal vez la única, sea dar con el ignoto y hasta ahora solo hipotético “Bosón de Higgs”, al que le atribuyen la rara facultad de conferir forma material a lo que es energía pura, y que hasta ahora no se ha podido observar.
Ir precisamente tras la pista de dicho bosón, al que también han bautizado como la “Partícula de Dios”, es una de las tareas que los científicos van a acometer con la ayuda del mayor acelerador de partículas creado hasta hoy: el LHC - Large Hadron Collider, o Gran Colisionador de Hadrones. Los mas conocidos de ellos son el protón y el neutrón; en el LHC se utilizarán haces de protones.
Mediante el uso del colisionador y la cantidad de energía que es capaz de transmitir a los haces de partículas, no conseguida hasta ahora en los demás ciclotrones en uso, los científicos esperan reproducir las condiciones que reinaban en el instante mismo de producirse el Big Bang, es decir, en el instante en que nació el Universo tal como lo percibimos hoy. Hay quien asegura, con un cierto toque de catastrofismo que de este tipo de experimentos podrían derivarse resultados poco deseables, e incluso peligrosos, como son la formación de mini agujeros negros o la aparición de strangelets.Todas estas hipótesis han sido refutadas por los creadores del LHC.
Según científicos de la talla de Albert Einstein o Stephen Hawking, con el gran estallido inicial nació también el tiempo, ya que antes no había nada. En tal caso, cabría preguntarse quien o que provocó el instante de la Creación, pues es bien sabido que toda obra necesita - con perdón del librepensamiento - de un creador ¿O tal vez no? Esta es una cuestión mas subjetiva que racional. Una cuestión que ni las mas preclaras mentes de la Ciencia puedan agotar satisfactoriamente ¿O si?