Creencias diversas
Por J. Lavín Alonso
En lo tocante a creencias, cultos y pensamiento trascendente, desde que el mundo es mundo y el homo sapiens lo transita, ha habido, hay y habrá de todo, como en botica. Paganismo, idolatría, politeísmo, monoteísmo, agnosticismo, ateismo y toda una larga teoría de ismos y filosofías más o menos orientados al más allá. Cada ser humano y cada tribu se aferran y ponen en práctica aquello que hallen más acorde con sus aspiraciones metafísicas o escatológicas o que les sirva de mayor consuelo espiritual. Sectarismos aparte, esto es algo que se puede aceptar o rechazar en lo personal y privado, incluso en el ámbito público, pero es una realidad que no se puede negar. Contra la realidad no valen argumentos..
En el número de enero de 2008, la afamada revista “National Geographic”, en su edición española, publica un breve reportaje sobre la Fe en el Mundo. En resumen, viene a decir que hay un 33 por ciento de la población mundial que es cristiano; un 21 por ciento musulmán; un 13 por ciento de hindúes y un 14 por ciento de no creyentes, quedando el resto hasta completar la centena adscrito a otros diversos cultos. De todo ello se deduce que Jesucristo y Mahoma se adjudican la mayoría de creyentes, seguidos de Buda; quedando los no creyentes en un discreto tercer puesto., que no es como para tirar voladores, a pesar de las actitudes que adoptan algunos sujetos de esta tendencia. El escritor inglés G.K. Chesterton, por cierto, católico, decía que lo malo de las personas que dejan de creer, o no creen en Dios, es que acaban creyendo en cualquier cosa...
Ahora todo parece disolverse en un mar de relativismo religioso o moral, cuando no de un laicismo agresivo e irrespetuoso con las creencias ajenas. La sociedad actual esta infiltrada por un exceso de materialismo, por un apego hipertrofiado a los bienes terrenales y perecederos, dejando a un lado los valores espirituales y las conductas éticas, la justicia social y un reparto equitativo de las riquezas disponibles, lo cual conduce, como demuestra la inevitable y cruel realidad, a situaciones de extrema violencia, desesperanza y degradación moral. Y lo malo es que la solución a todo ello no se vislumbra ni en sus más elementales esquemas. Y para terminar, de nuevo Chesterton: “Tener derecho a hacer algo no es en absoluto lo mismo que acertar cuando se hace”.