El coronavirus o la insoportable dualidad del ser

En este articulo no voy a hablar de nada que tenga que ver con la realidad sanitaria del Coronavirus por dos razones, la primera es que ya se está hablando lo suficiente del bicho, de sus posibles orígenes, de sus formas de contagio, de sus fatídicas consecuencias para los que tienen la desgracia de infectarse y son sujetos de riesgo, de las medidas para evitar su contagio y otras manifestaciones que puedan hacerse sobre este asunto y la segunda es porque no soy un experto en eso y por tanto mi opinión no tiene la mas mínima validez ni credibilidad.

Pero de lo que si me creo autorizado a comentar es de las consecuencias socioeconómicas que esta pandemia está trayendo a la sociedad, las medidas que se están tomando para paliar sus efectos sobre la vida cotidiana de los ciudadanos y sobre la realidad de aquellos que nos dirigen y nos ordenan como tenemos que vivir día a día.

Resulta curioso que, como en muchos otros órdenes de la vida, la gente que nos dice como tenemos que actuar ante esta y otras desgracias que nos asolan son personas a las que, salvo en el aspecto sanitario, no les afecta de la misma manera su aplicación.

Tenemos que guardar cuarentena absoluta, bajo la amenaza de que, en caso de saltarse esa cuarentena, podemos sufrir consecuencias legales en forma de multas, detenciones y otras circunstancias recogidas en el código penal.

Bien, el que se salte la ley que la pague y mas cuando saltarse esas órdenes pueden traer como consecuencia la infección de ciudadanos que si las cumplimos.

Hasta aquí todo correcto. La ley se cumple y punto.

Pero vamos a analizar un poco más a fondo estas medidas.

Que los políticos nos digan que no hay que salir de casa para no contagiar está bien. Que los políticos nos digan que no podemos ir a trabajar por el mismo motivo también. Pero para el común de los mortales, no ir a trabajar no tiene la misma repercusión que para el político que da la orden.

Si una empresa se ve obligada a cerrar, en la mayoría de los casos esta suponiendo que los empleados tienen que ir, o al paro, en el caso de los autónomos, o a un ERTE en el caso de los asalariados de las empresas.

Si esto pasa, los ingresos de los trabajadores se ven mermados hasta límites insospechados, por cuanto el hecho de ir a un ERTE no supone dejar de trabajar y que el gobierno te pague el sueldo mientras dura la crisis, sino que cobraras el 70% del mismo.

Ahora bien, el político que da la orden, por el bien de la sociedad, ni sufre ni padece las consecuencias económicas de su decisión, ya que, además de no ir a trabajar en la mayoría de los casos, porque el Senado, el Congreso, los Cabildos, los Ayuntamientos se cierran, a final de mes cobran exactamente lo mismo que sin pandemia. Bien es cierto que, en la mayoría de los casos, estos políticos, sin pandemia, tampoco dan un palo al agua.

Esta situación se extiende a los funcionarios que, sin provocarlo, tiene los mismos efectos en su economía que la que sufren los políticos, es decir, ninguno. Con la diferencia sustancial de que sin pandemia los funcionarios si trabajan.

No hay ninguna medida del Gobierno bicolor que les afecte a ellos, mas allá que no puedan salir de fiesta.

Cuando veo al Presidente del gobierno hablar de las medidas que han tomado para los que se tienen que quedar en casa por obligación, cuando veo al gabinete de crisis insistir en que la única solución para paliar los devastadores efectos que sobre la población está teniendo esta pandemia, me ratifico en mi creencia que en esta sociedad hay dos tipos de ciudadanos, los que padecemos los efectos de las crisis y los que pasan por ella sin sufrirla.

Qué fácil es decirle a un ciudadano que, por el bien común, no podemos trabajar y que, como consecuencia de ello, nuestros ingresos caerán en picado, mientras ellos a final de mes ingresaran lo mismo.

Qué fácil es ahora felicitar a los profesionales de la salud por el ingente y complicado trabajo que están realizando, cuando el resto del año se les recorta sistemáticamente medios para llevar a cabo su labor cotidiana y no se les paga lo que, en justicia les corresponde.

Qué fácil es alabar el trabajo de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, Guardia Civil y Policía Nacional, en su trabajo para, ayudar, vigilar y controlar a los ciudadanos, cuando el resto del año se les deniega la igualdad salarial entre los cuerpos que desarrollan la misma función, equiparando sus sueldos a los de las policías autonómicas.

En definitiva, que fácil es tomar decisiones cuando no se sufren las consecuencias.

Estas crisis demuestran algo que ya es demasiado evidente como para obviarlo, los ciudadanos somos los que sacamos la sociedad adelante mientras nuestros dirigentes se empeñan en complicar nuestra existencia día si día también.

Ya me gustaría a mi ver a Pablo Iglesias pasando la cuarentena en su pisito de 60 metros cuadrados del Barrio de Vallecas, del que dijo en su día que no se iría nunca, cobrando el 70% de tres salarios mínimos, y no como está ahora, en un casoplon de lujo en un barrio de lujo y cobrando un sueldo de lujo.

Pero como siempre, aquí no pasa nada, los políticos nos piden el esfuerzo económico a los ciudadanos mientras ellos siguen como si tal cosa.

Cierto es que la pandemia, en el sentido sanitario de la crisis, no distingue de clases sociales. La prueba es tan evidente que personajes de la alta sociedad también se han visto afectados hasta el punto de fallecer, caso del Presidente del Banco de Santander en Portugal, o están en situación muy delicada como el ex presidente del Real Madrid, Lorenzo Sanz. También es cierto que el virus ha atacado a la clase política, pero lo cierto es que esta es la única similitud que los efectos de la pandemia tienen en la sociedad española.

Por responsabilidad los políticos nos ordenan no trabajar y aislarnos, irnos a la ruina económica en miles de casos y al paro en otros tantos.

Pero ellos, a final de mes, cobraran exactamente lo mismo, hayan tenido el virus o no.

Las medidas económicas que ha tomado el gobierno son, en muchos casos, el chocolate del loro, no se cansan de decirnos que no nos van a abandonar a nuestra suerte, cuando la triste realidad es que por su propia incompetencia a la hora de tomar las medidas a tiempo, es precisamente lo que han hecho.

La forma de afrontar los inicios de esta crisis sanitaria me recuerdan a cuando el ilustre economista socialista y a la par Presidente del Gobierno, Jose Luis Rodríguez Zapatero, nos intento convencer que la crisis que se nos avecinaba no era sino una ligera recesión económica, cuando la realidad superaba a la ficción. Esta forma de afrontar las crisis debe ser un gen que tienen nuestros políticos en su ADN. Llegar tarde y mal debe ser condición sine qua non para formar parte de esta clase de dirigentes patrios.

La crisis no la creo ZP como el virus tampoco PS, pero sus efectos no los padecen ni el primero ni el segundo.

Cuando veo que un amigo mío, después de 53 años trabajando en su empresa, se ve obligado a mandar a todos sus trabajadores a un ERTE, mientras que los que rigen nuestras destinos se empecinan en decirnos que solamente con el esfuerzo ciudadano se saldrá de esta, se me pone el cuerpo de sarpullido hasta en la foto del DNI.

El día en que los políticos sufran económicamente las consecuencias de sus decisiones, entonces y solo entonces, nuestra sociedad será medianamente justa, mucho más de lo que es ahora.