Las chorizadas son para el verano
Por Fernando Marcet Manrique
Aah... el verano... qué bella época. Ya lo dicen las leyes de la termodinámica, el calor es lo que tiene, que dilata cuerpos y acelera procesos. Todo sube en verano. La nandrolona pedalea sobre puertos de montaña, los políticos se suben sus sueldos, a los centros comerciales de dudosa legalidad les da por abrir y los cuartos aperos sitos en terrenos rústicos tienden a expandirse (a más de uno le sale pérgola y hasta piscina, barrunto que para mayor comodidad de las cebollas).
Es cosa cierta y asumida que en verano se relaja el espíritu crítico del personal. Quien más quien menos andamos todos demasiado ocupados pensando en playas y fiestas, como para ocuparnos de esas cuestiones tan, pero que tan irritantes. Ya sabemos de qué pie cojeamos, ¿no nos conocemos o qué? Aquí quien no corre vuela, no vamos a descubrir la pólvora ahora. Déjame aquí tranquilito con mi sombrillita y mi cervecita, no me calientes más la cabeza con las mundanas miserias humanas, que ya tenemos el resto del año para eso. Suelta el periódico y ponte a mirar rubias en bikini como todo el mundo, hombre ya (el mundo masculino heterosexual, se entiende, que hoy en día todo hay que especificarlo para que no te acusen de esto o de lo otro).
Esta sencilla realidad es bien conocida por los mosquitos y demás chupa-sangres, que aprovechan la coyuntura para hacer aquello que mejor saben hacer, al cobijo del calorcillo y del relax general.
Ahí tienes al bueno de Miguel Ángel, por ejemplo, clamando en el desierto playero, diciéndonos lo obvio, no una, ni dos, ni tres veces, sino en cuatro artículos de opinión consecutivos. Ni con su tan mencionada abstención le leí tamaña obcecación, y vaya si el tema no lo merece. Más de tres mil personas se apuntaron a alguna lista electoral sólo en Lanzarote. ¿Cuántos fueron a votar? Pues si contamos con estos tres mil y sus familiares cercanos no crean que muchos más. No sería raro que en las próximas elecciones hubiera más nombres en las listas de candidatos que papeletas en las urnas. Y es que no me digan si el hecho de que uno pueda ponerse el sueldo que va a ganar durante los próximos cuatro años no es un reclamo de lo más goloso. Ya le puedes echar raid a ese mosquito. Total, estamos en verano, pensarán ellos, ya se les quitará el escozor en una semanita o dos, que el agüita de mar todo lo cura. ¿No fue eso lo que uno dijo? En una semana o dos ya se habrán olvidado del tema de los sueldos. Pues va a ser que no.
Va a ser que no. Las cosas de la precariedad laboral. Cada vez somos más los que nos pasamos el veranito en casa. Sí, esa casa construida con materiales de última degeneración, la degeneración de las constructoras que usan bloques de 20 para ahorrarse unos euros y colocan cañerías defectuosas por las que se escapan humedades y demás cochinadas. Ya saben, esa casa que estaremos pagando hasta el 2050 por obra y gracia de nuestro banco amigo que nos apoya y nos quiere (qué haríamos sin él), y que por supuesto nunca tiene la culpa de que cada año la hipoteca sea más cara. Es el euribor, es el euribor, te dicen, como si el tal euribor fuera un ente extraterrestre veleidoso, absolutamente ajeno a ellos.
Cada vez somos más los que no tenemos paga extraordinaria en verano, porque los contratos de última degeneración vienen todos prorrateados. Cada vez somos más los que no hemos podido ahorrar durante todo el año comprando comida barata en supermercados baratos, que no existen. Cada vez somos más los que, en definitiva, no tenemos otra que pasar los calores veraniegos en nuestro súper sofá Ikea sin más consuelo que el de un ventilador de tres velocidades (una de ellas inoperativa) y alguna película alquilada en el video club de al lado.
Sí, cada vez somos más los que en verano las pasamos igual de putas que en el resto de estaciones. Aun peor, por aquello del calor y los agravios comparativos (unos en la playa, yo en mi casa y currando). Y no se imaginan lo poco tolerantes que somos para con los mosquitos y demás chupa-sangres.
Y por cierto, hablando de todo un poco, espero que al gobierno le salga el tiro por la culata con lo de los 2.500 euros por chinijo, y que este verano se usen más profilácticos que nunca. Vaya asunto rancio este de los incentivos. Es decir, que los jóvenes no quieren tener hijos por una serie de cuestiones, como es la precariedad laboral, el precio de la vivienda, etc, etc, y al gobierno no se le ocurre otra cosa que, en vez de abordar estos problemas a fondo, acometiendo las políticas sociales que por el nombre del partido que lo conforma se les supondría, en vez de eso, digo, no se les ocurre otra cosa que dedicarse a repartir una serie de limosnas por niño, sin ningún tipo de ton ni son, dando igual pobres que ricos, y como si con 2.500 euros se pudiera criar un bebé más allá de los pañales y los biberones. Tiene bemoles la cosa.