Caridad

Por Mare Cabrera

Así se llama la mejor profesora que he tenido en mi largo historial estudiantil, dilatado ahora por la crisis hasta no se sabe cuánto. Algo tendré que hacer. No son pocos los tíos y primos que me preguntan hasta cuando seguiré matriculada en la Universidad, a lo que yo respondo que con lo que me pagan por mis articulillos no tendría que trabajar en nada más. Pena que no me crean…

Caridad impartía Historia en el Instituto Blas Cabrera Felipe. En un artículo anterior ya les hablé aquí mismo de ella, largo y tendido. Me dio clases dos cursos. Una señora elegante y atractiva, con un saber estar que al menos a mí me hacía respetarla y admirarla.

Ahora que son tantas las voces críticas sobre los maestros y educadores no puedo evitar reivindicar el papel tan importante que llevan a cabo. Motivar a nuestros hijos, transmitirles conocimientos, inculcarles también valores para la consecución de su vida fuera de los centros escolares. El desarrollo de un niño no puede entenderse sin tener en cuenta la interacción con su medio, lo que algunos autores llaman micro y mesosistema. La familia, el entorno cercano, el colegio y hasta el vecindario influyen en su adaptación, sociabilidad y por supuesto en los conocimientos que adquiera.

El maestro lleva de la mano a los niños, los padres se los entregan con una confianza algo mermada, y encima prima ahora el capricho infantil antes que las buenas maneras. La desconfianza en el papel del educador mermará la estimulación del niño, su desarrollo. La figura del maestro, como la del médico y el abogado hace años, eran intocables. Se entendía que lo que dijeran iba a misa. Pero es que ahora los maestros están más preparados, saben y estudian más, asisten a cursos, se renuevan y acrecientan los currículos. ¿Y entonces por qué tan malos resultados? En mi opinión, por la descoordinación entre los sistemas que forman parte del desarrollo del niño, la falta de motivación de un profesorado que en muchos casos dilata su carrera en demasía, los padres, que ven al enemigo en una figura que no lo es, la falta de recursos para llevar a la práctica toda la teoría psicopedagógica y el empeño por meter en la cabeza de los niños lo mismo de la misma forma, sin atender a su individualidad y a la vez sin entender su globalidad. El entorno, las relaciones con él.

De alguna manera habrá que atajar los altísimos índices de fracaso escolar que se siguen registrando en Canarias, pero no echando por tierra la labor de profesionales que en muchos casos ofrecen a los niños todo lo que éstos no encuentran en su propia casa.