Desde el otro lado del Jable

Adiós. Simplemente

Por Serapio Manuel Rojas de León

Vino a recogerte para el definitivo viaje desconocido. Crónica del más allá sin palabras ni relatos. Ha venido muerte a tu casa cuando estabas sin oropeles, sin revuelos ni manifestaciones diversas. No disfrutabas actos especiales de homenajes o de animadas actitudes. Se acercó a tu intimidad, a tu recogido momento de más sosiego, de nuestra, se supone, mejor soledad. Ella es así de impertinente, de imprevisible. Por eso es Muerte. En fin, que la dejaste entrar. Tú siempre tan tuyo y a tu manera.

Quiero pensar que le has relatado tu crónica acerca de tus pasos por el terruño y de tus posibles pasiones defendiendo tu creida razón, plasmando lo que siempre pensaste que era un derecho de todos disfrutar y proteger en este trozo de suelo que dejas con el rumbo algo desvirtuado.

Pienso en que te habrás lucido con alguna que otra sin razón, que también las tuviste, porque claro, eras humano, y por tanto con derecho a errar, pero no por ello desvinculaste la real visión de los acontecimientos, que unas veces más partidario o menos sometido, se calaba en los que te oían, dándoles incluso opinión, creándoles espíritu crítico razonado.

No te conocí más allá de lo estrictamente popular y profesionalmente, por lo cual no sé de tu interior sentimental, ni de tu forma de ser en ese intimismo que todas las personas ostentamos, pero siempre admiré esa capacidad de sacrificio y disciplina personal infligida no solo a tu persona, sino con exigencia devota a quienes profesionalmente te rodeaban, siendo a veces esa presión de esfuerzos y dedicaciones tuyas en muchos casos molesta y demasiado rigurosa, no exclusiva del ámbito laboral, sino extrapolada también a los que se hacían contigo protagonistas. Perfeccionando la perfección puede olvidarse la vida, pero también es un fundamento para vivirla.

No debió muerte acercarse para arrebatarte el micrófono y los renglones por escribir en esa situación de recogido momento, de necesitado descanso, de reflexiones vividas. Vino a buscarte y te has dejado llevar sin mostrarle rebeldía, con la conciencia de saberte trabajador en lo que te gustaba y en lo que creías. También tenías derecho, por supuesto, a irte con ella como te diera la gana, y has apagado tu voz que ya no será escuchada después de cada fin de semana, iniciando lunes con más bríos y más entusiasta las críticas de las sinrazones para con unos conejeros que con sus acciones inconscientes maltratan a otros tantos isleños, quedando huérfanos de la voz que nos roba la soledad impidiendo despertar las conciencias que abriendo mentes, debieran reflexionar que las cosas pueden ser diferentes, y por ende, mejores, como cada mañana tu nos inculcabas.

Que te perdonen, si quieren, las incongruentes gentes, sobre todo aquellas que se creen ofendidas porque les dijiste lo que son, o porque les llamaste la atención por lo que mal hacen, pues seguros estamos de que ni siquiera en ese instante tan aciago, te arrepentiste por indicarle a cada disparate su nombre y a los protagonistas de esas indecencias el suyo.

Tu voz desde la soledad eterna se echará de menos, tanto como a ti, portador que la insuflaba a los oídos conejeros cada día, para inculcarnos rebeldía e inconformismo a lo establecido porque sí.

Si. También lo sabemos, no se es imprescindible, pero en determinadas situaciones, se echará en falta a quien, sin dudas, era necesario. Como las adulaciones, me dicen, nunca te entusiasmaron, ni tus detractores te hacían mella, seguro que descansas en Paz. Que así sea.