¡Que se besen, que se besen!

Fueron los estadounidenses, quién si no, los que pusieron de moda, a base de utilizarla, la expresión “políticamente correcto”. Detrás de ella se esconde una nueva forma de llamar a las cosas por otro nombre, lo que antiguamente se entendía por utilizar eufemismos. Así, un viejo ya no es siquiera un anciano, sino gente grande o de la tercera edad; un ciego no puede ser llamado sino invidente y un enano, una persona peque. Los negros son de color (y en los States, afroamericanos, ¡toma!); los muertos civiles de una guerra, daños colaterales... y así hasta la náusea. Lo políticamente correcto se ha impuesto con la misma facilidad que lo desnatado, lo descafeinado, lo light, lo bajo en colesterol, lo -en definitiva- tibio y mediocre.

Y así, tibio, mediocre y políticamente correcto, se ha vuelto el ambiente previo a un derby en la actualidad. Que nadie levante la voz para señalar de manera acusatoria a esta columna por incitar a la violencia; eso es otra cosa, oiga. Aquí lo que se pide es que los protagonistas dejen de esconderse detrás de una mal entendida deportividad y digan lo que debería ser su discurso obligatorio: "queremos ganarles y, a ser posible, por goleada".

Recuerdo los derbis que presenciaba de niño en mi Palma natal entre el CD. Mensajero y SD. Tenisca, esos sí eran derbis de verdad; con declaraciones incendiarias durante la semana previa y dos equipos dejándose la piel en un estadio abarrotado de apasionados espectadores. Entonces el amor a unos colores y el respeto a una camiseta tenía una sentido diferente al de ahora, también porque los salarios de los futbolistas tenían mucho menos ceros que en la actualidad. Las cosas en la actualidad son diferentes, y basta con mirar el respeto y la tibieza con la que se trataron la semana pasada los protagonistas de Castillo y Lanzarote para darnos cuenta de que lo light lo ha inundado todo. Entrenadores y futbolistas se deshacían en elogios hacia el rival y todos incidían en la dificultad que entrañaba dicho partido. Por todo ello, ya sólo queda gritar aquello de que ¡que se besen, que se besen!