jueves. 18.04.2024

La última vez que dedicamos esta columna a los planes nucleares de Marrecos, algunos periodistas del vecino país tuvieron a bien hacerse eco de la misma en sus medios. Fue el caso, por ejemplo, del señor Khalil Hachimi Idrissi, que me dedicaba un artículo en el periódico que él mismo dirige “Aujourd'hui Le Maroc”, con sitio en internet en www.aujourdhui.ma, para más señas. Al cronista marroquí, que en su día acusó al corresponsal en Marruecos de El País, Ignacio Cembrero, de ejercer como espía del Gobierno español, le parece que desde esta otra orilla exageramos cuando ponemos el grito en el cielo cada vez que nos enteramos de las intenciones del Reino alauí de disponer de la misma energía nuclear con la que llevamos años contando en España, Francia y en otros países teóricamente más civilizados que, hipócritamente, se alarman cuando en el teórico tercer mundo pretenden acceder al mismo nivel de desarrollo tecnológico. El paternalismo de los más ricos hacia los más pobres crea situaciones que en ocasiones pueden resultar hasta cómicas, de puro cínicas.

Pero una cosa no quita la otra. Y que en Canarias, y sobre todo en las islas más cercanas geográficamente a Marruecos, estemos siempre con la mosca detrás de la oreja cada vez que tenemos noticias de centrales nucleares justo ahí al ladito, a un tiro de piedra de Lanzarote y Fuerteventura, parece inevitable. La geografía es la que es, y además tenemos las corrientes marinas que tenemos y estamos en una zona de especial sensibilidad sismográfica, como es triste fama. O sea, más leña al fuego. Eso por no hablar de lo que supondría para las islas, cuyas economías penden y dependen de los vaivenes de una industria tan poco estable como el turismo, una alarma nuclear como las que ya se han vivido en otros puntos del planeta, incluso en países técnicamente más avanzados -como de aquí a Australia- que Marruecos. El mosqueo insular, por lo tanto, tiene su razón de ser, y no es caprichoso ni arbitrario.

La última actualidad con respecto a este asunto es que la intención de Marruecos de construir una planta nuclear para la producción de electricidad en Sidi Boulbra, a 400 kilómetros de Lanzarote va viento en popa. La denominada hoja de ruta del Gobierno marroquí para los próximos diez años apuesta decididamente por la energía nuclear como complemento al gas natural y a los denominados recursos nucleares. Son 200 kilómetros más de distancia de nuestra isla que Tan Tan, donde habían pensado inicialmente los amigos marroquíes, a finales de la década de los noventa del siglo pasado, levantar una planta desaladora, muy distinta a las de Inalsa, utilizando tecnología nuclear china. Precisamente china, y no es un cuento. Tan Tan en serio iba la cosa, que el entonces consejero de Industria del Gobierno canario, Lorenzo Suárez, viajó por aquellas fechas a Rabat para ofrecer una alternativa: levantar una desaladora que funcionara con energía eólica. Ninguno de los dos proyectos salió adelante, y de lo eólico sólo conocemos de último lo del caso judicial que lleva el mismo nombre.

Los canarios podemos terminar pensando que el Rey Mohamed VI no nos tiene en muy alta estima cuando se empeña una y otra vez en colocarnos la central nuclear de marras justo detrás de nuestros cogotes. Los de CC tenían pensado hacer preguntas al Gobierno nacional para conocer su postura ante lo que Paulino Rivero, el hoy presidente del Ejecutivo autónomo o autómata, llamaba por aquel entonces “el nuevo proceso de nuclearización que pretende llevar a cabo Marruecos en la costa atlántica”. El Ejecutivo de Zapatero ha dicho que proporcionará ayuda española para garantizar la seguridad y que la central cuente con las últimas tecnologías. Marruecos insiste en que la decisión de construir una central atómica está tomada, y que no hay vuelta atrás. Están en su perfecto derecho al desarrollo. Es su soberana decisión. Y, como dijo el otro, estas son lentejas: las tomas o las dejas. Al que le guste, bien, y al que no, también. ¿Tenemos algún derecho los vecinos de Marruecos? Sí, el inalienable y sacrosanto derecho al pataleo. Menos aceite da un carozo/caroso. ([email protected]).

Más de Marruecos
Comentarios