jueves. 28.03.2024

En muchos aspectos de nuestra existencia la simbología es muy importante. Como también en el ámbito de la política. Estoy convencido de que nuestra historia se ha construido sobre muchas falsedades. Nos han predicado que la Iglesia católica, el Ejército y la Monarquía, instituciones llenas de patriotismo, nos han permitido superar nuestras continuas crisis que han jalonado nuestra historia. Una patraña. La Iglesia apoyó la dictadura franquista, por lo que fue recompensada con todo tipo de prebendas. El Ejército ha sido liberticida, como en 1923 Miguel Primo de Rivera y Franco en julio de 1936. Y tuvimos el alma en vilo el 23-F. La actuación de la Monarquía ha sido muy semejante, sobre la que hablaré luego. Las tres han sido una rémora para nuestra democracia. A pesar de ello, o, mejor, precisamente por ello, han sido las instituciones más reconocidas en nuestra Carta Magna.

Sorprende que la Monarquía tenga todavía tantos monárquicos y todavía más con determinados acontecimientos recientes vinculados a miembros de esta institución. Acontecimientos que los grandes medios y tres de los grandes partidos silencian. Conviene recordar nuestra historia y así conocer la actuación de nuestros monarcas.

La dinastía borbónica se inició con Felipe V, Luis I, Carlos III y Carlos IV. La actuación de la esposa de este último, María Luisa fue vergonzosa, amante de Godoy con la permisividad del Rey, al que de simple Guardia de Corps lo convirtió en el amo de España.

Fernando VII fue el más taimado, el más cruel y el más dañino. En tiempos de la Guerra de la Independencia, mientras los españoles luchaban a muerte con el ejército francés invasor, su actuación fue deprimente. Publicó un decreto condenando la malignidad de quienes pretendían crear malestar a los franceses. Tras la marcha de toda la familia real a Francia siguiendo los designios de Napoleón, las escenas que tuvieron lugar en Bayona fueron de una abyecta bajeza, cediendo tanto Carlos IV y Fernando VII todos sus derechos el emperador francés. Luego Fernando felicitó a Napoleón por sus victorias militares sobre los españoles. Más tarde le escribió: “Mi gran deseo es ser hijo adoptivo de S.M. el emperador, nuestro augusto soberano. Yo me creo digno de esta adopción, que sería, verdaderamente la felicidad de mi vida, dado mi amor a la sagrada persona de S.M.I. y R”. A Napoleón le sorprendió tal servilismo. Una vez llegó a España Fernando, por el que habían muerto los españoles, fue llamado “El Deseado”, en 1814 declaró la Constitución de 1812 y los decretos de las Cortes de Cádiz nulos y de ningún valor y efecto. Y el pueblo español, siempre tan presto a desperdiciar lo conquistado, se aprestó sin empacho a cambiar el “Viva la Pepa” por el “Vivan las caenas”. Mas no satisfecho por tanto daño hecho en vida, nos dejó a su muerte planteada una guerra fratricida.

La actuación de su hija, Isabel II fue no menos lamentable. La sucesión de sus amantes es interminable. Para conocer la larga lista de ellos y las vicisitudes de su vergonzoso reinado, puede leerse el gran libro Isabel II Una Biografía (1830-1904) de Isabel Burdiel. Tras la Revolución de septiembre de 1868 tuvo que exiliarse, Murió en París en 1904, al recibir la noticia su nieto Alfonso XIII, Maura le aconsejó que no acudiera. Por ello, no fue a recoger su cadáver, que fue enviado directamente a El Escorial.

El 14 de enero de 1875 entró triunfalmente en Madrid como Rey, Alfonso XII, hijo de Isabel II, el padre parece que fue un capitán de ingenieros llamado Enrique Puigmoltó. Una anécdota muy expresiva del sentir cambiante de los españoles, cuando descendía en un brioso corcel blanco por las calles de Madrid, ante los estridentes vítores que no dejaba de lanzarle un paisano que corría a su lado, le hicieron inclinarse a Alfonso XII para decirle: “Pero, hombre, ¡que se va a quedar usted ronco!”, a lo que el entusiasta replicó. “¡Que va! ¡Si me hubiera oído cuando echamos a su madre…!”. Fue mujeriego empedernido, algo muy común en su familia, circunstancia que no denunció la jerarquía católica, tan inflexible con la conducta sexual del resto de los españoles. Los amoríos de los reyes en España eran y son vistos con indulgencia; a veces, como un mérito. Sin embargo, el más leve desliz de una reina no se perdona.

Alfonso XIII, también llevó una vida licenciosa, propició y legitimó el golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera en septiembre de 1923, para paralizar el Expediente Picasso, relacionado con el Desastre de Annual, que podía salpicarle. En un viaje que realizó a la Italia de Mussolini presentó a Miguel Primo de Rivera, como su Mussolini particular. Su figura ha sido discutida por los historiadores, mas lo que parece evidente que su ideología política fue siempre autoritaria y antidemocrática.

Juan Carlos I fue designado por el Dictador, al que en su primer discurso oficial como Rey dedicó las siguientes palabras, de las que todavía --que yo sepa-- no se ha arrepentido: “Una figura excepcional entra en la Historia, con respeto y gratitud quiero recordar su figura. Es de pueblos grandes y nobles saber recordar a quienes dedicaron su vida al servicio de un ideal. España nunca podrá olvidar a quien como soldado y estadista ha consagrado toda su vida a su servicio”. Y que yo sepa nunca se ha retractado. ¿Para qué?

A pesar del extraordinario blindaje mediático y constitucional, recientes comportamientos, como la cacería del Rey en Boswana; los regalos de empresarios españoles y de los jeques del petróleo, el caso de Urdangarin, las cintas de Corinna, conducen a un desprestigio irreversible de la monarquía. Mas la realidad es la que es, mal que les pese a algunos. Por ello, no entiendo tanto monarquismo en la sociedad española. ¿Qué espera el PSOE para defender un referéndum sobre República o Monarquía? ¿Es o no es un partido republicano? ¿Por qué no se pregunta a la militancia?

La defensa del republicanismo la han tenido que hacer las nuevas fuerzas políticas llegadas a los ayuntamientos en las últimas elecciones municipales. Han sido criticadas con el argumento, ya sobado de que la gente está más preocupada por otras cuestiones. Seguro. Pero eso no es motivo suficiente para denegar la defensa del republicanismo, republicanismo que lo llevaban en su programa electoral. Republicanismo que ya ha olvidado el PSOE, así como también se ha olvidado el denunciar los Acuerdos con la Santa Sede. Los olvidos del PSOE son muchos. Para justificar estos olvidos sus dirigentes siempre encuentran motivos: el consenso, política de Estado, estrategia electoral, etc. Luego se sorprenden de que muchos de sus votantes hayan preferido otras opciones políticas. El PSOE renunció al republicanismo, en aras a la necesidad del consenso en la Transición. Pero desde 1978, fecha de la Constitución, han pasado ya 40 años y los tiempos son otros y muy diferentes, por lo que el PSOE debería recuperar y defender su republicanismo, como lo hizo en un memorable discurso el socialista Gómez Llorente en el Congreso de Diputados el 11 de mayo de 1978, del que expongo luego las ideas fundamentales.

En la elaboración de la Constitución, los socialistas asumen la responsabilidad de replantear todas las instituciones básicas de nuestro sistema político sin excepción, incluso la forma política del Estado y la figura del Jefe del Estado. No creen en el origen divino del Poder, ni en el privilegio por razones de linaje. Ni aceptan la Monarquía como una situación de hecho. Defienden la República: por honradez, por lealtad con su electorado, por las ideas del partido, porque sienten el mandato de los republicanos que no han podido concurrir a las elecciones. Reafirman la forma de gobierno republicana, al ser la más racional y acorde con los principios democráticos.

Del principio de la soberanía popular se infiere que toda magistratura deriva del mandato popular; que las magistraturas representativas son fruto de la elección libre, expresa, y por tiempo definido y limitado. La limitación no sólo en las funciones, sino en el tiempo de ejercicio de los magistrados que representan a la comunidad, es una de las ventajas más positivas de la democracia, pues permite resolver pacíficamente, por la renovación periódica el problema de la sustitución de las personas, mas por el contrario, es muy conflictivo la sustitución de los gobernantes no electos. Además para un demócrata, ninguna generación puede comprometer la voluntad de las generaciones sucesivas. Por otra parte, en nuestra historia vemos que en la implantación del régimen constitucional, la Monarquía ha sido un gran impedimento. Por eso exclamó Pablo Iglesias en el Parlamento el 10 de enero de 1912: “No somos monárquicos porque no lo podemos ser; quien aspira a suprimir al rey del taller, no puede admitir otro rey”.

Los socialistas aspiran a la igualdad y se esfuerzan por compatibilizar la libertad y la igualdad, de ahí sus reparos a la herencia. ¿Cómo no vamos a ser contrarios a que la jefatura del Estado sea hereditaria? Estas ideas no tienen su génesis en el propio pensamiento socialista, sino en el liberalismo radical burgués. Mas los socialistas son republicanos no sólo por razones de índole teórica. Pertenecen, a un partido, que se identifica con la República, no en vano, fue el pilar fundamental en el régimen del 14 de abril de 1931. Fue baluarte de la República, cuando no hubo otra forma de asegurar la soberanía popular, la honestidad política y, en definitiva, el imperio de la ley unido a la eficacia en la gestión. Si hoy el PSOE no se empeña como causa prioritaria en cambiar la forma de Gobierno es porque alberga razonables esperanzas de compatibilizar la Corona y la democracia, y que la Monarquía sea una pieza constitucional, que sirva para los Gobiernos de derecha o de izquierda y que viabilice la autonomía de las nacionalidades que integran el Estado. Por ello aceptan lo que resulte en este punto del Parlamento constituyente.

Insisto, para ver si las mentes de algunos prebostes del PSOE lo tienen en cuenta. Hoy, en 2018, los tiempos son otros y muy diferentes. La institución monárquica está totalmente desacreditada. Por ello, plantear un referéndum Monarquía o República entiendo que sería lo lógico. Y por dignidad democrática. ¿Por qué no preguntan sobre el tema a la militancia? Además no pasaría nada si se instaurase la República. Seguiría saliendo el sol, después del día vendría la noche; y seguiría el discurrir de las estaciones durante el año. Y supongo que España no sería sacudida por un movimiento sísmico. En estos años de democracia, podrían haber ejercido la Jefatura del Estado, seguro mucho mejor que el ínclito Juan Carlos I, personajes de la talla de Adolfo Suárez, Ernest Lluch o Francisco Tomás y Valiente.

¿Qué espera el PSOE para defender un referéndum sobre República o Monarquía?
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