viernes. 29.03.2024

Te habrás dado cuenta de que, de un tiempo para acá, todo el mundo sabe de economía… incluso los economistas, esos mismos linces que no se olieron ni de lejos la que se nos venía encima y que ahora van sentando cátedra por todas las esquinas, incluso aunque no les preguntes ni media al respecto. Hasta los periodistas hablan de eso como si supieran o supiesen algo de ese juego de tramposos que siempre fue la economía, desde los albores de la Historia. Y los tertulianos, ni te cuento. ¿De qué no saben los enterados tertulianos mediáticos o mediocres? Saben de todo, como es triste fama, menos del hecho evidente de que no saben nada, como casi todo hijo de vecino. Hasta de las primas de riesgo hablan y no paran los muy primos, como si la conocieran de toda la vida estos catedráticos de la nada elevada al cubo (de la basura). Saben de todo… pero ignoran que todo es mentira. Ah, pero la ignorancia es muy atrevida, y lleva al más tolete a dárselas de experto. Ya los habrás leído, visto u oído por todas las esquinas. Empiezan a ser una plaga de lenguatrapos. Insufribles, a fe mía. Te los regalo.

Confieso que de economía entiendo nada tirando a menos que nada, como la inmensa mayoría (son las páginas del periódico que apenas miro, junto a la de los pocos anuncios que vabn quedando). Y a los economistas los entiendo menos, valgan verdades. De siempre. O de nunca. Y además no les creo, puesto que aciertan menos que los macrosondeos de los periódicos o del CIS. Lo dejó escrito tiempito atrás uno de los escasos economistas que escribe con altura literaria, Luis Ignacio Parada: "Un filósofo es un ser encantador capaz de explicar cosas que nadie entiende con palabras que conoce todo el mundo. En cambio, un economista es un tipo indignante capaz de explicar cosas que conoce todo el mundo con palabras que nadie entiende". Cuando en lugar de mejorar –un suponer- se habla siempre de optimizar, no les digo más...

Por venirnos a esta pobre islita rica sin gobierno conocido, podemos caer en la exageración y en la demagogia cuando decimos, como solemos decir, aquella frase hecha de que todos los políticos de Lanzarote son un desastre. A lo peor exageramos, sobre todo cuando algunos añadimos que sólo hay dos clases de políticos: los malos... y los peores. Pero, con exageraciones o sin ellas, después hay un dato objetivo que no admite doble lectura o interpretación, puesto que las matemáticas, si no nos engañaron los profesores en el Instituto, no mienten. Y las matemáticas, las cuentas que no son cuentos, avisan y advierten que prácticamente todas las instituciones oficiales de Lanzarote están en bancarrota, pizco más o menos, duro arriba o euro abajo. ¿Culpa de la crisis que nos azota? No, llevan así años… incluso desde cuando la época dorada de las vacas locas (gordas, perdón) que se zamparon los mismos que todavía hoy siguen mangoneando en esas mismas corporaciones.

¿Nos hace falta una crisis aguda como la actual a los lanzaroteños para que nos lleven a la ruina los mismos ruinas que nos malgobiernan desde hace lustros y décadas? Qué va. Se valen, se bastan y se sirven ellos solitos. Lo han demostrado reiteradamente. En caso de deudas (de dudas, quise decir), véase no más lo que hicieron con aparentes insumergibles económicos como Inalsa (negocio redondo y rentable hasta para el más torpe del planeta) o los Centros Turísticos del Cabildo: con todo el viento a favor (Inalsa es el monopolio por excelencia, como sabe hasta el más tonto del pueblo o el más despistado de la clase), hundieron esos barcos cuando no había tormenta en lontananza (que es la forma que tienen los cursis de llamar al horizonte), con el mar en calma y cuando atábamos a los perros con chorizos (de Chacón). ¿Se necesita alguna prueba más para no volver a confiar en las urnas en ninguno de los miembros –y miembras- de la degradada casta política insular? Ustedes mismos, pero yo no daría un duro (mucho menos un euro), por ninguno de ellos.

Los enterados de la caja del agua y su prima peligrosa
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