viernes. 19.04.2024

Por Pedro M. San Ginés Gutiérrez

El 24 de marzo de 2012 estará señalado en la historia de Lanzarote como la mayor movilización popular jamás vista en la isla que me vio nacer. A pesar del vergonzoso baile de cifras al que algunos se atrevieron, nadie que estuviese allí y se respete a sí mismo, dudaría de que la asistencia superó ampliamente los 20.000 manifestantes. Algo parecido, proporcionalmente, a que hubieran salido varios millones de personas por las calles de Madrid.

Sin duda, un fenómeno de tal magnitud sólo es posible cuando el conjunto de una sociedad comparte masivamente una causa que sigue igual de viva, tal y como ha corroborado casi un año después un sondeo de opinión del siempre profesional Centro de Datos del Cabildo de Lanzarote. Y ello, a pesar de una poderosa y manipuladora campaña mediática, probablemente dotada de los muchos recursos económicos que sobran a REPSOL, y las muchas palancas de presión que utiliza el ministro de Industria y Turismo, claramente alineado con los intereses de las multinacionales y enfrentado a los de Canarias y los canarios, a quienes debiera representar en la Cámara Baja.

Un ejemplo simple pero ilustrativo y visible de ese poder es que, a tenor de la frecuencia casi diaria con que aparecen en portada de casi todos los diarios canarios fotografías de plataformas procedentes de distintos lugares del mundo, pareciera que nunca antes hubo plataformas en los puertos canarios, o que estas son las de REPSOL y vienen de extraer petróleo en aguas profundas frente a Lanzarote o Fuerteventura. Bochornoso el intento de enfrentar y dividir a los canarios haciendo creer a unos que sus intereses chocan con el egoísmo y la ignorancia de otros.

Hoy hace justo un año de aquel éxito colectivo, y a pesar de que -habiendo sido yo mismo, como presidente del Cabildo, el convocante de la manifestación– no sucumbimos a la fácil tentación de intentar capitalizarla y evitamos toda intervención política en una acto que congregaba a unas 25.000 personas, desde ese mismo día supe que la principal arma arrojadiza de los mentores petroleros sería precisamente la supuesta “manipulación política” de un pueblo que se expresó libre, convencido y unido como nunca antes lo había hecho. Para ellos, efectivamente, no podía ser de otro modo que tanta gente simplemente pensara y desaprobara libremente sus aviesas intenciones. Dos días después, el ministro Soria tachó a todos los manifestantes de fiesteros convocados por bocadillos y pandereta. Y en esas sigue, sin pedir disculpas.

Mucho ha llovido desde entonces y numerosas han sido las “ideas fuerza” engañosas con las que los tentáculos del poder han tratado de vendernos las bondades del oro negro. Pero quizá la última en su estrategia de diseño, ha sido lo que califiqué en un artículo reciente como un “miserable objetivo“, y este no es otro que instarnos a la obligada negociación con la única intención, acto seguido, de acusarnos de poner en venta nuestra firme voluntad de luchar con todo contra lo que consideramos una terrible amenaza incompatible con nuestro modelo de desarrollo.

En esa misma estrategia, y ante su frustración por no lograr la fotografía de la negociación, la última de las trampas conceptuales con la que pretenden tomarnos a los canarios por imbéciles, es el empecinamiento en establecer un tributo específico al petróleo, que beneficiaría a saber cómo a los canarios, e incluirlo necesariamente en el marco de un Pacto por Canarias. Como si no fuera posible y necesario llegar a acuerdos sobre políticas de Empleo, Sanidad o Educación si el Gobierno de Canarias no acepta la imposición de la ansiada fotografía. Por ser más claro, el PP no está dispuesto a solventar los problemas de Canarias y sus gentes si el ejecutivo autonómico no claudica en su rechazo a la industria petrolera para cuya implantación paradójicamente el gobierno central dice no necesitar a Canarias y así se ha manejado. Pero tampoco la necesitaría para establecer, si tan justo lo cree, el dichoso tributo, y ahí sigue intentado colarlo en el Pacto por Canarias. En definitiva, el mismo y miserable objetivo de la fotografía de las “voluntades vendidas”.

Respeto a quienes creen que estamos equivocados y defienden su postura con argumentos respetables pero, lo siento mucho, ninguno de estos me lo parece. Así las cosas, un año después de que Lanzarote y Fuerteventura hablaran alto y claro, les reafirmo que no venderemos nuestra voluntad, que seguiremos luchando con todos los instrumentos, jurídicos, políticos y sociales que entendamos puedan contribuir a desterrar para siempre esta terrible amenaza para Canarias, e invito a los lanzaroteños y a todos los canarios a no decaer, a evitar que nos impongan nuestro destino, a hacernos respetar, y a luchar para que los canarios podamos decidir libremente el futuro que queremos para nuestra tierra.

Lanzarote y el 24-M, un año después del “no al petróleo y sí a las renovables”
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