jueves. 28.03.2024

A recuperar el tiempo perdido

"¿Dónde vas?”, me preguntó ayer una atractiva vecina cuando me vio salir, con la perra, por el portal de mi casa. “A recuperar el tiempo perdido”, le respondí. Ella se quedó con cara de estupor, si es que existe realmente una cara de estupor, y seguí caminando con la perrita, yo a dos patas renqueantes y ella a tres. Parecíamos una pareja de inválidos entre las calles vacías y no sólo lo parecíamos, sino que lo éramos. A mí me duele la cadera y a ella no sé lo que le duele, porque se resiste a contármelo. Pero esta epidemia nos ha trastocado la vida porque en mi entorno no encuentro ni siquiera una cafetería abierta, porque, donde yo vivo, si no vienen turistas tampoco abren los bares, por lo general. Así que la perra y yo nos morimos de aburrimiento y los días pasan todos iguales y no tenemos nada que hacer porque yo los artículos y las memorias y las entrevistas me los liquido enseguida. Y, tras eso, se me queda como un inmenso vacío en el cuerpo, cuerpo que se instala en el nada que hacer y va muriendo poco a poco y en silencio. Además, la gente ha perdido la conversación y solamente hablan de lo mismo, de cómo va el puto virus; y a mí no me apetece. Como tampoco se celebran partidos de fútbol no me puedo burlar del tipo del equipo que pierde; a ver si a partir de hoy se aguanta la Liga. No sé, tengo mis dudas. Ignoro si podré recuperar el tiempo perdido, como le respondí a mi vecina; ignoro si la vida seguirá igual o distinta; todo está envuelto en un papel de incertidumbre. Hasta la televisión se ha vuelto inaguantable y ni siquiera aporta compañía sino crispación y gritos. Perdón por la desesperanza.

Publicado en Diario de Avisos

A recuperar el tiempo perdido
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