martes. 23.04.2024

Cosas de familia

La única alegría de este malhadado 2020 ha sido la vuelta a la vida de mi hermano Pepe, tras cincuenta años de sordera contumaz. Se lo debe a Gaes y hasta le han vuelto los ánimos para dedicarse a la industria del polvorón. Me ha traído una cajita de degustación y, la verdad, son los mejores polvorones que he probado jamás. Mis sobrinos, Zipi y Zape, han dado buena cuenta de un jamón que me regaló un amigo, un jamón magnífico, que se ha convertido en una pata viajera. ¿Por qué? Pues porque cada vez que suena el timbre de la puerta, mi sobrino Jorge, o sea Zipi, agarra el jamón y lo mete en su cuarto, no sea que a la visita le entre la tentación de probarlo. El otro día, castigo de Dios, lo mordió un perro en el culo mientras hacía footing. A lo mejor es que al can le olió el culo a jamón, de tanto ir con la pata de aquí para allá. Mi sobrino Sergio, o sea Zape, se recorrió la Isla en busca de décimos de lotería, en una peña que tenemos, y no nos tocó ni un triste reintegro. OK Diario publica una foto de la peta de Pablo Iglesias para que los usuarios del periódico pasen por esa chepa sus décimos. Lo haré para el sorteo del Niño, a ver si hay suerte. El récord, sin embargo, lo tiene mi amigo Manuel Gutiérrez. Lleva comprando desde hace cincuenta años nuestra lotería de Navidad y no nos ha dado ¡ni un reintegro! Yo creo que merece un diploma a la mala suerte, pero no conozco a nadie en Loterías del Estado. Celebré con indiferencia el Día de la Salud, o sea el día de la lotería, porque no tenía ninguna esperanza. Yo no sé si realmente los sorteos se celebran y la lotería existe, porque jamás he pescado nada apreciable. Una calamidad.

Publicado en Diario de Avisos

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