sábado. 20.04.2024

Con pizarra o con pantalla, pero educación de calidad

El regreso a clases en septiembre pasó este año de ser un hecho rutinario de albor de otoño a un sobresalto que inquieta, y mucho, a todos los miembros de la comunidad educativa, por supuesto, a nosotros, madres y padres de alumnos. Así como el nuevo coronavirus desenmascaró sonrojantes miserias a nivel mundial en países donde la propaganda se encargaba de vender poderío y riquezas, la pandemia también ha sacudido los cimientos de la vieja normalidad educativa.

Por mucho que tengamos en el cercano horizonte las fechas de retorno a las aulas, a día de hoy, nadie puede garantizar, al cien por cien, el inicio del curso 2020 – 2021 en la segunda quincena de septiembre, y menos que el año escolar transcurra hasta junio en modo presencial, aunque en el fondo, para cualquier nivel de enseñanza, lo que interesa es que haya calidad educativa, sea presencial, semipresencial o virtual. Si los estudiantes responsables con sus obligaciones salen preparados y competentes, objetivo cumplido.

Pregunté esta semana a maestros con más de 10 y 15 años de experiencia en centros públicos de primaria y secundaria de Canarias sobre la vuelta a clases en la circunstancia actual, y la sensación de inseguridad es absoluta. Los profesores están suficientemente preparados y fogueados por sus conocimientos y trayectoria para la educación presencial, pero aún sienten que les falta camino por recorrer en el aprendizaje hacia una enseñanza que podría instalarse casi exclusivamente en la virtualidad. 

Tal y como suben las cifras de esta nueva oleada de contagios por covid-19, no es descabellado pensar que el curso comience con dinámica presencial y que de un día para otro nuestros alumnos tengan que volver al confinamiento del último trimestre del año 2019 – 2020. Tenemos que estar, todos, mucho mejor preparados.

Entiendo que las clases online fueron una alternativa válida para finalizar el curso en un momento delicado y con poco margen de maniobra, pero fruto de esa experiencia inmediata ya tendrían que estar replanteados muchos aspectos de la enseñanza virtual: rigor y disciplina en el cumplimiento de las horas diarias de clases, formas de evaluaciones de competencias en asignaturas básicas como Lengua, Matemáticas o Inglés, seguimiento de contenidos o la unificación de las plataformas y aplicaciones digitales por las que se imparten conocimientos y comunican profesores y estudiantes.

Son cualidades a mejorar si pretendemos de verdad que la educación virtual sea una alternativa fiable de calidad educativa en un momento de emergencia, aparte de solucionar desigualdades de acceso a ordenadores y dispositivos móviles y conectividad rápida a internet que padece parte de la población. Las clases online no son ni pueden convertirse en ciclos de  aprendizajes ‘light’ para alumnos, profesores y familias.

Hay asignaturas como Lengua, donde el programa curricular  casi siempre trata con menor o mayor exigencia, según el nivel de enseñanza, contenidos de gramática, sintaxis o compresión lectora, mientras que Matemáticas, Física o Química, por ejemplo, tienen un programa más abierto con la formulación vertiginosa de nuevas temáticas lógicamente interrelacionadas. 

La Comunidad Autónoma de Canarias anuncia que habrá turnos de mañana y de tarde en los colegios muy masificados o cuyas instalaciones no permitan habilitar más salones para bajar la ratio de número de alumnos por aula, pero será una auténtica quimera para algunos centros con edificios carentes y obsoletos.

Canarias también avisa de la contratación de más profesores para poder llevar a cabo esta división de grupos, aunque de momento han sido llamados a trabajar los mismos que terminaron el curso en junio. Los profesores tendrán solo quince días para conocer y familiarizarse con el protocolo de seguridad e higiene de su centro y organizar cuestiones académicas relacionadas con la vuelta a las jornadas de clases.

Como declaraba el portavoz de una asociación española de madres y padres de alumnos, “está bien que nos hablen de mascarilla, de distanciamiento social y de geles hidroalcohólicos, pero también que nos hablen de calidad educativa”. Así como España arrastra una enorme brecha en calidad educativa entre sus comunidades autónomas, también existen marcadas diferencias entre el conjunto del país y otras naciones europeas.

¿Qué harán nuestros hijos los primeros meses de clases? Es una preocupación sobre todo de familias con jóvenes en enseñanza secundaria que están en línea de salida hacia la educación superior. ¿Repasarán todos los contenidos del cojeante último trimestre del curso pasado, entrarán de lleno con nuevos contenidos o alcanzará el tiempo para avanzar en ambos sentidos?

Revisando desventajas de la educación virtual, qué duda cabe que los profesores necesitan el contacto cara a cara con sus alumnos, como los alumnos con sus profes y los alumnos entre ellos, o de realizar y relacionarse participando todos en actividades culturales,  artísticas, deportivas o solidarias. La convivencia es supremamente necesaria.

La educación, me apuntaba una profesora de primaria a quien consulté, “tiene que generar individuos capaces de vivir en sociedad”. Es el currículo oculto y esencial del sistema educativo: “necesitamos un individuo social, y eso se logra con más vivencias entre todos que con pantallas”.

En mayo pasado, a cuatro meses vista del inicio del curso escolar, escribí la columna ‘Ojo a la educación, no es un asunto menor’. Ya el 1 de septiembre están previstos exámenes de recuperación de bachillerato, así que empieza la cuenta atrás con la presión de tener que solucionar problemas con el agua al cuello.

Tampoco deja de ser preocupante la posible deserción de estudiantes universitarios por la situación de vulnerabilidad de familias que ya no están en capacidad de invertir en matrículas o gastos de manutención y transporte cuando los jóvenes estudian fuera de su lugar de residencia habitual. Naciones Unidas advertía esta semana sobre la destrucción global de 100 millones de puestos de trabajo en el sector turístico con una reducción del 2,8 por ciento del PIB mundial.

La educación es, desde hace décadas, una variable de bienestar y desarrollo tan importante como la salud, la economía y la esperanza de vida de una nación. También, desde hace décadas, echamos en falta mayor inversión en recursos humanos y técnicos para la sanidad y la educación pública, y triste que haya tenido que avasallarnos el covid-19 para sacarnos los colores, que no sé si para responder, por fin, con menos palabras y más acciones.

Por Alex Salebe Rodríguez

Con pizarra o con pantalla, pero educación de calidad
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