viernes. 19.04.2024

Lo dijo Bergoglio, vestido de Papa

Si la Iglesia siempre ha pregonado que “todos somos iguales ante los ojos de Dios”, y así lo escuchamos creyentes y ateos desde pequeños, no tendría que causar tanto revuelo la opinión del Papa Francisco en defensa de la legalización de las uniones civiles de parejas homosexuales que conocimos por el contenido del film documental ‘Francesco’, del director ruso Evgeny Afineevsky, estrenado hace pocos días en el festival de Cine de Roma.

Es evidente que no es lo mismo que lo haya dejado caer Jorge Mario Bergoglio en su época de arzobispo de Buenos Aires a que lo diga ahora como máximo jerarca del catolicismo, todavía remando contra fuertes corrientes conservadoras, y eso que ya hemos consumido dos décadas del siglo XXI en las que la Iglesia, inmersa en líos de corrupción y escándalos sexuales, ha perdido terreno frente a otras religiones y la opción de no creer.

La lección más simple del evangelio es que la figura de Dios une sin tener en cuenta diferencias religiosas, culturales, étnicas o de cualquier tipo, sin embargo, esta concepción universalista no es consecuente con la vida misma. Lo vemos en la práctica: hay exclusión. No se responde igual a todo ser humano, aunque sea creyente y practicante. Hay señalamientos por negro, por pobre, por gay, por indígena, por inmigrante y por otras tantas causas.

Bergoglio es jesuita, y la Compañía de Jesús, fundada por Ignacio de Loyola en la primera mitad del siglo XVI, ampara su quehacer en el discernir, que es para su fundador “buscar en todo lo que más agrada a Dios”.

Estudié toda mi educación secundaria en el colegio de San José de Barranquilla (Col), de jesuitas, y así como recuerdo la disciplina y la formación académica con constantes reformas y avances fomentando cada vez más la responsabilidad individual del alumno, también tengo presente el pensamiento abierto de sus gestores.

A principios de los ochenta debatimos en el colegio la Teología de la Liberación, creada en el año 71 por el filósofo y teólogo Gustavo Gutiérrez, sacerdote  peruano que dejó el clero regular para ingresar en 2001, con 70 años de edad, a los dominicos,  curiosamente una de las órdenes religiosas más antijesuita en un tramo de la historia.

Las reflexiones progresistas de Gutiérrez nacieron de su experiencia en Latinoamérica pero no tardaron en estudiarse en Europa. La Teología de la Liberación, considerada la primera corriente teológica moderna importante fuera del viejo continente, estuvo claramente marcada por la pobreza y la represión de millones de personas en América Latina.

Aunque el texto es complejo y el mismo autor reconocía  que hay conceptos que han evolucionado con el paso de los años, en esencia sigue exigiendo respuestas a una misma pregunta. “¿Cómo  decirle a los pobres que Dios los ama cuando la vida cotidiana parece ser la negación del amor?”.  Su planteamiento fue como un grito de independencia que se extendió por el mundo. ¿Cómo anunciar el reino de vida en una sociedad humana marcada por la muerte? Su teología es todo un desafío a la cruda realidad.

Gutiérrez define la pobreza como “una muerte temprana. Es inhumana y antievangélica”. También es muerte el desprecio a cualquier cultura, a la mujer o a la comunidad LGBTI, comportamientos que vienen cultivando peligrosamente partidos políticos de derecha ultra.

Otro gran exponente de la Teología de la Liberación, el cura Helder Cámara, figura destacada por la lucha contra la pobreza y emblema de la resistencia a la dictadura militar en Brasil, dijo alguna vez: “cuando hablo de la pobreza me dicen que soy un santo y cuando hablo de las causas de la pobreza me dicen que soy un comunista”.

El Papa sabe que la Iglesia católica tiene que espabilar dando un giro hacia la opción de un cambio real y social. El cura Gutiérrez lo describió aludiendo a una referencia bíblica de El Apocalipsis que dice que “el Señor tocará nuestra puerta, y si le abrimos cenará con nosotros, y si no le abrimos pasará de largo”. Sabe la Iglesia que hay estudios que apuntan a que las religiones serán una minoría en 2041. ¿Tendrá vida el Papa Francisco para dar nuevos pasos cambiando, por fin, la doctrina de la Iglesia?

Lo dijo Bergoglio, vestido de Papa
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