viernes. 29.03.2024

Desde que me caí aparatosamente en mi casa, no duermo. Casi nada. Apenas una cabezada en un sillón, a mediodía, y algo por la mañana. Lo poco que duermo, sueño. Y los sueños no son agradables. He preguntado a especialistas y me contestan que no debo dejar que nada me atormente. Pero la cosa es que no sé lo que me atormenta. El insomnio, en realidad, me viene desde la muerte de mi mujer, que no he podido superar. Los expertos me siguen diciendo que hay tratamientos para dormir, a los que no pienso someterme. La otra tarde, por ejemplo, soñé que mi mujer y yo habíamos dejado de llamarnos y me sobrevino una sensación grande de vacío, que acabó pronto porque me desperté abruptamente, eso sí lleno de pena. No sé por qué traslado a ustedes todo esto, que pertenece a mi intimidad, pero pienso que, si los echo fuera, los malos sueños me dejarán tranquilo. Esto es al menos lo que a mí me han contado siempre las viejas, que generalmente no saben nada de nada y lo supeditan todo a su intuición y a su superstición. Menos mal que no he soñado con la entrevista entre el papa Francisco y el caradura millonario Jordi Évole. En realidad, ambos comunistas de cinco estrellas, uno con pingües negocios en España y el otro instalado en el Vaticano. Este es un papa raro, que a mí al principio me caía bien, pero ha sacado el rejo platense y un argentino es siempre un argentino, aunque sea jesuita. Ya ustedes saben que yo no creo en nada, así que el papa y Évole realmente me la renflanflinflan. A ver si se cumplen las profecías y este es el último pontífice, antes de que la Iglesia dé un giro hacia la normalidad o caiga un meteorito y nos mande a tomar por saco.

Publicado en Diario de Avisos

No duermo
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