viernes. 19.04.2024

Ni hablar del derecho constitucional de los ciudadanos a tener una vivienda digna. Abogo por la plataforma constituida en Lanzarote que exige la construcción de viviendas de protección oficial. En este caso, la lucha debe ser más que constante. Hoy me ocupo de los derechos del pasajero, esos mismos que vemos en los paneles informativos de las terminales aéreas y que Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA) se ha preocupado de publicar en folletos muy bien editados. Qué preciosa es la normativa en el papel y qué difícil es verla hecha realidad. Pongo sobre la mesa una experiencia personal entendiendo que es un hecho que puede salpicar a cualquier viajero. Quienes residimos en Canarias tenemos sólo dos medios para salir del Archipiélago: el barco y el avión, así que con mayor razón debemos conocer al dedillo los derechos del pasajero. Sin embargo, conocerlos no nos exime de llevarnos un palo. Hace tres meses interpuse ante una aerolínea la primera de dos reclamaciones por ‘grandes retrasos', y no solo no he recibido la indemnización correspondiente, en dinero y/o servicios, sino que ni siquiera me han contestado. Los primeros días de septiembre viajé a Colombia con mi pequeño hijo de dos años y mi mujer. De Lanzarote a Madrid, un viaje sin contratiempos en AIR EUROPA, pero ni imaginábamos el despropósito de AIR MADRID, empresa con quien habíamos contratado el desplazamiento hasta Suramérica: casi seis horas de retraso y espera en el aeropuerto de Barajas, sin causa justificada, y sin recibir una botella de agua. Más de doscientas personas totalmente desatendidas. Invité a un grupo de afectados a acercarnos a una oficina de AENA para tramitar una hoja de reclamación, y lo hicimos. De romántico pensaba que AENA, al tener la información exacta de las horas de salidas y llegadas de aviones, podía instar a la compañía aérea a cumplir de inmediato con sus obligaciones, pero afortunadamente atendí la sentencia de otro pasajero: “estas reclamaciones no sirven para nada”. Dos días después de haber llegado a mi tierra, con el texto de los derechos del pasajero en mano, redacté un escrito reclamando directamente en las oficinas de AIR MADRID lo que legalmente nos correspondía. Me olvidé del asunto a la espera de una respuesta, pero esta llegó de AENA y no de la aerolínea. El ente público me decía que era a la compañía aérea a la que debía reclamar las compensaciones, gestión que ya había hecho. De vuelta a Lanzarote, un mes después y nada más llegar tuve que presentar una nueva reclamación por otro gran retraso. El avión que nos trajo a Madrid desde Cartagena de Indias salió casi diez horas después de la hora señalada en el contrato de transporte, aunque los viajeros esta vez sí recibimos atención de la empresa. No obstante, según los derechos del pasajero, al haberse producido un gran retraso, también tenemos derecho a compensaciones. Di un margen amplio de tiempo para ver qué respondían, pero ante el silencio burlón remití un e- mail a la Comisión Europea quejándome de la falta de atención. De Bruselas me contestaron en inglés sugiriéndome que llevara el caso a los tribunales de justicia, con una gran advertencia: que lo que me podía cobrar un abogado probablemente no compensaría el dinero o servicios que recibiría de la compañía. Ante semejante conclusión, sentí pocas ganas de continuar con el proceso. No obstante, decidí escribir al Servicio de Inspección y Relaciones con Usuarios del Ministerio de Fomento ([email protected]) exponiéndole el caso, y admito que me he sorprendido con la relativa rapidez de la respuesta y de su contenido. Uno de los apartes dice: “Desde la Dirección General de Aviación Civil se va a proceder al control y seguimiento de la tramitación de su reclamación hasta su resolución final”. Espero que así sea. De momento, les invito a no declinar en la exigencia de los derechos sean o no fundamentales.

Derechos, como los del pasajero, que se vuelven súplicas
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