jueves. 28.03.2024

...o de cómo unas pocas familias promueven, al más puro estilo de un lobby, una férrea dictadura comercial en Lanzarote.

Resulta sorprendente la resistencia del tejido empresarial lanzaroteño a la penetración de la economía global, que a pesar de muchos aspectos negativos, ha traído no menos ventajas para los ciudadanos de a pié. Dejando de lado las connotaciones políticas y sociales de la globalización, que sin duda suponen una regresión en la conciencia cultural y sentido crítico de pueblos y naciones, hay que recordar las ventajas. Como por ejemplo el abaratamiento de las mercancías gracias a las sinergias que generan las grandes multinacionales.

Dicen los críticos de la globalización que las compañías capitalistas están construyendo la sociedad del pensamiento único. Totalmente de acuerdo, aunque creo que Lanzarote tampoco está a salvo de una conciencia social impuesta a la fuerza, a su manera peculiar. Aquí tenemos a nuestros propios fundamentalistas del pequeño y mediano comercio, sin olvidar el oligopolio que practican algunas “grandes” empresas que se llaman a sí mismas canarias. Curiosamente entre sus propietarios figuran multinacionales francesas u holandesas. Son las más espabiladas. Se han apuntado al modelo proteccionista y no quieren compartir el pastel con sus competidoras en el resto del mundo.

Miran temerosos al polígono donde ya se ha instalado Ikea y donde pronto estará Lidl. Critican cualquier atisbo de posibilidad de abrir un nuevo centro comercial. Y no duermen por la noche, pensando que sus pequeños y caros comercios serán barridos por las grandes multinacionales, tarde o temprano. Porque a cualquier dictadura le sigue la democracia. Y mientras, los ciudadanos miramos esos terrenos vacíos con esperanza de que nuestros políticos dejen de velar por los intereses de unos pocos y se acuerden de la mayoría.

¿Quién tiene la culpa de que Lanzarote tenga la segunda cesta de compra más cara de las Islas? ¿La Autoridad Portuaria? ¿El Estado? ¿El Gobierno de Canarias? Creo que la pregunta adecuada es quién puede solucionarlo. Y puede que las multinacionales sean la respuesta. Que ya aprendimos hace mucho que nadie más eficaz que los propios empresarios para resolver cualquier problema si hay beneficios a la vista.

Proteccionismo autoritario...
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