sábado. 20.04.2024

Alardean conspicuos y egregios tertulianos, afamados académicos y la mayoría de nuestra clase política de que España disfruta de una democracia ejemplar. Lo más grave es que además lo dicen plenamente convencidos. Yo no pretendo cuestionar a pensadores tan brillantes. ¿Quién soy yo para tal osadía? Lo que sí voy hacer es describir una serie de hechos recientes en esta España nuestra, para que el posible lector saque sus propias conclusiones y pueda contestar a la pregunta del título.

El BOE de 4 de julio del pasado año 2018 publicó la concesión del título de duquesa de Franco, con Grandeza de España, a Carmen Martínez-Bordiú Franco, tras el fallecimiento de su madre, Carmen Polo, a quien el rey emérito Juan Carlos I otorgó, en noviembre de 1975, tal título. ¿Tal concesión está relacionada con su discurso de proclamación como Rey de 22 de noviembre de 1975?: «Una figura excepcional entra en la Historia, con respeto y gratitud quiero recordar su figura. Es de pueblos grandes y nobles saber recordar a quienes dedicaron su vida al servicio de un ideal. España nunca podrá olvidar a quien como soldado y estadista ha consagrado toda su vida a su servicio».

Ya en 2009, Óscar López Fonseca en su artículo Los 39 nobles de Franco aún conservan sus títulos, señala cómo el dictador recompensó a los militares que le ayudaron a ganar la Guerra, a destacados falangistas y a empresarios adictos al régimen, además de científicos y a un cardenal italiano. Títulos que aún hoy están en el listado de «grandezas y títulos del reino» en el registro del Ministerio de Justicia. Ahí van: Mola, Yagüe, Queipo de Llano, Moscardó, Saliquet, Varela, Dávila y Kindelán, Carrero Blanco, conde de Alcázar... La vigencia de estos títulos la denunció en 2009 la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Su presidente, Emilio Silva, criticó: «Es incomprensible que tras 30 años de democracia todavía tengan honores los que se levantaron contra un Gobierno legítimo. Es como si a Tejero le nombraran conde del 23-F».

El pasado 20 de febrero de 2018 el grupo parlamentario de Esquerra Republicana presentó una proposición no de ley sobre el no reconocimiento oficial de las distinciones y títulos nobiliarios. La defendió el diputado Joan Tardá. Su argumentación fue así. Los títulos nobiliarios suponen un legado histórico no democrático, es un parapeto a la modernidad. Se trata de otra anomalía de nuestra democracia. ¿Acaso no es paradigmática la asociación de título nobiliario a reacción? Alfonso XIII ennobleció al dictador Primo de Rivera; Franco a delincuentes, a los que se les pueden imputar crímenes de guerra, o Juan Carlos I a sus amigos empresarios o a la familia Franco. ¿Qué méritos se pretendían reconocer y cómo se justifica hoy mantenerlos? Frente a ello, cabe recordar que en los periodos más democráticos o bien se suprimieron o bien se ponderaron: Cortes de Cádiz, I República y II República. Y acierta Tardá, ya que los títulos nobiliarios los abolió la Constitución republicana de 1931. En su artículo 25, el Estado no reconocía distinciones ni títulos nobiliarios. Pero antes, el Gobierno Provisional decretó que no se reconocerían los títulos nobiliarios. Los socialistas comentaron este decreto en El Socialista (3 de junio de 1931). El PSOE enmarcaba esta disposición dentro del objetivo general de democratizar el país, siguiendo la política emprendida en otros estados, como el alemán (República de Weimar), buscando nivelar las jerarquías sociales. Aunque este decreto pudiera parecer algo secundario, los socialistas pensaban que poseía una gran carga moral. Acabar con los títulos era terminar también con los «lacayos y con las libreas».

Votaron a favor de la PNL de Esquerra, el Partido Demócrata Catalán y Podemos. En contra, todos los demás, Cs, PP e incluso PSOE.

Atención. Abróchense los cinturones. Fíjense en la argumentación de la diputada de Ciudadanos, un partido «liberal y moderno», Rivera de la Cruz, cuyo marido es marqués de Almeiras recurriendo a la historia. El 28 de octubre de 1746 un terremoto seguido de un tsunami devastó la ciudad de Lima. José Antonio Manso de Velasco acababa de tomar posesión como virrey del Perú. Se impuso la tarea titánica de reconstruir Lima y lo hizo en dos años. El rey de España le distinguió por ello con el título de conde de Superunda, para que su nombre fuese recordado por siempre. Tres siglos después, los limeños siguen recordando su nombre y aquella gesta. Los títulos nobiliarios no son más que la expresión de nuestra historia, son el recuerdo de alguien que ha hecho algo bueno por nuestro país. --¿Cómo Franco?-. Acusa a los autores de esta PNL de falta de sentido común: «Yo no sé en qué mundo viven». Les molesta que algo pueda recordar episodios de la historia que nos hacen más grandes.

El PP argumentó que el objetivo de la PNL es desprestigiar y deslegitimar las instituciones; destruir lo que es y lo que representa España, y como los títulos nobiliarios representan la llamada historia común, los quiere eliminar. Además son consustanciales con la monarquía y, por tanto, los utilizan para erosionarla. –¿Hace falta alguien para erosionarla?–. Cuentan con toda la legitimidad democrática y están avalados por el artículo 62 de la Constitución. En España, los títulos se consideran un reconocimiento a una trayectoria vital o profesional ligada al servicio a España por ser un ejemplo de lealtad, entrega y compromiso.

El PSOE matizó, menos mal, que los títulos nobiliarios vinculados a la dictadura tendrán que reconvenirse a través de la modificación de la legislación de la memoria histórica. Sus dirigentes deberían leer El Socialista de 3 de junio de 1931.

Que el dictador Franco después de 44 años de su muerte permanezca todavía en el Mausoleo del Valle de los Caídos, como símbolo de su victoria y humillación de los vencidos, es una anomalía democrática. ¿Existe algún mausoleo de Hitler en Berlín, de Mussolini en Roma, de Pol Pot en Nom Pen, o de Videla o Galtieri en Buenos Aires?

Y también es una anomalía democrática el comunicado de un sector del ejército manifestándose en contra de la exhumación de Franco, defendiendo y enalteciendo su figura, y criticando la «campaña infame» de la izquierda memorialista, porque el Mausoleo del Valle de los Caídos, es, según ellos, un «símbolo de reconciliación».

El 24 de agosto de 2017 el grupo Mixto y Vasco ante la Diputación Permanente del Congreso de los Diputados solicitaron una sesión extraordinaria de la Comisión de Defensa, para que la ministra, Dolores de Cospedal, explicase el motivo, por el que se ha conmemorado como efeméride el 18 de julio de 1936, fecha del golpe de Estado franquista, tal como se indica en el escrito de la Agrupación de Apoyo número 61, que envió una orden el pasado 18 de julio de 2017, en la que se podía leer: «en este día de 1936 oficialmente se inicia en toda España un alzamiento cívico-militar en el que participa la mayoría del ejército. Es un día importante en la historia de nuestra patria que merece ser recordado para que las generaciones futuras eviten el que se produzcan las circunstancias que propiciaron el enfrentamiento bélico. Los pueblos que olvidan su historia están irremisiblemente condenados a repetirla».

Y efectivamente se produjo la comparecencia de la señora ministra de Defensa, Dolores De Cospedal García ante la Comisión de Defensa el 30 de agosto de 2017. Su intervención fue lamentable, aduciendo que había asuntos más importantes y de más enjundia, como, por ejemplo, la incansable actividad de la Unidad Militar de Emergencia o del Grupo 43 del Ejército del Aire, luchando de manera titánica contra la lacra de incendios forestales a lo largo y ancho de nuestro país, que ha dado lugar a veinticuatro actuaciones, cuatro de ellas en territorio de nuestros vecinos portugueses, arriesgando su vida y en situaciones de máxima dificultad; también, por ejemplo, el repunte que se ha producido en la crisis humanitaria que tenemos en el mar Mediterráneo, en general, y en la costa libia en particular, donde el contingente español ha contribuido a salvar desde junio del año 2015 casi 40 000 vidas, y sigue trabajando de manera incansable.

En cuanto a otros intervinientes señalaré algunas muy claras y contundentes. La del representante del PNV, señor Legarda Uriarte, el cual señaló que según la Real Academia de la Lengua, una efeméride, es la celebración de un acontecimiento importante que se recuerda en el aniversario del mismo, y en el caso de las Fuerzas Armadas, lo constituye aquellos hechos que deben ser recordados porque dan honor y gloria a las Fuerzas Armadas. Sin embargo, el 18 de julio de 1936 no fue un acto de honor y de gloria para las Fuerzas Armadas que se sublevaron contra las instituciones de la II República, contra unas instituciones elegidas democráticamente. El 17 y 18 de julio de 1936 se dio un golpe de Estado parcialmente fallido, que continuó en una guerra de los sublevados que duró casi tres años, hasta abril de 1939, y que desembocó en una dictadura que duró hasta la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975, casi treinta y siete años después. Por eso, no entiendo que 42 años después unos hechos de tan infausto recuerdo sigan considerándose en unidades del Ejército una efeméride. No debe honrarse ni a un golpe de Estado, ni a una sangrienta guerra, ni a una dictadura como la franquista. El sentido común, los pactos democráticos, el recuerdo de las víctimas del franquismo y la Ley de la Memoria Histórica son razones de suficiente peso.

La del portavoz de Esquerra Republicana, señor Olòriz Serra, fue muy brillante con gran referencia historiográfica, al destacar que “Aquí hay una causa que viene de lejos, y son las líneas históricas fabricadas por el franquismo para reconocerse a sí mismo y no tener en cuenta lo que multiplicidad de historiadores en universidades de todo el Estado han ido trabajando, como Julio Aróstegui, Julián Casanova, Enrique Moradiellos, Ricardo Miralles, José Carlos Mainer, Eduardo González, Jorge Marco, Gutmaro Gómez Bravo, José Luis Ledesma o, por ejemplo, Ángel Bahamonde, de la Universidad Carlos III, que ha trabajado 1200 consejos de guerra franquistas a militares.”

Posteriormente señaló: “Lo más duro para el Ejército de los días 17, 18 y 19 de julio, fue que nunca se había vertido tanta sangre de jefes militares, nunca tantos generales fueron fusilados como el 17, 18 y 19 de julio. De veintiún oficiales generales, diecisiete permanecieron fieles a la República, los seis generales de la Guardia Civil permanecieron fieles a la República, y, de cincuenta y nueve generales de brigada, cuarenta y dos se mantuvieron fieles a la República. Dejemos la vieja historia del franquismo pensando que era una acción cívico-militar. Fue una acción para destruir al Ejército español, porque nada tenía que ver el Ejército de 1939 con el Ejército español del año 1936; se destruyó. Y por eso es importante que la historia no se repita. Pero la historia se repite si esta no lleva a la consciencia de qué pasó y por qué pasó. Los primeros defensores de la República no fueron los gobernadores civiles, los miembros de los partidos políticos de izquierda ni los miembros de los sindicatos obreros; los primeros fusilados fueron los generales con mando del Ejército. Por tanto, puede que sí, que sería bueno que el 18 de julio fuera una efeméride para el Ejército español: de la destrucción que provocó un traidor, Francisco Franco, del buen nombre del Ejército de España. Les recomiendo la tesis doctoral de Nuria Miralles Andress, de la Universidad Complutense, año 1997, titulada La Bundeswehr: proceso de cambio de una estructura autoritaria a otra democrática. Es muy interesante ver cómo el Ejército alemán rompe con las viejas estructuras, para crear un Ejército plenamente democrático.

El general jefe del Arma de Aviación de la República, Núñez de Prado, fue fusilado por Franco cuando iba a Zaragoza a intentar mediar sobre este hecho. Es importante la memoria para que no se repitan las mismas cosas; no una efeméride. Y puede que fuera bueno que, en vez de empezar por Viriato la historia militar española, se comenzase por el siglo XX y se estudiase a fondo lo que fue la Guerra Civil y el Ejército franquista. Por tanto, en lugar de decir que no ha pasado nada, aprovechemos esta situación para hacer un buen diagnóstico y que el Ejército español asuma que su pasado no es el Ejército franquista y que, por tanto, se ha de romper claramente; y cuando uno es un traidor, es un traidor; y cuando uno es un héroe, como el general Batet, fusilado, es un héroe.”

Algunas pinceladas sobre la calidad de nuestra democracia
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