viernes. 29.03.2024

Todavía recuerdo la primera vez que fui a una subasta de pescado. Fue en Galicia, concretamente en la lonja de Cedeira, en La Coruña, nunca olvidaré esa experiencia. Yo no entendía nada, y no era por el lenguaje que utilizaba el ‘maestro de ceremonia' de turno, sino porque los intermediarios reaccionaban tan deprisa al precio que se daba de salida del pescado que no era capaz de seguirles el ritmo. Y esta misma sensación es la que estoy teniendo estos días con el ‘mercadeo' electoral que se está produciendo entre el PSOE y el PP. En medio, las palabras del ministro Solbes, que al igual que con los intermediarios, no entiendo, no sé si porque intenta decir las cosas sin que se le escuche demasiado por si después del 9 de marzo tiene que modificar sus palabras o porque ni él está convencido de lo que dice, que parece lo más probable.

El PSOE parece decidido a convertir las arcas públicas en un instrumento al servicio de las estrategias electorales. Los socialistas han optado por echar la casa por la ventana para captar votos a cualquier precio. Los expertos coinciden en que la imparable subasta de dádivas que proponen los socialistas podría tener gravísimas consecuencias fiscales al acarrear un gasto seis veces superior al superávit de 2008. Según afirmaba C. Morado en el periódico La Razón, el coste de los compromisos de gasto que el PSOE ha hecho públicos desde el verano supone casi seis veces la previsión de superávit del Estado y los organismos autónomos para 2008. En total, ascendería a más de 17.000 millones de euros, cuando la previsión de superávit del Estado y organismos autónomos para 2008 es de 3.360 millones de euros. Se pasaría de un superávit del 0,3 por ciento previsión recogida en los PGE para 2008 del PIB a un déficit del 1,31 por ciento. Y eso es muy grave.

Ya no hay duda por tanto de que la economía va a ser la estrella de las próximas elecciones. El bolsillo será el reclamo propagandístico de primer orden ante el 9-M. Bienvenido sea ese debate si es generador de ideas que garanticen un futuro próspero los próximos cuatro años, y sirve para crear una economía más competitiva que proporcione más bienestar a los españoles. Pero, de momento, estamos más bien ante una mera subasta fiscal a ver quién promete más.

Como se sabe el PSOE respondió a la propuesta de rebaja fiscal del PP con un mensaje claro: si José Luis Rodríguez Zapatero se queda en La Moncloa 13 millones de españoles contarán con una paga extra de 400 euros que recibirán mediante una devolución fiscal. La oferta de una nueva reforma en el IRPF que abandera Mariano Rajoy no es tan directa y, si no ofrece más detalles, cada votante no sabrá a ciencia cierta cuánto le reportará -en euros- la propuesta popular.

Frente a los que lo consideran una 'propina', lo cierto es que para muchos contribuyentes esos 400 euros suponen un ingreso extra nada desdeñable. No obstante, la medida tiene una difusa intencionalidad macroeconómica y, como estímulo para el consumo, no parece un acicate sustancial.

Mientras las familias, que no llegan a final de mes en más de un 90% y que han tenido que cambiar sus hábitos porque los números no les dan, ven con asombro y cierto recelo cómo PSOE y PP presentan los próximos cuatro años totalmente distintos a los que estamos viviendo, con muchas más comodidades y mayor bienestar, eso sí, si ganan las elecciones y consiguen el voto de todos los españoles, los expertos, que son reacios a esas promesas electorales, nos ponen los pies en el suelo y nos advierten de que la situación económica no mejorará en España sino que, al contrario, puede empeorar.

Aceptando la libertad de los partidos para lanzar promesas electorales, hay cuestiones con las que no se debe hacer malabarismos. Y el sistema impositivo es una de ellas. Es preciso que los contribuyentes, ciudadanos y empresas, dispongan de estabilidad fiscal para poder tomar sus decisiones económicas.

Pero si el epicentro de esta campaña electoral, que, aunque no ha comenzado, prácticamente ya se ha puesto en marcha, es la economía, en estos días han entrado también en el juego electoral otros aspectos de la sociedad cuanto menos delicados, como es el caso de los menores y los inmigrantes. En el primero de los casos, los populares han propuesto adelantar la edad de responsabilidad penal de los menores. Todos conocemos el caso del asesino de la Catana, que decapitó a sus padres y a su hermana con síndrome de Down en abril de 2000 con una katana (espada japonesa) y que siete años, nueve meses y un día después ya se encuentra en libertad o el de ‘rafita', uno de los asesinos de Sandra Palo que estuvo cuatro en un centro de menores y otros tres en libertad vigilada, casos que a lo mejor nos harían pensar en la necesidad del planteamiento de Rajoy, si bien para los socialistas debería ser un tema intocable.

El otro asunto es el de los inmigrantes delincuentes. Para detectarlos y echarlos del país, se propone la firma de un contrato por parte de todos los inmigrantes a la llegada al país, comprometiéndose a una serie de cosas. Para los socialistas es una auténtica “tontería”, porque cualquier delito que cometan los inmigrantes al igual que ocurre con los españoles está contemplado en la Ley.

Destista gratis, colegio catalán en Madrid, ampliación de la ayuda a las madres con hijos...en fin, una subasta de promesas, en donde los dos grandes partidos rivalizan subiendo día a día la puja hasta que algunas de ellas resultan difícilmente sostenibles por su elevado coste económico. Y eso lo saben los votantes. Seamos serios, pues, y no prometamos el ‘oro y el moro' cuando sabemos que es totalmente imposible llevarlo a efecto. No engañemos más a los ciudadanos que bastante tienen con las dificultades que están viviendo diariamente desde hace varios meses y solamente ofrezcamos lo que podamos dar, ni más ni menos.

Sería interesante también que los futuros votantes reflexionaran sobre lo que se ofrece, incluido CC, que también está metido de lleno en esta campaña, y que pide el voto de los ciudadanos para que Canarias siga teniendo una voz propia en Madrid, que no es poco.

Todos sabemos que los políticos sólo se acuerdan del "pueblo" cuando tienen que votar. Ahí la boca se les hace agua con promesas electorales muy llamativas y que encandilan a la mayoría, después, ya veremos.

‘Mercadeo' electoral
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