jueves. 25.04.2024

El pasado viernes recibimos en el correo de nuestro diario un mensaje firmado por Saúl García. Se supone que representa a un grupo de “más de veinte periodistas” que han firmado una especie de manifiesto de solidaridad con La Voz de Lanzarote y Radio Lanzarote y al que han animado a adherirse a la plantilla de Crónicas Radio y Crónicas de Lanzarote. Es evidente que yo no voy a defender en ningún momento la forma de entender el periodismo por parte de la dirección de ese grupo porque no la comparto en absoluto. Es más, pretendo estar en las antípodas de su estilo. Si creyera que los consejeros del Cabildo han atentado contra las Hermanitas de La Caridad, no me iba a temblar el pulso a la hora de salir en su defensa. Lo quiero dejar claro desde el principio. No comulgo con los receptores de este acto tan “humanitario”, pero es que tampoco me creo a estos abogados de oficio y “beneficio” que les han salido ahora. Y ese es fundamentalmente el motivo de mi escrito.

En relación al “manifiesto solidario” por parte de estos “compañeros del gremio”, en mi opinión, lo de poner la otra mejilla está sobrevalorado, y yo no estoy a estas alturas para recibir las bofetadas sin defenderme, y además me niego a firmar nada que me huele más a linchamiento a Pedro San Ginés (que ni me va ni me viene y con el que no creo que haya hablado ni dos veces en mi vida) que a acto solidario. Vamos, que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, vamos a quedar de guays y encima le damos un palito al presidente del Cabildo. Generosidad en estado puro. ¿A quién se le habrá ocurrido?

¿Qué razones hay para no haber dado el mismo palo a Dimas Martín o a Manuela Armas cuando hicieron en su momento más o menos lo mismo que los consejeros de CC? Si yo fuera del PIL estaría mosqueadísima. ¿Es que su veto del pasado y del presente a ese mismo medio ha sido menos importante que el de los consejeros de CC y no merecía semejante movilización? Pobrecillos, les han dejado de “cutrevetadores”.

Lo que yo me pregunto es dónde estaban los más de veinte firmantes cuando todo un diputado nacional del PSOE, Miguel González, llamó sicarios a los trabajadores del Lancelot. Ni siquiera se metía con los dueños de ese grupo de comunicación; se metía con los trabajadores. ¿No se merecían que todos estos “compañeros” mostraran su indignación? No lo hicieron, y amigas y compañeras mías sufrieron entonces casi en silencio la falta de apoyo de una profesión que está plagada de aficionados a la política que sólo se mueven cuando remueven sus cimientos, no los del vecino. Era común que los políticos del PSOE llamaran Lamelot a ese grupo de comunicación, que lo vetaran una y otra vez y “aquí no pasa nada”, todo lo contrario, se les reían las gracias.

¿Qué pasó cuando en Crónicas Radio sufrimos un intento de acoso y derribo que comenzó a los pocos días de empezar a emitir, con una inspección de Trabajo “completamente casual” que buscaba pillarnos en un renuncio? ¿Qué pasó cuando un grupo de concejales de Coalición Canaria pidió el cierre de nuestra emisora, qué pasó cuando el Pleno del Ayuntamiento de Arrecife debatió una moción que tenía como objeto encontrar cualquier resorte legal para que dejáramos de ser críticos con gente de ese grupo y se nos silenciara a través de la política? Si tanto han criticado que los consejeros del Cabildo no estuvieran “trabajando la mañana de la rueda de prensa”, ¿la situación de Crónicas Radio era tan importante como para tratarse en todo un Pleno del Ayuntamiento de la capital, no había problemas más importantes que solucionar entonces? Nadie se quejó en ese momento de tamaña pérdida de tiempo. ¿Qué ocurrió cuando el PSOE aprobó en una Ejecutiva vetar oficialmente a los medios en los que trabajo y sus dirigentes se negaban a hacer declaraciones, qué ocurrió cuando en las últimas elecciones su ahora portavoz parlamentario se negó a ir a nuestras entrevistas o debates? Insisto, ¿qué diferencia hay ahora con el momento en el que el PIL vetó oficialmente al grupo al que ahora parece que hay que salir a defender en términos mucho más duros?

Tampoco vi entonces a ningún “compañero” que quisiera sacar un comunicado público para denunciar estas injusticias. Aquí sólo se movilizan los justicieros cuando se trata de Pedro San Ginés, pero es pura casualidad. ¿A quién podría beneficiar este escarnio? Pensemos.

¿Qué nos diferencia a los trabajadores del Lancelot o de Crónicas Radio de los de Radio Lanzarote, somos menos simpáticos o menos dignos de apoyo?

Estoy ansiosa por ver a los firmantes del manfiesto, cuyo impacto espero no estar disminuyendo al adelantar el tema. Quiero ver cuántos de ellos no son de los de la “ceja lanzaroteña”; es decir, aquellos que sistemáticamente apoyan al Partido Socialista de Lanzarote haga lo que haga. También quiero ver cuántos de ellos no tienen algún tipo de relación económica con Radio Lanzarote; es decir, que cobren o lo hayan hecho hasta hace poco de ese grupo, o los que firman por una relación personal con alguno de los integrantes de esa plantilla. También habrá algún “bienqueda”, de esos que no se mojan ni tirándose a una piscina y que por no crearse enemigos, firman hasta que mataron a Manolete. Es más, rizando el rizo, quiero ver cuántos son realmente periodistas. Quizá haya alguno que firme porque piensa que se ha cometido una injusticia real. A estos últimos les preguntaría por qué ahora sí y entonces no y me gustaría que reflexionaran sobre eso. A lo mejor se dan cuenta de cierta intención manipuladora por parte de Justicieros en Acción.

Malos periodistas demuestran ser aquellos que firman un documento que se inicia diciendo que no existen precedentes en Lanzarote de lo que hizo esta semana un grupo de consejeros de Coalición Canaria en rueda de prensa. Existen precedentes, y dudo que los instigadores del escrito no los conozcan. Es más, me encantaría conocer el origen exacto de la idea de este “acto solidario”. Estamos ante un claro ejemplo de solidaridad selectiva, conveniente e interesada, nada extraño dentro del fango en el que se mueve esta profesión, en la que el título de periodismo se ha cambiado por el de afiliado.

Mientras tanto, que no cuenten conmigo, que me tachen de insolidaria. Insisto en dejar claro que si yo entendiese que se ha cometido una injusticia con algún compañero, ya me encargaría de salir en su defensa, pero no adhiriéndome a un manifiesto tan poco bondadoso como creíble.

Yo no pongo la otra mejilla
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