jueves. 25.04.2024

Por Miguel Ángel de León

En los bares y por ahí, los filósofos del alcohol como don José María Aznar López te hacen el editorial completo siempre que pasan cosas tan desgraciadas como las que han ocupado/copado en los últimos días las portadas de los medios de comunicación, que han vuelto a colocar el nombre de Lanzarote en las secciones de crónica negra de la prensa nacional e internacional. Aunque uno no tenga por costumbre hacer opinión sobre la página de sucesos, que se suele explicar por sí misma, los sabios de la barra del bar ya te la dan hecha y masticada, casi siempre repleta de lugares comunes, de acuerdo, pero a veces cargando incluso alguna verdad.

Ellos creen que, interesadas y fáciles manipulaciones de cifras al margen, es fácilmente constatable sin salir de Lanzarote que lo que hemos dado en llamar como inseguridad ciudadana (léase asesinatos, violaciones, robos y otros atracos a la integridad física o moral) ha aumentado en las últimas fechas en esta pobre islita rica sin gobierno conocido, por más y por mucho que el delegado de Gobierno de turno (ahora el cargo tiene otro interminable nombrete, ya lo sé, pero tengo poco espacio en esta columna para citarlo al completo) diga, como quien dice misa, que la delincuencia o criminalidad ha descendido. El que te invitó al cortado lo tiene claro: “Lo que han descendido son las denuncias, porque ya todo el mundo sabe que denunciar no sirve para nada”.

-Ahí le has dado, Manuel -sentencia el compañero de copa.

Ambos están seguros de que, excepto los "sordos" y los "ciegos" interesados en ejercer de tales, el resto de los lanzaroteños conoce de sobra esa amarga realidad. Todo el mundo, sí, menos las supuestas autoridades políticas o policiales, que se supone que deberían ser los primeros en darse por enterados.

-Que sí, Manuel, que no hay peor ciego que el que no quiere ver... ni peor sordo que el que no quiere escuchar.

El vecindario anda convencido de que esos últimos y graves sucesos que están ahora mismo en la mente de todos sólo son un eslabón/escalón más en la larguísima cadena en la que se ha convertido las mil y una variedades de esa palpable inseguridad que, desde hace años, se ha enseñoreado de la isla más oriental y desorientada de Canarias.

-Los políticos sólo están a sus cosas y con su campaña. Miran para otro lado. Y después se quejan si no los vota nadie.

Ahí el del bar va cargadito... de razón, se sobreentiende. No parece buena solución política o policial, en efecto, hacerse el loco o mirar para los celajes. Y se podría decir, en lenguaje figurado, que si se nos dispara justo en mitad de la frente, el simple parpadeo no evita la bala entre los ojos. O apartamos rápidamente la cabeza (y la ponemos al momento a trabajar para reaccionar ante el ataque), o no viviremos para contarlo. Vox populi, vox Dei. ([email protected]).

Crónica negra
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