jueves. 28.03.2024

1.- Siempre hay un mentecato con una grabadora que quiere ganar las elecciones a última hora: un periodista vendido, un agitador de voluntades o un listo. En la categoría que ustedes quieran pueden colocar a los que están sacando a trocitos conversaciones –seguramente manipuladas— del ministro del Interior, Fernández Díaz, con un tal Daniel de Alfonso, comisario para la Cataluña transparente; y manda huevos. Ahora quieren también involucrar en el lance, o en otro parecido, a Albert Rivera, por bobo. Fue el primero que pidió la dimisión del ministro cuando parece que él había pedido al tal De Alfonso que le contara unos secretitos catalanes para joder a los independentistas y manejar la información. Aquí el más idiota gana. No se acuerdan, unos y otros, de lo que hablaron con el chivatín De Alfonso, ante los micrófonos colocados por alguien –puede que hasta por la fiel policía, vaya usted a saber— en el despacho del ministro. En el país de Rinconete y Cortadillo, todo es posible. Además de por el Quijote, en cuyo relato no faltaban los pícaros, España es famosa por los ciegos sinvergüenzas, las celestinas y alcahuetas de distinta ralea, los cojitrancos perversos –como el Manteca—y otros lisiados, algunos de postín, como el Conde de Romanones, que se tiraba a su querida en el edificio que hoy alberga a la Asociación de la Prensa de Madrid, en la calle Juan Bravo. Pues que le aproveche. ¿Y todavía quieren todos estos golfos que yo vaya a votar el domingo? Que se vayan todos a tomar por saco. ¿Quiere Rajoy que lo vote cuando nos ha breado a impuestos? ¿Quiere Sánchez que lo vote cuando no tiene sino una neurona y está averiada? ¿Quiere Errejón que lo vote, tras firmar el recibo de la subvención chavista? ¿Quiere Rivera que lo vote, cuando no se acuerda de lo que habló –y de lo que le pidió— a De Alfonso? ¿Quiere Ana Oramas que la vote, cuando traicionó a Paulino Rivero después de adularle hasta lo indecible? No, me quedo en mi casa. Yo a estos no los voto porque no me da la gana.

2.- No, mijos, repito: me quedo en mi casa, de donde nunca debí salir. O me voy por ahí a echarme un arroz amarillo a las medianías, a un chiringuito de El Sauzal que me han dicho que está muy bien y barato y que la comida es de dioses. Allí me iré el domingo, a un guachinche, a mandarme las perras de vino y a dejar que unos cuantos ilusos vayan a las urnas, para nada. Para repetir las elecciones, para que dentro de poco no haya pensiones, para que vuelvan a espiarse unos a otros y a recibir dinero del extranjero para llenar sus sucios bolsillos, para que la corrupción siga rampante. Para eso no voto. Y para que tengan que ser los jueces y los fiscales, que no saben gobernar, los que manden en España y arruinen al país. No, yo no juego a eso. Me quedo en casa o me voy a mandar el arroz.

3.- Ayer almorcé con mi familia en El Corte Inglés y les dije: “No tengo ganas de seguir escribiendo, tengo ganas de retirarme y de no dedicarme más, aunque sea ad amorem, como ahora, a esta mierda de profesión”. Es verdad que un periodista nunca se retira del todo, aunque trabaje gratis, como lo hago yo. Pero no quiero seguir, estoy harto, me da vergüenza de los que nos gobiernan y creo que ha llegado la hora de colgar el puto ordenador. ¿Lo conseguiré? Seguramente no, porque esto es como un veneno. Ya lo saben. Y eso.

¿Y todavía quieren estos golfos que yo vaya a votar?
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