viernes. 19.04.2024

Por Víctor Corcoba Herrero

Nada es lo que parece en esta sociedad de postín con cara de pocas libertades y miradas que en vez de besar, matan. Cada día cuesta más organizar un mundo para todos. La diversidad sigue discriminando. El incremento de intolerantes es tan notorio como público. Para muchos ser distinto equivale a no ser iguales en relación a derechos. Hay quien piensa combatir la pobreza eliminando a los pobres. Dejándolos sin voz, por puro egoísmo. En el fondo, aquellos que viven a un lado de la riqueza y el bienestar, lo que les importa sobremanera es seguir instalados en su bonanza, aunque para ello tengan que volverse bestia para reducir el número de comensales. Cuentan con la complacencia de los dioses del poder, corruptos como nunca. Lo de hacer sacrificios para alcanzar un bienestar mundial no pasa de ser un verso, pero sin alma.

La sociedad sería un poema auténtico, jamás escrito, si en verdad hubiese interés los unos por los otros. El orden perfecto. El mundo está falto de estética. A pesar de tantas cumbres mundiales, la situación de inseguridad alimentaria mundial empeora. Por desgracia, es más fácil conseguir armas que alimentos. Son muchas las personas que sufren, además de miseria y hambre, conflictos armados y violencia por doquier. Aquí, en la sufrida España de las desigualdades, aunque tengamos un ministerio de igualdad, cuesta entender que una zona tan castigada por el desempleo como Extremadura, se gaste ahora catorce mil euros del erario público, dinero de toda la ciudadanía, en enseñar a masturbarse a los jóvenes. Inconcebible. Si algo hay que enseñar, en todo caso, es aprender a amar, a ser creadores de relaciones y vida, más allá del instinto animal. Así tenemos lo que tenemos, una sexualidad violenta que produce miles de agresiones sexuales a diario. Son estas siembras, sin ética alguna, las que producen trastornos que generan brutalidades tremendas.

En una sociedad que, por diversos motivos, cultiva la duda y el cinismo, el miedo y la impotencia, la inmadurez y el infantilismo, el sectarismo y la injusticia, que juega sucio y encubre lo putrefacto, lo que necesita es un saneamiento moral como está sucediendo en estos momentos en buena parte del mundo. No puede darse una sociedad inclusiva cuando las mismas ruedas del poder separan los suyos de los otros.

Vivir para ver
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