jueves. 25.04.2024

FOTOS: DORY HERNÁNDEZ

Para dar salida al excedente de uva que tras cada cosecha se convierte en un problema para los viticultores, las bodegas y las Administraciones, que no saben qué hacer con un producto que termina perdiéndose, algunos empresarios han optado por hacerse cargo de su propia uva creando pequeñas bodegas.

Este tipo de iniciativas han hecho que la

cosecha 2006 de la Denominación de Origen Lanzarote cuente con nuevas marcas entre sus referencias de vinos de calidad que se han comenzado a comercializar coincidiendo con estas fiestas navideñas.

Es el caso de la Bodega Martinón,

que acaba de sacar al mercado unas 50.000 botellas de tintos, blancos y rosados con los que esperan crearse un hueco en el mercado de los vinos de mejor calidad.

Un proyecto innovador

La intención de Eduardo Martinón, el dueño y promotor de esta iniciativa, es la de conseguir un buen vino de una buena uva, pero sobre todo, la de aprovechar su cosecha propia.

Ante los problemas de superproducción, Martinón ha preferido

invertir en su propia bodega a tener que ver como se pierde el producto. Por eso, se decidió a poner en marcha esta empresa, para lo que contactó con uno de los enólogos de mayor prestigio de la Isla, Alejandro Díaz, que se implicó de lleno con este proyecto, en el que ha puesto mucha ilusión, pero sobre todo mucho trabajo.

Entre los dos han sacado al mercado un vino que destaca por su calidad, pero también por su originalidad. Desde el envase hasta la propia concepción del vino, todo ha sido cuidado hasta el último detalle. Para conseguir el buen resultado, han contado con la última tecnología y con todos los medios para lograr un producto novedoso, en el que Díaz ha proyectado sus mejores y más personales ideas.

La intención de este enólogo es la de “utilizar todo el potencial de las propiedades de la uva de Lanzarote“, para lo que han utilizado sólo malvasía. Esta es una de las principales diferencias con otros vinos, que utilizan sólo un tanto por ciento de malvasía mezclado con otras „variedades innobles“.

Cuidado por el detalle

El proceso de producción también cuenta con algunas novedades que se ven reflejadas en el resultado final. Desde la selección de la uva hasta el envasado del vino, el producto siempre se mantiene frío, y aunque no se congela en ningún momento, se mantiene en todo momento en una temperatura muy baja. Lo mismo ocurre con el caldo, que cuando tiene que trasladarse, lo hace siempre por medio de un intercambiador que mantiene frío el líquido por medio de tubos de agua.

En definitiva, se han preocupado por cada detalle del proceso para que el consumidor lo note también en el paladar. Y parace ser que lo han conseguido, porque el exigente criterio de su creador le da un sobresaliente. Alejandro Díaz está muy satisfecho con

la frescura de estos vinos que se olvidan de „intentar parecerse a otros“, una tendencia que este enólogo acusa en otros vinos.

Sus pretensiones se centraron más bien en potenciar el sabor del malvasía, un varietal que entiende que tiene muchas más posibilidades de las que hasta ahora se ofrecen. En esta línea ha creado un tinto joven con un sabor fresco que no mata el sabor a fruta como ocurre con los vinos de barrica.

Con estas características, el tinto se ha convertido en uno de los caballos de batalla de la Bodega, que espera revalorizar el tinto lanzaroteño, que tiene „colgado el San Benito de que no es un buen vino“, como señaló Díaz.

En esta línea se trabajó también en la elaboración del vino blanco, que en este caso buca la diferenciación frente al resto de los blancos que consideran que ahora mismo están muy homogeneizados. „La uva de Lanzarote tiene elementos fantásticos para diferenciarse“, apuntó Díaz, que ha trabajado en este sentido para que el producto final destaque por su sabor característico.

Por último, la Bodega Martinón ofrece también un vino rosado que definen como una „golosina“, y que aunque nació para mejorar el tinto es uno de los favoritos de sus creadores.

Botellas de diseño

En la diferencia que intentan conseguir tienen sobre todo que ver los pequeños detalles como la maceración, en la que utilizan más horas de lo habitual, o en el filtrado, en el que usan una maquinaria que apura hasta en 0,2 micras la pureza del líquido embotellado.

Pero estos resultados cuentan además con un embase de lujo, que ya no sólo destaca a la vista por sus originales colores y el diseño mederno que imprime la firma en la etiqueta, sino que se nota también en la calidad de un vino que está sellado ante cualquier impureza del aire por medio de corchos sintéticos, también coloreados con el tono de la botella.

El resultado final es un capricho que ya se puede apreciar en las mesas de los restaurantes de la Isla, pero que no se venderá en grandes establecimientos. Para el próximo año las espectativas de la bodega siguen creciendo, y esperan conseguir utilizar en la próxima remesa el cien por cien de su propia uva.

Vinos de cosecha propia
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