viernes. 29.03.2024

Por Salka Embarek

No todas las personas de este mundo viajan igual y no a todas las personas de este mundo se les espera de igual modo en los lugares que visitan. Unos son invitados; otros no; y no todo el que invita puede hacerlo con la misma dedicación, ostentación o cuidado. El señor Olarte viajó a El Aaiún y él sí fue allí bien recibido y agasajado, con pompa y esmero, por los representantes del gobierno marroquí. No ha ocurrido lo mismo con las delegaciones de parlamentarios españoles y con las organizaciones independientes de derechos humanos. Luego, es fácil colegir que el señor Olarte fue bien recibido y agasajado porque se prestó a certificar lo que habría de certificar. Dos cosas, fundamentalmente: una, cuánto ha cambiado El Aaiún en los 30 últimos años gracias a la generosidad y el buen gobierno de Marruecos; y, dos, en esa ciudad ocupada no ocurre nada sospechoso y espurio. Don Lorenzo Olarte viajó como miembro de una organización pro Derechos Humanos.

Desbrocemos el asunto, conforme las opiniones del señor Olarte del 25 de febrero pasado en La Provincia de Las Palmas de Gran Canaria:

Desde el título del escrito la intención es palmaria: "El Aaiún de ayer y el Aaiún de hoy". La estratagema no es singular y es vieja. De ella están llenos los escritos, relaciones y crónicas de los conquistadores e invasores: él estuvo allí antes de la Marcha Verde y el desalojo de los españoles y él acababa de venir de allí por invitación expresa de los invasores. Luego (tal como ocurre en los escritos citados, de Hernán Cortés, por ejemplo) puede habla con (cito) "conocimiento de causa sobre el cambio". Recuerde el lector: 30 años después. Es fácil la pregunta, quiero decir, no es demagógica: ¿treinta años después alguien de los que en Canarias vivimos reconocería la esquina de la calle en la que vivió hace treinta años? Conocimiento de causa. Mas, ¿quién y qué propicia el cambio? La respuesta para don Lorenzo es evidente. La guardo para más adelante. Ahora apunto otro de los ardites de su estratagema: para los saharauis un sentimentalismo menesteroso y nada exigente ("entrañable territorio", escribe); para los españoles, dado que él se instruyó en el centrismo y descubrió en un momento provechoso el nacionalismo, callos en los codos. No se portaron bien los españoles en los despachos de ciudadanía para los saharauis en el desalojo, ni se comportan como tales en el mantenimiento del idioma patrio en ese territorio. (Música para los sordos, sin embargo, en este caso. Es Marruecos quien secciona ese desarrollo por su segunda lengua: el francés.)

La respuesta a la pregunta hecha antes la monta el señor Olarte sobre una metáfora sutil: 30 años antes El Aaiún era una oruga, es decir, un pequeño bicho rastrero con posibilidades que los naturales del lugar no hubieran podido desarrollar por sus méritos; 30 años después los deméritos de los naturales tienen una consecuencia: la oruga se ha convertido en una bella mariposa porque Marruecos (esa entidad superpuesta y preparada para la transformación) -cito- se "ha volcado para el cambio". Curiosa dicotomía que hace vacío sobre los propietarios naturales de un territorio que se llama Sahara Occidental frente a los invasores reconocidos por las organizaciones internacionales de un territorio ocupado que se llama Sahara Occidental. Olarte estuvo allí y expuso sus categorías. Un nacionalista reconoce una evidencia sin oponer fundamentos a su desglose. Cabe, entonces, otra pregunta: ¿con qué saharauis mantuvo Canarias "lazos sinceros e inequívocos de fraternidad"? No con los expoliados, se deduce del escrito del señor Olarte. Según su criterio, esos lazos se mantuvieron y mantienen con los saharauis colonizados por los españoles y con los saharauis colonizados por Marruecos. Gracias al reino de Marruecos en treinta años El Aaiún (y el Sahara Occidental toda) camina hacia donde su criterio (que no dista mucho de los intereses occidentales) camina a paso firme y decidido: la modernización y la occidentalización. Estorban en el fin los saharauis que luchan y reclaman un referéndum de autodeterminación para su territorio, y con él que se les devuelva el territorio en el que construir con capacidad y solvencia una república árabe democrática.

Aduce el señor Olarte que los saharauis de El Aaiún "así lo reconocen [el cambio por los favores y gracias marroquíes] sin reserva" y los que no están "que vuelvan ahí" para que lo comprueben y se dejen de molestar con sus peticiones y protestas.

Yo estuve allí; yo voy allí. No vi ni veo ahí lo que don Lorenzo Olarte cuenta.

La ciudad de la que habla don Lorenzo es distinta a la que yo conozco, en la que yo nací, El Aaiun en el que vivió mi familia durante veinticinco años, la que tuvimos que abandonar dejando nuestra casa, nuestras pertenencias, nuestros recuerdos... Y, lo que es peor, dejando a nuestros amigos muertos en la calle, secuestrados y enterrados vivos en fosas comunes, a nuestros primos detenidos y encarcelados de por vida... El Aaiun del que yo puedo hablar no es el mismo del que habla el señor Olarte.

La ciudad del visitante ocasional responde al capricho de quien la ocupa. No nombra el señor Olarte la evidencia que tapan los colaboracionistas: El Aaiun es la capital de los Territorios Ocupados del Sáhara Occidental y está pendiente un proceso de descolonización. No reconocen y ocultan quienes se manejan igual que el señor Olarte en esta parte del mundo que el pueblo saharaui espera con una paciencia inagotable a que llegue el día en que puedan ejercer su derecho a votar en un referéndum libre y democrático, su derecho a la autodeterminación tal y como ha quedado establecido por la legislación internacional, sea la Unión Europea sea Naciones Unidas.

Yo voy allí, a El Aaiún, y no cuento con los favores marroquíes que le dispensan al señor Olarte. Voy no sin antes avisar a la policía y a la Embajada española por si a las autoridades marroquíes les da por no volver a dejarme salir, por retenerme ilegalmente en el aeropuerto, o invadir el hogar de los amigos en el que vivo para obligarme a enseñarles mi pasaporte, tantas veces presentado desde que cruzo los umbrales del pequeño y militar aeropuerto.

La ciudad de El Aaiun no es como la presenta el señor Olarte en su artículo. Yo también la veo cuando viajo allí y puedo afirmar "con conocimiento de causa" que los ciudadanos saharauis viven en guetos y están permanentemente vigilados. Las condiciones de vida de los ciudadanos saharauis allí son lamentables y bochornosas, por lo puramente material y por otra cosa: porque los invasores les han robado y suspendido sus derechos.

El señor Olarte y su compañía son miembros de una organización pro Derechos Humanos. ¿Qué vieron desde su perspectiva colonial, falsamente moderna y occidentalista? Es literal: "En honor a la verdad, nada en particular". Don Lorenzo une "honor" a la "verdad". ¿"Nada" que significa? Significa que el señor Olarte, como los marroquíes invasores, tapan y borran las secuelas de lo que los saharauis argumentan y yo he visto; más aún, de lo que los saharauis argumentan, porque lo han sufrido y lo sufren, y yo he vivido. No manifestación, no tumulto, afirma el señor Olarte, y ello subraya su "honor" y su "verdad". Yo vi lo contrario, y tengo pruebas de ello, si la vista no miente y las fotografías tampoco. Vi una ingente formación de policías marroquíes armados hasta los dientes frente a manifestantes indefensos; vi (e insisto en que tengo pruebas de ello) a hombres y niños torturados. Vi a un policía recriminarme en francés en una comisaría y oí palabras sobre mi desaparición en el desierto. Eso le ocurre ahí, en el lugar en el que fue acogido con tanto mimo el señor Olarte, a quienes como yo luchan por un Sahara libre e independiente.

¿Le cuento, señor Olarte, para que se instruya, lo que ocurrió con la visita a los Territorios Ocupados del Sahara Occidental del Rey de Marruecos y sus acompañantes, los miembros selectos de la Gendarmería Real, los policías del Grupo de Intervención Rápida y la policía secreta marroquí? ¿Le cuento lo que ocurrió con un nutrido grupo de colonos dispuestos a arremeter contra los ciudadanos saharauis? ¿Le cuento lo que ocurre con los ciudadanos saharauis atrapados en una cárcel atroz (la cárcel Negra de El Aaiún), cárcel, por cierto, a la que los marroquíes no dejan acercarse a los miembros de las verdaderas organizaciones internacionales de derechos humanos? ¿Le cuento lo que ocurre en la cárcel de Nador (al norte de Marruecos), en la cárcel de Tiznit, en la de Ait Mel-loul y en la de Inzegan?

Yo viví allí, vi y veo, señor Olarte. Los mundos que usted resume y yo resumo no concuerdan. Su "honor" y su "verdad" colonialistas no son los míos, ni los de la mayoría de los saharauis expulsos ni los de la inmensa mayoría de los saharauis reprimidos en los Territorios Ocupados.

No le pido disculpas, señor Olarte; usted sí nos las debe.

Por un Sáhara libre.

Viaje a El Aaiun ocupado
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