martes. 16.04.2024

Esta misma semana se iniciaba al fin la mil veces anunciada tercera fase del Caso Unión, con nuevas detenciones policiales aunque con muchísimo menos ruido mediático, si se fijan. De la (mala) experiencia también se aprende. Y, como siempre, lo de siempre: los ves pasar procedentes de todas las siglas (hay que recordar siempre que con la excepción de Alternativa Ciudadana) a retratarse ante la Justicia.

Aparte de abogados ahogados en su propia madeja y empresarios trocados en posibles, probables, presumibles o presuntos empresa-urios, los políticos son los de siempre. Los que hemos visto toda la vida de Dios por aquí abajo, quiero decir. Son los mismos que tú votas, tapándote o no la nariz. El primer partido con más gente implicada, el PIL. El segundo (va sin segundas), el PSOE, con la pequeña/gran diferencia de que la habitual ceremonia de la confusión llevada a cabo por el psoecialismo insular le ha hecho creer a mucha gente que ellos no tienen nada que ver en esa trama en la que esas siglas fueron durante años, como mínimo, socias necesarias de la corrupción galopante. Y por ahí le debe andar CC. Total, los tres principales partidos implicados hasta el cogote unos y hasta las cejas otros.

Sí, son los mismos de siempre. Los que han gobernado durante lustros, con impunidad casi absoluta (de ahí la confianza y el relajo en las formas, que los llevó a perder la mínima cautela, y no digamos ya la vergüenza). Y todas esas caras que ves en las fotos entrando y saliendo de su casa al juzgado, del juzgado a la cárcel, de la cárcel a su casa y vuelta a empezar, volverán a pedirte dentro de apenas medio año tu voto, tu confianza. Porque se necesita ser un rato confianzudo para volver a reclamar tu apoyo ante la urna (lo único transparente de esta partitocracia maquillada de democracia, como es triste fama). Y se necesitará ser a su vez muy indolente para ir a dárselo encima a cualquiera de ellos, salvo que te vaya en el envite la soldada tuya o la de algún familiar.

Pese a toda la que está cayendo (excepto caras de vergüenza, como queda dicho), ya los verás venir otra vez a pedir tu voto con todo el morro del mundo y parte del extranjero. Con toda su cara. Todos ellos sin excepción, y alguno más que se sumará por el camino (ya sabes: la juventud, la renovación, sangre nueva, colmillo viejo, ambición eterna), volverán a tocar en tu puerta. Será la única vez que lo hagan en cuatro años. No te molestarán más (puede que en las elecciones generales otro ratito, pero serán menos manos tocando en tu postigo porque hay menos a repartir). Una vez que te chupen o extraigan tu sangre en forma de voto, ya no les interesas. Tu voluntad electoral es pura mercancía para los profesionales de la política-degradación. ¿O no has caído todavía en la cuenta de ese cuento, casi cuarenta años después de iniciada esa farsa electoral dizque democrática?

En llegando el olor a urnas, volverán todos los candidatos a seguir mercadeando con tu voluntad vicaria inocentemente depositada en las urnas. Acompañados de sus palmeros a sueldo en forma de pelotas mediáticos, mediocres en su mayoría. Hacen el trabajo sucio: se encargan de señalar invariablemente la corrupción en las siglas ajenas y de tapar, maquillar o negar la propia. Son los que te insultarán si osas abstenerte de votar a quienes sobrealimentan a los adulones. Tipos y tipas con rostros que se lo pisan que llevan viviendo de la ubre institucional desde hace lustros, ayer con Juana, hoy con su hermana, antes con el PIL, mañana con el POL. Y sin tener que presentarse ellos a elección alguna.

Puede que esta vez muchos nos pidan el voto desde la celda, justo a donde han llegado por el único delito de estar trabajando para el pueblo, por todos nosotros, pecadores. ¡Venga, valiente, vuelve a votarlos sin vomitar! Atrévete… y te arrepentirás. ([email protected]).

¡Venga, valiente, vuelve a votarlos sin vomitar!
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