viernes. 19.04.2024

Víctor Corcoba Herrero

Está visto que el carruaje del cuerpo humano se crece con ideas y se recrea con los sentimientos. Naturalmente, el gas de la vida nos lo da el entusiasmo que pongamos en nuestra manera de obrar y decir. Lo que hay que saber discernir son los modos de llegar a ese lenguaje, propio de una buena salud mental, en busca de aquello que se desea o en lo que se cree. Estos días la Pasarela Cibeles ha sido noticia. Creo que para bien. La expresión de imágenes por la que ha optado, rechazando modelos por su extrema delgadez, me parece que es una buena manera de entusiasmarnos y de educarnos, (todos sabemos lo que las modas inciden sobre nosotros), hacia un canon de modelo de belleza, más indicativo de buena salud, o en todo caso, que para nada induce a esa enfermedad tan extendida en los países de la opulencia como es la anorexia. Indudablemente no hablo de la salud de las modelos, sino de la imagen que se quiere transmitir como bello. Cuestión distinta. Por muy pujante que se vea el arma de la belleza, desdichada la modelo que tome como modelo solamente este recurso para el triunfo. Hay hermosuras como puede ser el estilo, la forma de estar y ser, que nos gana los corazones para siempre.

También es de agradecer el entusiasmo que se ha tomado el Instituto Nacional del Consumo presentando la tecnología que se va a utilizar para la realización del estudio antropométrico de las mujeres españolas (habría que pensar también en los hombres) con vistas a la homogeneización de las tallas de las prendas de vestir, en cumplimiento del acuerdo suscrito recientemente entre el Ministerio de Sanidad y Consumo y los empresarios y creadores de moda, con el objetivo de facilitar a los consumidores una información veraz, homogénea y comprensible y promover una imagen saludable. Yo considero, y es un juicio subjetivo, que el mundo de la moda ha prestado, hasta ahora, mayor atención a los delgados y jóvenes. Sólo hay que pasear la mirada por los escaparates. Algo, por otra parte, inalcanzable para la mayoría de las personas. Esto, evidentemente, puede desesperar y contribuir a trastornos de salud graves en aquellas mujeres (u hombres) que quieren optar por el disfrute de esa moda que, curiosamente, ella no les suele tener en cuenta. Esperemos, pues, que la cuestión cambie para gozo, más que para una imagen saludable, que también, para una salud que de valor a todos los ceros de la vida.

Llenar la vida de entusiasmo, huyendo de modas que no llevan belleza alguna, es tan vital como urgente para dejar de morirse en falsos deleites, poder dormir sin miedo, soñar feliz y despertarse sin angustia. Hemos caído en frenesíes que causan bochorno, como puede ser el de la violencia (el ojo por ojo), que es una verdadera locura, o en el de la moda cuando se convierte en esclavitud (el consumo por el consumo), verdaderamente cavernícolas. Sin embargo, hay otras pasiones civilizadas, es decir saludables, como puede ser el amor que el bien despierta, que cada día desfilan menos por las pasarelas del mundo. Se ha perdido la admiración por la persona moderada que es el que es realmente dueña de sí y sabe dominarse. En la vida es fundamental templar ánimos para consensuar posturas. Atmósfera que debiera tener más en cuenta la clase política de nuestro país. Quizás nos falte más humildad, imprescindible para que nos gobierne la armonía, y también más corazón. Cuando la belleza interior apenas se considera como signo de salud, todos los esfuerzos encaminados a mejorar el aspecto físico es un mal arreglo.

Desde luego, creo que es un pésimo ajuste de vida, tanto la indiferencia ante las sombras y amenazas como empeñarse en avivar fuegos, donde hay calma. Extrapolándolo a la movida actual de la organización territorial del Estado, por aquello de hacer símil con la pasarela del articulado constitucional, considero que no teníamos ninguna necesidad de cambio estatutario, primero en tan corto espacio de tiempo, y segundo porque las normas institucionales básicas de cada Comunidad Autónoma contienen competencias suficientes dentro del marco establecido constitucionalmente, así como denominación, organización y sede de las instituciones autónomas propias, delimitaciones y denominación ajustada a su identidad histórica. Quizás nos debieran apremiar otros entusiasmos de salud más patriótica en la nacional pasarela, como puede ser la unidad de todos con todos y unos poderes públicos menos intervencionistas en la vida de las personas.

Al fin y al cabo, sólo hay un entusiasmo que nos interesa a todos, fomentar la belleza. Como bien dijo Ernesto Sábato: “lo admirable es que el hombre siga luchando y creando belleza en medio de un mundo bárbaro y hostil”. Esto no debiera pasar de moda. Seguro que están de acuerdo los modistos. Pelear por el espectáculo de lo bello, más interior que exterior, (téngase en cuenta que lo primero es un encanto que se enraíza, lo segundo es un encanto para un instante), es de lo más anímico. Por el contrario, pacificar entornos y organizaciones, lo que exige poner la inteligencia al servicio del amor al Estado, estimo que debiera ser fe de vida; puesto que la pasarela constitucional, pienso, que es un reconstituyente que también hay que poner de moda. Para ello, tenemos como bien nos ha recordado la ministra de Cultura colombiana Elvira Cuervo de Jaramillo, al dar a conocer la programación del IV Congreso Internacional de la Lengua Española a celebrar el próximo mes de marzo, la importancia del español como lengua de consenso y de diálogo; lengua que aunque todos los españoles tenemos el deber de conocerla y el derecho a usarla, en ocasiones también se pone en entredicho. En todo caso, suplico, según lo expuesto, que no nos falte el entusiasmo lingüístico del buen fondo y mejores formas; sobre todo aquel que es inherente a la vida. O sea, el que sana. Lo necesitamos a más no poder en la España, madre y con eñe.

Unos entusiasmos sanan y otros matan
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