viernes. 29.03.2024

Por Cándido Marquesán Millán

Que los debates de los líderes políticos son bien acogidos por la ciudadanía es claro, tal como acabamos de constatar, al haberse producido una audiencia en algunos momentos de 14 millones en el cara a cara entre Rajoy y Rubalcaba. Siendo así, lo que significa que la gran mayoría de los españoles no pasamos de política , en todo caso de los políticos, que es muy distinto, sorprende el poco uso que hacen de ellos algunas fuerzas políticas, especialmente aquellas que les son favorables las encuestas.

En cuanto a las valoraciones posteriores al debate, como no podía ser de otra manera, la gran mayoría de los medios de comunicación han dicho que ha ganado por goleada Rajoy y que Rubalcaba no ha estado a la altura de las circunstancias. Tengo la impresión de que antes de su celebración, los titulares ya estaban preparados, independientemente de su desarrollo. Hoy y siempre todos se apuntan a caballo vencedor, por sí acaso. Contemplé con mucha atención todo el debate en TVE, y en el primer intervalo, se consultó a diferentes periodistas sobre qué les había parecido las diferentes intervenciones sobre el primer apartado el de política económica, debajo de cada uno de ellos aparecía un rótulo del periódico al que pertenecían, por lo que su mensaje era el esperado sin salirse el mínimo del guión. Sería deseable en una auténtica libertad de expresión que un periodista de la Razón pudiera criticar a Rajoy; o de Público, a Rubalcaba. No quiero llegar a pensar que si alguno de estos periodistas tuviera la osadía de salirse de la línea ideológica de su periódico, pudiera llegar a ser despedido. Posteriormente, se entrevistó a un dirigente de Ferraz y a otro de Génova, para conocer su opinión sobre el desarrollo del debate. Las respuestas podemos imaginárnoslas: sus respectivos líderes habían estado muy brillantes., mientras que sus contrincantes habían dado muestras de incoherencia, nerviosismo y de no haber dado la talla para dirigir el país. De verdad, pude llegar a sentirme que estaba presenciando una comedia, con una serie de actores, que se limitaban a recitar el guión previamente ya construido. No sé si periodistas o políticos nos toman a los españoles por gilipollas.

Recientemente estaba explicando en clase a mis alumnos de 2º de bachillerato el régimen político de la Restauración(1876-1931), diseñado por Cánovas del Castillo. Tuve que referirme a la Constitución de 1876, al turnismo de los 2 partidos políticos, el conservador y el liberal. Señale que la auténtica Constitución era como señalaba el gran Joaquín Costa, la oligarquía y el caciquismo. Como colofón, del libro España en sus ocasiones perdidas y la Democracia mejorable, del catedrático Manuel Rámirez cite unas palabras de Ortega y Gasset, de uno de sus más famosos discursos: “La España oficial consiste, pues, en una especie de partidos fantasmas que defienden los fantasmas de unas ideas y que, apoyados por las sombras de unos periódicos, hacen marchar unos Ministerios de alucinación». También me parecieron muy oportunas las palabras de Salvador de Madariaga: “Al pintarla como de alucinación, Ortega la ennoblecía. Fue una era de tramoya y bastidores, de máscaras y barbas postizas, de teatro en sí, además de ser teatral; una época que pretendía ser lo que no era y simulaba creer lo que decía, a sabiendas de que no era lo que aparentaba ser ni creía en lo que decía”.

Al terminar mi exposición, uno de mis alumnos más despierto me hizo la siguiente pregunta: ¿Hay alguna diferencia con el sistema político actual? No pude emitir respuesta alguna, aunque pude sentirme plenamente satisfecho, porque pude comprobar que lo que estaba enseñando había servido para algo.

Una política de tramoya y bastidores
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