jueves. 28.03.2024

Por Inés Rojas, consejera de Bienestar Social, Juventud y Vivienda del Gobierno de Canarias

Estamos tan acostumbradas, nosotras; y los hombres lo tienen tan asumido, ellos, que a veces no nos damos cuenta de cuan negras son las fotos de los G 20. No negras por lo contenidos sino por los abundantes trajes masculinos y corbatas que llenan las fotos de caballeros antes y después de tomar grandes decisiones para un gran mundo. Disculpen, no pido que cambien el color del traje, no es que me moleste el negro, me molestan tantas corbatas y tan pocas mujeres. Me dirán que estaban Ángela Merkel y Cristina Fernández, y además en muchas fotos con traje blanco, bueno, un paso. Seamos realistas dos solas mujeres, fuertes, sí, pero diluidas entre 18 corbatas y haciendo esfuerzos tremendos para compensar esta balanza que nace viciada. Seré sincera, me molesta que nos falte tanto liderazgo femenino.

Durante este fin de semana he seguido con atención las reuniones y decisiones que se han adoptado en este gran encuentro de líderes mundiales y con pesar, he visto los planes que han diseñado para ellas, ellas que son protagonistas por ser las mujeres de, que por su gracia y buen vestir han adquirido un protagonismo muy esperado con un programa de actividades culturales y té encantador.

Un gran primer mundo que reivindica la igualdad pero que tiene problemas para materializarla.

Me duele decirlo pero las mujeres continuamos siendo invisibilizadas como políticas y no por tesón, ni por falta de preparación, ni por capacidad, sino por inercia, por costumbre.

He sentido dolor pero también orgullo ¿por qué? Pues porque en Canarias, en esta pequeña extensión fragmentada, más cercana geográficamente de África que de Europa, hemos sabido formar un gobierno paritario, donde hombres y mujeres somos considerados por igual, donde desde nuestro criterio y formación podemos tomar decisiones y aportar nuestra particular y enriquecedora visión del mundo, ignorada durante tantos años.

Estoy orgullosa, porque en Canarias no nos han dejado en el lado oscuro para dar consejos como las mujeres consortes, por la noche, antes de ir a dormir, a la sombra; estoy orgullosas porque en mi condición de mujer política, puedo alzar la voz y tengo la oportunidad de pedir más espacio para otras muchas mujeres, luchadoras y muy capaces.

¿Cómo va a entender nuestra sociedad que somos iguales si nuestros gobiernos siguen formados exclusivamente por hombres? ¿Cómo vamos a mejorar la convivencia entre mujeres y hombres si estamos reforzando con imágenes, en la alta política, con la idea de que los hombres son los importantes, los que salen de casa a trabajar, los que deciden cómo salir de la crisis, si hay guerra o hay paz, mientras ellas pasean, conocen el país y se deleitan con las costumbres y la cultura?

El otro día me reafirmé en estas tesis leyendo un reportaje que contaba cómo la crisis en grandes bancos se estaba paliando con la incorporación de mujeres como directivas y planteaba que cada vez son más quienes afirman que la economía y la política marcharían mejor con más mujeres al mando. No es que las mujeres tengamos la pócima mágica para acabar con todos los problemas, es que tenemos otra visión, complementaria, enriquecedora, con la que no se ha contado y que podría haber evitado muchos errores.

Las mujeres somos más conscientes del riesgo, anteponemos la responsabilidad social y la ética y buscamos decisiones tendentes a la paz que eviten el conflicto, y con frecuencia, entramos en política porque creemos que podemos cambiar las cosas no por acumular más poder. No abogo por ello por gobiernos exclusivos de mujeres sino porque la mayor diversidad es un billete que nos puede llevar a un mejor gobierno.

Estamos reivindicando desde hace muchos años ocupar nuestro espacio, y ahora, cuando nos empieza a llegar el momento, sentimos como nos arrojan un puñado de arena en los ojos y nos ofrecen una visión más propia de otros siglos con hombres al frente de los problemas, y las mujeres, ¿dónde están las mujeres de ellos? No, no están en su trabajo, les han acompañado a ellos, están de visitas culturales, dedicadas a sus labores, como poníamos antiguamente en la profesión de mamá cuando rellenábamos papeles del instituto. Y mientras, el mundo nos reclama.

Una cumbre masculina
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