viernes. 29.03.2024

J. Lavín

Pero sin el pueblo. En su artículo 1, párrafo 2, la Constitución española nos indica que la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado, punto. Pero este elevado concepto no parece ser para algunos otra cosa que un preciosismo lingüístico, un artilugio legal o un florilegio semántico, que queda muy bien en el papel pero que se desvanece a todos los efectos prácticos cual suspiros de enamorados en la hora mágica de las intimas confidencias, en la hora en que declina el día, con el crepúsculo tiñendo el cielo de vapores rojos.

Eso es, al menos, lo que cabe deducir de la palabras del presidente del Consejo de Estado, quien días atrás, y a propósito de un eventual- y evanescente - referéndum sobre el estatuto de Cataluña, se dejó decir, sin un rubor de la su faz, que “no veía necesidad alguna de él”: Manifestó, asimismo, que su oposición a un referéndum en toda España se debía a que “en los temas complejos, los pueblos actuaban mucho mejor a través de sus representantes, ya que la expresión directa de su voluntad por esa vía siempre tenía que reducir los temas complejos a expresiones muy simples y deformantes”. Mas claro, agua. Todos tontos de remate según este prócer, que solo valemos para depositar una papeleta cada cuatro años en una cajita de plástico transparente, y para de contar. Y pensar que la manifestación pertinaz y decidida de la “voluntad popular” ha hecho que el gobierno del país centralista por excelencia, Francia, haya tenido que meterse, muy recientemente, una ley laboral impopular, por salva sea la parte. Mientras que aquí, todos a comulgar con ruedas de estatuto... ¿o se dice de molino? Vamos, que pasamos a ser la “mayoría silenciosa”, y punto en boca ¡Que envidia de los jóvenes, y jóvenas, franceses y francesas!

Las opiniones de dicho presidente me traen al magín la expresión que da titulo a esta carta: Todo por el pueblo, pero sin el pueblo. Este fue un concepto político que se enmarcó dentro de las monarquías absolutas y sistemas de gobierno del Antiguo Régimen - no el franquista, sino el otro, el que acabó con la toma de las Bastilla, no nos confundamos - y es conocido también como despotismo ilustrado. Se ve que el día que tocó explicar en clase lo de la Ética y la honestidad intelectual, ese día hubo algunas fugas, y no pocos de los fugados, algunos, auténticos paradigmas de la ignorancia pendular, andando el tiempo llegaron a ocupar puestos de relevancia en la política. Así se explica mucho de lo que está sucediendo. Pero, por aquello de que una patraña repetida mil veces acaba convirtiéndose, no en verdad, que la verdad es otra cosa, sino en patraña pertinaz, o en entidad étnica, o incluso en derecho histórico, estos conspícuos no cejan en sus monsergas ad nauseam - de nuevo la manipulación lingüística - hasta que todas las regiones acaben entrando en el juego del de culo veo, culo quiero; o mejor aun, estatut, veo estatut quiero. Será entonces cuando la Constitución de 1978 pasará a ser un eventual y contingente episodio de la primera etapa de la democracia en España, verdadero papel mojado. Luego, todo será un desdibujado horizonte de nacionalidades entre celajes carmesíes. Solo es cuestión de tiempo. Como dijo Chesterton, lo malo de quienes dejan de creer en Dios es que acaban creyendo en cualquier cosa. Por ejemplo, en que Batasuna ha sido un baluarte de la paz en el País Vasco. Alec Reid dixit. Y uno con estos pelos.

Todo por el pueblo...
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