sábado. 20.04.2024

1.- Ciertos jueces de Tenerife se están permitiendo opinar sobre decisiones políticas, cual es la ubicación de la nueva Ciudad de la Justicia de la isla. Algunos magistrados también redactan comunicados sobre casos juzgados por ellos que afectan a gente que está en la cárcel, condenada por ellos. Y sobre casos que han originado –y originan– mucha polémica. Los tribunales de Tenerife fallan en casos similares con distinto criterio que los de Las Palmas (son mucho más duros en la primera isla citada). Edificios que, según “criterios judiciales tinerfeños”, tenían que haber sido derribados en Las Palmas y consideraciones sobre lindes de playas, se mantienen intactos y no son objeto de polémica allá, mientras aquí existe verdadero empeño en derribar un edificio del genial Dominique Perrault, porque hay unos metros que incumplen la normativa urbanística. En su lugar se elevará otro exactamente igual. Todo se arreglaría con un cambio de planeamiento o, sencillamente, aplicando a las sentencias el sentido común, que es lo que falta en muchas de ellas. O planteando un conflicto de competencias al Ayuntamiento, que es un procedimiento jurídicamente sencillo. Muchos letrados se han manifestado contrarios a decisiones y actuaciones de los jueces de Tenerife, dentro y fuera de los estrados. Me recuerda a un amigo italiano, Carlo, que rezaba para que no le tocara, en el caso “Tangentópoli” (también llamado “Manos Limpias”), la Fiscalía de Milán, con el justiciero Di Pietro al frente, sino la de Roma, con instructores mucho más benévolos. Al final le tocó Roma, donde ni siquiera lo inculparon. Luego Di Pietro se pasó de bando, se hizo diputado, eurodiputado y creo que ministro en un Gobierno de Amato, si no recuerdo mal. Hay jueces que estarían mejor en un cargo político, sobre todo jueces de izquierdas que pertenecen a asociaciones de jueces de izquierdas, como si la magistratura y la ley debieran conocer de izquierdas, de centro o de derechas, sino de auténtica justicia. De justicia justa y la repetición es intencionada. No está bien la justicia en Canarias y ahí tienen la polémica en Las Palmas porque el fiscal Panasco haya sido llamado a Madrid por el nuevo acusador jefe anticorrupción, como segundo. Es decir, ascendido. La primera que ha saltado como un perenquén ha sido la magistrada Rosell, podemita, que se considera víctima de Panasco. Dios los cría y ellos se juntan.

2.- No tenían que estar en la cárcel personas como Norberto Plasencia, Manolo Parejo y Loreto Ariz, los dos primeros ex concejales de Santa Cruz y la última arquitecta municipal, que son víctimas de decisiones severísimas de una juez penal y de una Sala de la Audiencia Provincial, que han aplicado –lo mismo que en el llamado caso Las Teresitas– leyes severísimas y que han aceptado con pocos peros las tesis de los fiscales. ¿Son estos casos realmente penales o pertenecen al derecho contencioso-administrativo? Lo de Las Teresitas, otro asunto largo y carísimo, concluyó, de momento, sin haberse aplicado la reducción de penas por las dilaciones indebidas, con lo que se hubieran dictado sentencias mucho más leves, descartado el cohecho. Vamos a ver lo que dice el Supremo. No deben los magistrados, repito, opinar públicamente sobre casos juzgados por ellos mismos, porque eso desvirtúa las propias sentencias. Los jueces tienen que decir lo debido a través de sus sentencias, jamás descender de los estrados para dirigirse a los medios de comunicación. Estamos convirtiendo a la justicia en algo muy extraño, por usar un término que no duela mucho.

3.- En la II República, a los jueces los juzgaban –en caso de que delinquieran– jurados populares. Si al Parlamento se le ocurriera promulgar una ley así, los mismos jueces pondrían el grito en el cielo. Ahora son los tribunales superiores de justicia los que juzgan a ciertos jueces y el Supremo el que juzga a magistrados de mayor instancia, como Garzón, que se convirtieron en estrellas de cine. Y hay un Consejo General del Poder Judicial que entiende de los casos disciplinarios. Por estas tierras hay magistrados que también se creen estrellas de cine, lo que ocurre es que aquí el cine anda un poco devaluado. Yo no creo en la justicia divina, mal voy a creer en la humana. Pero lo que veo no me gusta y como soy una persona libre, lo digo. Para decirlo en canario, no me gusta el andar de la perrita, a la que, de darle un nombre, yo le pondría “Tangentópoli”.

Es una publicación de El Diario de Tenerife.com

“Tangentópoli” a la española
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