jueves. 28.03.2024

Por su naturaleza podemos decir que son acontecimientos inesperados, sean éstos gratos o no, por lo que por un lado pueden ser origen de grandes alegrías como causa de fuertes desgracias, aunque por otra parte necesarias para romper nuestra rutina diaria, de otro modo caeríamos en el peor de los aburrimientos, quitando a nuestra vida esa chispa que provoca tanto placer y regocijo por un lado como desazón e intranquilidad por otro.

Contaba ocho años mi hijo cuando unos amigos de la familia le preguntaron que quería le regalaran para su cumpleaños, con la sabiduría que le profería su edad contestó que de decirlo él dejaría de se una sorpresa por lo que su regalo carecería de valor alguno.

Las necesitamos, las queremos, nos hacen ser felices, sobre todo porque denotan que creamos interés o mejor dicho importamos a la persona que nos la ofrece, hablamos aquí de las sorpresas que nos provocan una alegría al recibirlas o conocerlas.

Cuando la sorpresa nos inquieta, y aunque no nos ataña directamente, no debemos asustarnos o intranquilizarnos, debemos serenamente buscar esa solución que creemos apropiada, y si podemos y queremos, ayudar, buscar el equilibrio para, pensando y analizando, obtener una posible solución con la que resolver ese problema en cuestión y ofrecerla desinteresadamente en el sentido de beneficio personal que no social.

Por otra parte ocurre que, en muchas ocasiones, nos negamos a recibirlas anteponiendo un escudo tan grande en tamaño como en su grosor, impenetrable producto de una más que infranqueable falsa moral, negando o rechazando todo aquello que se encuentre fuera de lo preestablecido por una sociedad que por férrea es fría, pudiéndose quebrar por ello y no amoldarse a los cambios que forjan la sociedad en contra de quienes temen esos cambios y a favor de quienes se adaptan al progreso natural, conformando el innegable futuro venidero, ocurre que hay quienes se estancan en un pasado donde disfrutaron de fuerza, seguridad y comprensión avaladas por su juventud e inexperiencia, negándose a transferir o pasar el relevo a la nueva edición o consecución de forjadores de la nueva sociedad en la que vivimos actualmente y que nada tiene que ver con la que conocerán nuestros nietos.

Sorpresa
Comentarios