sábado. 20.04.2024

Por Fernando Marcet Manrique

Parece que viajar en avión se está volviendo una aventura cada vez más imprevisible. Especialmente si viajas en Spanair.

Mientras escribo estas líneas, afortunadamente muy poco aéreas, mis maletas se hallan en algún punto inconcreto de la península ibérica. Como las del resto del pasaje que viajaba conmigo. Se da el caso de que yo resido en Lanzarote, pero no quiero ni imaginar la gran “inconveniencia”, por usar el mismo lenguaje estúpido con el que farfullan sus disculpas, que supondrá para los que pretendieran pasar su primer día de vacaciones en esta isla con sus bañadores, sus cremitas, sus cepillos de dientes, su ropita interior, y sus demás cositas.

Llegué esta tarde a Lanzarote de Barcelona, y con un canto debería golpearme los dientes, por poder usar el bendito verbo “llegar”. Y es que según he venido informándome, lo de Spanair viene de último rayando lo surrealista.

Ya en la ida, hace apenas cinco días, el vuelo llegó con un par de horas de nada de retraso sobre el horario previsto. Una amable azafata me entregó, como al resto del pasaje, un bono de descuento del 25 por ciento para un próximo billete, y la verdad es que cogí el papelote con cara de “estos se están quedando conmigo”. Un montón de letra pequeña y diez minutos buscando por internet las experiencias del personal, me convencieron de que esos bonos son en realidad un timo, que no sólo no te ahorran dinero, sino que encima buscan fidelizar una clientela que normalmente tendría que huir de un producto tan rematadamente malo.

Y ahora, a la vuelta, esto. Maletas perdidas. Extraviadas, descarriadas, despistadas..., lo mismito lo mismito que la empresa a quien se las confié. Aunque mucho me temo que las otras no están para tirar demasiados cohetes tampoco.

Basta que te pase algo así para que cobres absoluta conciencia del grado de indefensión al que nos vemos abocados quienes por hache o por be hemos de coger un avión. Echar un vistazo a la letra pequeña que tienen los billetes en su parte de atrás es una experiencia curiosamente similar a la que uno siente cuando firma algún contrato con un banco o con una compañía de teléfonos. Da igual lo mal que lo hagan o lo mucho que te maltraten, ellos siempre tienen las espaldas bien cubiertas. En realidad, si deciden abonarte alguna cantidad por la maleta perdida o pagarte un hotel cuando sus vuelos no salen es por purita limosna, no porque tengan ninguna obligación de ello. Se trata de que la peña no se cabree demasiado, una cuestión de imagen más que nada.

No tengo ni idea de por qué a las empresas aéreas se les permite este tipo de abusos, y que traten a su clientela con tan evidente falta de respeto. Mi humilde opinión es que habría de establecerse una serie de requisitos insoslayables, como pasa con cualquier otra actividad económica. Es obvio que no tienen ni de lejos personal suficiente para poder ofrecer un trato mínimamente satisfactorio a todos los que hemos de viajar con ellos. No sé si será debido a que no pueden pagar a más trabajadores o es que no se conforman con obtener menos beneficios, aunque yo me atrevo a sugerir que se trata del segundo caso. En mi opinión el Gobierno debería elaborar un estudio que determinase con qué márgenes mínimos pueden trabajar las aerolíneas, y a partir de ahí establecer una normativa que regulase y garantizase algo tan básico como que si te pierden unas maletas te ofrezcan algún tipo de compensación instantáneo y lo bastante satisfactorio. Y si no, que no te las pierdan.

¿Se imaginan que este tipo de incompetencias empezara a generalizarse? ¿Qué significaría para una isla como Lanzarote, que vive casi en exclusiva de esto? Muchos de los que vinieron conmigo desde Barcelona se llevaron esa primera impresión de Lanzarote, por mucho que Lanzarote no tenga la culpa de tal desidia empresarial. Las primeras impresiones pueden marcar la diferencia. Y son las aerolíneas las encargadas de ofrecer esa primera impresión por todos nosotros. Es una grave responsabilidad, desde mi punto de vista, y me parece que deberíamos darle la importancia que tiene.

Sobre Spanair y las primeras impresiones
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