viernes. 29.03.2024

Por Miguel Ángel de León

Por si había alguna duda de las ganas que le tienen en el resto de los partidos, e incluso alguno de los suyos, al candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno de Canarias, ha quedado despejada con la tormenta que se ha desatado en ese vaso de agua al que llamaremos plagio publicitario. Al momento saltó el chivato de turno, que en esta ocasión llevaba faldas:

-¡Seño, seño, que Juan Fernando se está copiando...!

Como si fuera o fuese el único que copia (o que lee una copia, tanto da) de un puñetero programa electoral que no lee ni Dios, como es triste fama. Tengo por fea costumbre leer casi todo lo que cae en mis manos, excepto si se trata de un libro de Antonio Gala o publicidad bancaria, inmobiliaria, sexual (bueno, vale, la sexual sí la leo... o al menos la veo, que los ojos siempre son niños) o política. Y eso es lo que es un programa electoral: publicidad política. Mentira. Exageración. Copia de ideas mil veces repetidas y sobadas. ¿A qué extrañarse tanto entonces? Que tire la primera piedra el primer partido político con puras promesas propias en su programa publicitario (digo, electoral).

A mí me ha fusilado un artículo, enterito y entregado, un escritor principal. No me invento nada: tengo las pruebas. Pero ni he dicho nada ni mucho menos se me ha pasado por la cabeza denunciarlo (vive aún, y además no muy lejos de donde estoy escribiendo ahora). En realidad, lo considero un honor. Porque, bien mirado, el plagio es un homenaje implícito del que plagia hacia el plagiado, aunque no lo explicite el primero, por aquello de si nadie cae en la cuenta, y si cuela cuela. En caso de duda, que se lo pregunten a la telelela Ana Rosa Quintana (ella no es culpable de su audiencia millonaria; los telespectamierdas tienen lo que se merecen), o a mi queridísima Lucía Etxebarria (ella no le coloca la tilde a la i de su apellido, con lo que se pierde la rima del nombre, pero ésta sabe de ritmo literario lo que yo de física cuántica, pizco más o menos). Camilo José Cela, por citar a alguien que sí sabía escribir, al contrario que las otras dos anteriormente citadas, parió de su puño y letra unas grandes obras que luego le sirvieron para vivir del cuento por el resto de sus días, en los que se dedicó a firmar infumables artículos en ABC y por ahí, cobrados a precio de oro pero impublicables de no llevar su nombre (nadie reeditará jamás esa bazofia, al contrario de lo que sucede con los antológicos artículos de Mariano José de Larra, Pío Baroja o Julio Camba, gente toda ella con algo más de vergüenza torera y postrera que el gallego).

En hablando del “copiar y pegar”, esa cómoda práctica de la que ahora acusan a Juan Fernando López Aguilar, la propia revista virtual o página digital oficial de Ciudadanos por Cataluña (no es necesario escribirlo ni pronunciarlo en catalán, pues es tanto como ir contra la filosofía política y cultural de esa formación, contraria al monolingüismo de la fascista inmersión del nacionalismo) copió o colgó en alguna ocasión más de un artículo aparecido en esta misma y periférica columna (“Estulto Estatuto” se llamaba una de ellas). Con la pequeña/gran diferencia, eso sí, de que se cuidaron de citar tanto a su autor -servidor de ustedes- como al periódico en el que se había publicado originariamente el artículo reproducido. Es lo menos que hay que hacer. Nobleza obliga. Y ése fue precisamente el pequeño/gran detalle que le faltó al figura contratado como asesor del PSOE: avisar a propios y extraños que lo que presentaba como propio era ajeno. Hubiese quedado como un rey, y no como ahora en la puta calle.

De todas las reacciones que se han producido como consecuencia del plagio psoecialista, casi todas ellas desbordantes de un oportunismo y de un cinismo digno de mejor causa, me quedo con la sensatez del ya diputado regional electo en el Parlamento de Cataluña, Albert Rivera, el protagonista de aquel casto semidesnudo en cuyo cartel electoral aparecían unas frases que sí que merecerían ser copiadas por otros muchos: “No nos importa dónde naciste. No nos importa la lengua que hablas. No nos importa qué ropas vistes. Nos importas tú”. Algunas de esas sentencias, escritas o pronunciadas en alta voz en la Cataluña políticamente endogámica de hoy, tienen su mérito y valor añadido, para mi gusto. Y en Canarias, tantito de lo mismo. Venga, a “cortar y pegar”, que falta le hace a más de uno copiar lo bueno antes que quedarse sólo con lo malo ([email protected]).

Síndrome Ana Rosa
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