viernes. 29.03.2024

Por Miguel Ángel de León

Ya están los principales candidatos de los distintos y distantes partidos/reventados oficialmente presentados, intuidos o sugeridos, tanto monta. Apenas hay sorpresas, valgan verdades, ni verdadera renovación ni leche machanga, por decirlo en canario y con perdón. La misma vaina habitual con los protagonistas de siempre. Nada nuevo bajo el sol de esta pobre islita rica sin gobierno conocido.

Las elecciones para el Parlamento regional, cabildos y ayuntamientos conducirá, dentro de apenas unos meses, a unos a las urnas y a otros a las armas (de la abstención, se sobreentiende). Pero hablar de precampaña electoral no deja de ser una majadería, puesto que en realidad los políticos de esta democracia decadente andan todo el rato haciendo campaña electoral, electorera o electoralista, tanto monta, allá donde quiera que le pongan un micrófono delante o un chinijo susceptible de ser besado, siempre y cuando que estén los padres presentes, claro, que son los votantes potenciales. Por cualquier esquina o rendija mediática te sale uno de ellos dispuesto siempre a venderle la nevera al esquimal y las pistolas al manco.

Fue precisamente la abstención la clara y descarada ganadora de las pasadas y pesadas elecciones en Lanzarote y en tantísimos otros sitios, a pesar de los constantes insultos o el malintencionado ninguneo al que los políticos y sus palmeros mediáticos intentar someter, con el resultado que ya están ustedes viendo, al antivoto, que sigue creciendo como el “agujero de la tapa de otoño”, como le he escuchado decir a un consejero graciosero de cuyo nombre no quiero acordarme: tanto unos como otros tienen una idea primaria de la democracia y someten o al insulto o al ninguneo más absoluto -no hay término medio- a los que abogan por la opción del DERECHO A NO VOTAR, que es tan democrático y constitucional como cualquier otro, aunque no lo terminan de entender ni asimilar (no les interesa: se les acaba el invento) los que tienen pegados con saliva sus mínimos conocimientos democráticos.

NOTA AL MARGEN (o no tan al margen): Entre los distintos y muy distantes comentarios enviados ayer por algunos lectores o lectoras al artículo aparecido en esta misma tribuna impresa y digital, alguien advertía que en el caso de que sólo votara o votase el 15% del electorado, como aquí proponíamos, saldrían elegidos los mismos políticos. No es exactamente cierto. Pero vamos a suponer que lo sea. Y sigamos suponiendo que se produce un voto masivo y se registra un 100% de participación. También saldrían electos, pizco más o menos, los mismos caretos y carotas, por una elemental lógica proporcional. ¿Y qué diferencia habría? Pues enorme: en el primer caso la ciudadanía habría castigado por pasiva las malas artes políticas (inestabilidad institucional, falta de transparencia pública, pactos y repartos, transfuguismos en masa, etcétera), mientras que en el segundo caso, sensu contrario, estaría aplaudiendo todo eso. ¿No le parece una pequeña/gran diferencia?

A propósito, se sabe a ciencia cierta que si en unas elecciones votara o votase el 100% de la población, éstas tendrían que repetirse acto seguido, pues quedarían automáticamente invalidadas. La respuesta a ese aparente arcano es elemental, pero ya no me queda espacio para transcribirla. Quien tenga especial interés en conocerla se la dejo gratis en [email protected]. De nada.

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