viernes. 29.03.2024

Por Andrés Chaves

1.- Zerolo remodela el ayuntamiento. La decisión final está en manos de Ciudadanos. Si Ciudadanos dice sí, la fiesta va a empezar. Zerolo tiene todo el apoyo de su partido para iniciar la guerra contra Llanos , un estorbo peligroso para CC. En el PP -excepto Soria y dos o tres más- se alegran de que el alcalde zurre la badana al ex administrativo de la Coca Cola. El tal Llanos acude a Miguel Cabrera para que le defienda en público ante la canallesca. Miguel es un buen tipo, un hombre cabal, amigo de sus amigos, y cumple el ruego del primer teniente de alcalde -por el momento--. La cosa se pone buena en el ayuntamiento. De momento, Zerolo da los pasos justos, no se sale del guión que él y Bermúdez , sobre todos, han escrito. Si lo han escrito él y Bermúdez, el guión también lleva la firma de Paulino . Y después de Paulino, el caos; así que todo el camino ha sido bendecido por la autoridad. Y la autoridad es respetada desde el mandato de Augusto a nuestros días. Punto pelota.

2.- Cuidado con las obras y las posteriores modificaciones al alza de los proyectos. Un túnel de entrada a Santa Cruz (para bus/taxi) había sido presupuestado en equis y la equis resultó triple -o más- equis. ¿Qué ocurrió? ¿Quién controló esa obra? ¿Por qué se disparó en su costo? ¿Por qué tardó tanto tiempo en ser terminada? ¿Sería o no sería bueno que la Fiscalía Anticorrupción pidiera papeles y los analizara? Yo no prejuzgo nada, sólo me extrañan las cifras barajadas al principio y lo que realmente costó esa obra. Y, como esa obra, otras más que se programan, se presupuestan y luego resultan con unos incrementos astronómicos. ¿Habrá que meter un fiscal en cada mesa de contratación? Ojalá que no, pero a lo mejor sí. ¿Sigo o me planto?

3.- Los libaneses que viven en Canarias, sean cristianos maronitas o musulmanes, se reúnen una vez al mes para hablar de sus cosas. Ya saben, aquí un centro comercial, allí un localcillo, más allá una amistad presidencial. Los potentes micrófonos del CNN, esos que se dirigen a las ventanas de los restaurantes, los vigilan de cerca. No hay que confiarse, dicen sus jefes. Que no se preocupen los maronitas y los hijos de Alá porque a mí también me ha escuchado el Cesid -antes de ser CNN-, así que no hay cuidado por estos espías de madera, como los definió en su novela mi estimado Fernando Muniesa , que ha trabajado no poco para el servicio. Pero, claro, algunos comensales de los que hablo andan moscas por el seguimiento y están pensando suspender de momento las cuchipandas. También fue escuchado por su cosa el príncipe Carlos: ya saben, dijo por el canuto, y lo oyó la pasma actuante, que le gustaría ser un tampax para entrar en el sacrosanto cuerpo de quien hoy es su sacrosanta esposa. Cochinadas inglesas.

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¿Sigo o me planto?
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